ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Juicio sobre Israel y Judá

Versículo Clave: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres.”
—Amos 2:4

Escritura Seleccionada:
Amos 2:4-8

EL REINADO DEL rey Salomón había traído gran prosperidad a todo el reino de Israel. La paz reinaba dentro de sus fronteras durante su vida, y esas fronteras se extendían para incluir a muchas de las naciones circundantes. Con estas bendiciones, sin embargo, vinieron muchas responsabilidades con respecto a la gobernación de un reino tan vasto. Salomón nombró a príncipes y a oficiales para ayudar en esta labor. (1 Reyes 4:1-21) Además, en un intento de mantener la diversidad de la población, Salomón tomó a esposas de muchas de las naciones conquistadas junto con sus ídolos. Enojado por esta desobediencia, Dios declaró que quitaría la nación de Salomón, la dividiría, y daría las diez tribus del norte a Jeroboam en vez de dárselas al hijo de Salomón, Roboam. —1 Reyes 11:9-13, 28-37

Más tarde, durante el reinado de un segundo rey, Jeroboam, hijo de Joás, el reino del norte de Israel gozaba de uno de sus períodos más prósperos. (2 Reyes 14:23-28) Él recuperó tierras que habían sido perdidas por sus predecesores, bajo el reino de Moab, y capturó partes de Siria. Aun Damasco, la capital de Siria, cayó en sus manos. Al mismo tiempo, el reino de dos tribus, Judá, bajo el reinado de Uzías, también gozaba de gran prosperidad. Muchas personas, tanto en los reinos del norte como en los del sur se hicieron muy ricas y comenzaron a llevar una vida lujosa. Lamentablemente, esta prosperidad produjo un colapso de la moral. Los grandes ideales y los mandamientos de Dios para ayudar a los pobres, y para practicar la justicia y la benevolencia eran ignorados. Los ricos oprimían a los pobres. El poder tenía razón, y era un tiempo de gran corrupción.

En respuesta a esta grave desobediencia Dios envió al profeta Amós no con una advertencia, sino con una sentencia. La frase de nuestro versículo clave—“Así ha dicho Jehová: Por tres pecados… y por el cuarto, no revocaré su castigo”—se declara ocho veces en los dos primeros capítulos de la profecía de Amós. La expresión “por tres… y por cuatro” tiene la idea de repetición—lo que va al exceso—el pecado en este caso. Esta predicción de un repentino día del juicio se aplicaba especialmente a Israel y a Judá porque eran el pueblo elegido de Dios. Él declaró, “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.” —Amós 3:2

Dios no se había revelado a cualquier otra nación, ni había hecho un pacto con ningún otro pueblo, con la excepción de Israel. Había dado sus leyes sólo a ellos, y ellos tenían la responsabilidad especial de guardar sus mandamientos, como lo habían prometido en el Monte Sinaí. (Ex. 19:8) Sin embargo, en vez del favor de Dios haciéndoles fieles de corazón a él, siempre habían despreciado su favor a causa de su desobediencia. No andarían en armonía con Dios porque sus corazones estaban de acuerdo con el pecado y la maldad.

Al predecir las dificultades que traería a Israel debido al mal uso de sus privilegios y oportunidades, Dios quería que entendieran claramente que estos juicios no eran asuntos del azar o de la casualidad, sino de la providencia divina. En este juicio proclamado por Amós contra Israel y Judá, vemos la justicia absoluta y la garantía de la palabra de Dios para los que están en una relación de pacto con él. Cuan reconfortante, pero también aleccionador, es saber que no hay mudanza, ni sombra de variación en las palabras y las promesas de nuestro Dios. —Santiago 1:17



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