ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Dios No Se Deja Engañar

Versículo Clave: “Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo.”
—Amos 5:24

Escritura Seleccionada:
Amos 5:14,15,18-27

EL MENSAJE emitido por el profeta Amós fue uno de castigo seguro que sobrevendría a una nación perversa. Como pastor, sus palabras de apertura— “Jehová rugirá desde Sión” —son muy descriptivas de los más terribles sonidos imaginables a alguien que cuida a un rebaño. (Amos 1:1,2) Con palabras similares, les recuerda que Dios utiliza a profetas escogidos para emitir mensajes a su pueblo diciendo: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?” (cap. 3:7,8) En el Nuevo Testamento, el Apóstol Pedro también habla de un “león rugiente” al describir el deseo de Satanás de destruir a los que están llamados por Dios en la Edad Evangélica actual. Dice, “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” —1 Ped. 5:8

Estas palabras de Pedro fueron una advertencia a los israelitas espirituales. Amos, sin embargo, no deja lugar a dudas de que su profecía no era una advertencia o un llamado a la penitencia, pronunciada tantas veces en el pasado al Israel natural. Su profecía era un veredicto de castigo para ellos por alejarse continuamente de Dios. Las disposiciones del pacto de Dios con Israel eran claras. Había elegido a ellos solamente para ser su pueblo especial entre todas las naciones de la tierra. (Deut. 7:6) En cambio, prometieron seguir a Dios y servir sólo a él. Sus acciones, sin embargo, delataron su promesa como una y otra vez volvían a sus propios deseos pecaminosos. No tenían en cuenta las instrucciones de Dios y adoraban ídolos. (Isa. 2:8) No prestaban atención a sus advertencias y mataban a sus profetas. (Neh. 9:26; Mat. 23:31) También no hacían caso de los desastres naturales que les sobrevinieron, como los describió Amos, que tenían la intención de llevarlos a Dios de nuevo. —Amos 4:6

En los versículos de la lección de hoy, Dios declara que él conoce el corazón de Israel y que él no será engañado o influenciado por acciones huecas destinadas a mostrar obediencia. Los días de fiesta y las diversas ofrendas para dar honra y gracias a Dios ya no eran aceptables para él debido a sus pecados. También declara que ya no oye el ruido o la melodía de sus canciones. (Amos 5:21-23) Entonces, Amós pronuncia las palabras de nuestro versículo clave. Más de tres mil años antes, el acto de desobediencia de Adán dio lugar al prometido castigo de muerte para él y para toda su descendencia, según la ley de justicia de Dios. El profeta dice que esa misma justicia perfecta ahora debe imponerse a Israel sin tener en cuenta lo que puedan tratar de ocultar o encubrir.

Aquí podemos ver un rasgo importante del carácter de Dios. Lo que él promete se cumple, ya sean bendiciones o castigos. Él sabe lo mejor para su familia humana y declara que sus caminos son más altos que nuestros caminos. (Isa. 55:9) Por lo tanto, nuestra confianza en él, debe ser completa y sin hipocresía de mera palabrería a sus instrucciones. El Apóstol Pablo habla directamente con nosotros de este principio de confianza en el consejo de Dios: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” —Gal. 6:7

Que aceptemos sinceramente el consejo de Pablo cuando se refiere a la injusticia de Israel: “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto…Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” —1 Cor. 10:5,11-12



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