ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección para 24 de mayo
Ten Cuidado con Engañadores
Versículo Clave: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.” Escritura Seleccionadas: |
AL CONSIDERAR las palabras de nuestro versículo clave, traen a la mente lo cuidadosos que debemos ser en el camino angosto de nuestra jornada. Examinando las Escrituras, tenemos muchos recordatorios de la necesidad de examinar a nosotros mismos. Pablo dice: “Pruébese cada uno a sí mismo”, y “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos.” (1 Cor. 11:28; 2 Cor. 13:5) La necesidad de examinar de cerca a nosotros mismos se basa en el hecho de que, por naturaleza, caemos bajo la condición descrita en la Palabra de Dios, “No hay justo, ni aun uno.” —Rom. 3:10
Por otra parte, hemos comprobado, que “cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.” (Sal. 34:18) Tener tal dolor sincero por el pecado, y poniendo nuestra fe en la sangre preciosa de Jesús, nos permite estar completo ante Dios. Podemos afirmar con alegría las palabras, “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia.” (Isa. 61:10) Dios cubre, por tanto, nuestras involuntarias imperfecciones adámicas por medio del “manto de la justicia” de Cristo.
A medida que consideramos esta disposición de la gracia de Dios, hemos de recordar que nuestra permanencia en esta posición no es de nuestra propia fuerza, sino en la que Dios proporciona a través de las promesas preciosas de su Palabra, y a través del poder y de la influencia del Espíritu Santo en nuestra vida. De hecho, el momento en el que podemos comenzar a sentirse seguro de nosotros mismos es peligroso. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” —1 Cor. 10:12
Como seguidores asidos del Señor, debemos examinar nuestros corazones diariamente para comprobar que todo lo que hay en nuestra vida está centrado en hacer la voluntad de Dios. Al examinar y juzgar la condición de nuestra corazón, hemos de inspeccionar específicamente nuestros motivos, voluntad e intenciones. Nuestro objetivo debe ser de lo que escribió el salmista: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Sal. 19:14) Nada menos que la pureza de corazón es agradable a Dios, y debemos examinar esto continuamente como nuestro estándar.
En nuestra lección, se expresa el pensamiento que existe la posibilidad de alejarse de la gracia de Dios. (2 Juan 8,9) Tenemos que ser conscientes de los que “no perseveran en la doctrina de Cristo”, inclusive de nosotros mismos. Tal sobriedad de mente y de corazón se destaca en estas palabras de Pablo: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.” (Heb. 4:1) Nuestra mayor seguridad radica en la comprensión vital de nuestra propia impotencia y dependencia de la misericordia y favor de Dios.
Jesús nos dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” También dijo sobre sí: “Nada hago por mí mismo.” (Juan 15:5; 8:28) Por lo tanto, confiemos en la ayuda de Dios y de su hijo, Jesús, en todo momento, y recordemos las palabras, “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello.” (1 Tim. 4:16) Si hacemos estas cosas fielmente “hasta la muerte”, escucharemos las palabras: “Bien, buen siervo y fiel;… entra en el gozo de tu señor.” —Apoc. 2:10; Mat. 25:21