ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Jesús Promete Enviar a un Abogado

Versículo Clave: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
—Juan 14:26

Escritura Seleccionada:
Juan 14:15-26

DESPUÉS DE SER proclamado el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Jesús pasó los próximos tres años y medio predicando el evangelio. Él también realizó muchos milagros como una vislumbre de las mayores bendiciones de Dios en el reino prometido en la tierra. Sus discípulos lo reconocieron como el Mesías prometido, y esperaban que él estableciera el reino, que había sido prometido por los santos profetas de Dios. Sin embargo, cuando el Cordero de Dios fue crucificado y degollado inesperadamente, se quedaron sorprendidos y perplejos. Estaban solos y confundidos, no sabiendo qué hacer, ni adónde ir. Seguramente debían haberse preguntado cómo mantendrían su relación estrecha con Dios, ahora que Jesús se había ido.

En las horas de la noche justo antes de su arresto y juicio, Jesús tiernamente habló con sus discípulos acerca de estos acontecimientos. Parafraseando una porción de los versículos en nuestra lección, escuchamos a Jesús con amor diciendo a sus discípulos: “Tengo que irme, pero no os dejo solos. Rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, que morará con vosotros en mi ausencia.” (Juan 14:16,18) Este “Consolador” es el Espíritu Santo, el poder esclarecedor de Dios. (vss. 17,26) Esto iba a ser su nuevo medio de acceso a Dios a través de la oración, como Jesús les había enseñado y del cual les proporcionó un ejemplo durante su ministerio. —Mat. 6:9-13

Aquí encontramos la clave para tener una relación directa con el Padre Celestial durante la Edad Evangélica. Aunque Jesús ya no ha estado físicamente presente para hablar con Dios a favor de sus seguidores, él está con nosotros a través de la influencia del Espíritu Santo. El apóstol Juan explica este hermoso arreglo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” —1 Juan 2:1

Cuando Juan habla aquí de “mis hijitos,” él está hablando claramente a los seguidores de Cristo engendrados por el espíritu. Él nos asegura que Jesús está con nosotros hoy, como estaba con sus discípulos durante su primer advenimiento. Desde su resurrección y su ascensión al cielo, sin embargo, Jesús está ahora con su pueblo consagrado en el papel de “abogado.” La palabra “abogado” como se usa en este pasaje de las Escrituras significa alguien que se pone al lado de otro como intercesor. Así como Jesús literalmente estaba al lado de sus discípulos durante su ministerio terrenal, él ha estado al lado de todos sus seguidores a través de la Edad Evangélica, inclusive los que viven en el tiempo actual de la “cosecha”.

Las palabras “Consolador” y “abogado” como se vierten en las Escrituras mencionadas arriba, provienen de la misma palabra griega—parakletos. En vista de esto, podemos ver completa armonía en la obra del “Consolador”, el cual Jesús dijo era el Espíritu Santo, y el “abogado”, quien Juan dijo era Jesucristo. De hecho, es por estos dos medios, Jesucristo, y la influencia del Espíritu Santo, que tenemos acceso a Dios. Sin dejar a sus discípulos, Jesús no pudo haberse convertido en nuestro abogado, y el Espíritu Santo no podría ser nuestro Consolador.

Cuando el Maestro pronunció las palabras de nuestro versículo clave, sabía que sólo sería un corto tiempo después de su partida de los discípulos antes que los beneficios del abogado y del Consolador, el parákletos—se pusieran a su disposición. Demos gracias a Dios por sus provisiones amorosas para los seguidores consagrados de Cristo. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” —1 Juan 4:10



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba