ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Tres

El Espíritu de la Verdad

Versículo Clave: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.”
—Juan 16:7

Escritura Seleccionada:
Juan 16:4-15

EN NUESTRA ÚLTIMA lección discutimos la necesidad de Jesús dejar a sus discípulos de modo que su papel como “abogado” pudiera llevarse a cabo, y que se cumpliera su promesa de otro “Consolador”. En la lección de hoy nos dirigimos nuestra atención más directamente a este “Consolador”—el Espíritu Santo—otro importante don prometido para aquellos que sigan las huellas de Cristo.

Antes de la llegada del “Cordero de Dios”, el Padre Celestial había tratado exclusivamente con la nación de Israel entre todas las naciones de la tierra. (Amós 3:2) A través de un sistema de leyes, servicios religiosos y otras ceremonias Dios mostró por tipo o ilustración simbólica, lo que esperaba a los seguidores de Cristo. El Apóstol Pablo describe el propósito de este arreglo típico de Israel, diciendo: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.” —1 Cor. 10:11

Con el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús, vemos que una nueva fase del plan de Dios comenzó que Israel no entendió—ocultada de ellos debido a la dureza de corazón. Este cambio es a lo que se refiere Pablo como centrado en el “misterio de Cristo.” Dice, “Por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” —Efe. 3:3-5; véase también Rom. 16:25

Como ya se ha señalado, este nuevo arreglo era difícil de entender para la mayoría de los judíos. Habían dependido de las obras y las ceremonias de la Ley Mosaica para conocer y servir a Dios y eran su pueblo favorecido a través de estos arreglos. Ahora, sin embargo, se les pedía que renunciaran esa posición de favor exclusivo entre las naciones del mundo y seguir al hijo de un carpintero. Como nación no podían hacer esta transición. Ellos rechazaron a Jesús, y él, en cambio, declaró que su casa les sería “dejada desierta.” —Mat. 23:38

La Ley, sin embargo, no se había dado en vano. Era un “ayo” con el fin de preparar a los israelitas para la llegada de Cristo, y se les dio la primera oportunidad de ser “justificados por la fe” en aquel que sus gobernantes habían crucificado. (Gal. 3:24-26) En su carta a la iglesia de Roma, el Apóstol Pablo claramente coloca delante de los primeros judíos conversos el requisito de ser justificados por la fe en Cristo. Señaló que su veneración del padre Abrahán estaba bien puesta, ya que su gran fe presagió la fe en Cristo requerida ahora. —Rom. 4:19

Si el Evangelio de Cristo fuera un “misterio”, tendría que proporcionar algún medio para entenderlo. Aquí volvemos al versículo clave de hoy, en el cual Jesús prometió un “Consolador”—el Espíritu Santo—de lo que sería el medio para llegar a un entendimiento del “misterio de Cristo.” El Apóstol Pablo aclara el significado de este don que Jesús prometió a sus seguidores después de su muerte: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria… Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” —1 Cor. 2:7-10



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba