ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

El Cordero de Dios

Versículo Clave: “Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”
—Juan 1:34

Escritura Seleccionada:
Juan 1:29-34

LA PALABRA “profeta” se refiere a aquel que enseña o proclama de antemano. En algunos casos estas dos características se combinan en una sola persona. Fue así con Juan el Bautista. Antes de Juan muchos habían anunciado la venida del Mesías—su nacimiento de una virgen, el ser llevado como cordero al matadero, su crucifixión y su resurrección. A Juan el Bautista, sin embargo, se le dio el gran honor de ser el primero en anunciar claramente la llegada del Hijo de Dios, el hombre Cristo Jesús. —Juan 1:34

También a Juan el Bautista se le dio el privilegio de ser el primero en enseñar al pueblo acerca del Mesías que ahora estaba presente. Enseñaba que Jesús tuvo una existencia prehumana, la que más tarde fue confirmada directamente por Jesús, y además por el Apóstol Pablo cuando declaró que el evangelio de Cristo fue “anunciado de antemano… a Abrahán.” —vs. 30; cap. 8:58; Gal. 3:8

Juan el Bautista fue el primero en identificar a Jesús como aquel que “quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29) Un cordero era un símbolo muy apropiado para describir el ministerio terrenal de Jesús y su sacrificio por nuestros pecados. Su sumisión a la voluntad del Padre aun hasta la muerte en la cruz era muy semejante a la de un cordero. Las Escrituras declaran que Dios dio a su Hijo unigénito para ser el redentor del hombre. (cap. 3:16) Fue este “cordero” que Dios proporcionó que equilibraría la balanza divina de la justicia perfecta en conformidad con los atributos de carácter de Dios. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” —1 Cor. 15:22

Juan el Bautista declaró que vino para bautizar con agua de modo que Jesús se hiciera manifiesto a Israel, pero que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo. (Juan 1:31,33) En Mateo 3:11, encontramos palabras adicionales de Juan al respecto: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” Estas palabras se hacen claras cuando recordamos que Jesús envió a sus doce apóstoles escogidos exclusivamente a las “ovejas perdidas de la casa de Israel.” (Mat. 10:5,6) Fue para los judíos individuales que el Espíritu Santo fue derramado en el Pentecostés, mientras que la nación de Israel fue bautizada en “fuego” cuando fue destruida treinta y siete años después de su rechazo del Mesías. —Hechos 2:1-4; Mat. 23:38; 24:1,2

Con respecto al gran honor dado a Juan el Bautista en declarar la presencia del Hijo de Dios, consideremos cuidadosamente las palabras que Jesús declaró de su precursor. Él dijo de Juan, “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.” —Mat. 11:11

A diferencia de la audiencia de Juan, que no podía comprender el significado más profundo de su mensaje, hemos sido engendrados por el Espíritu Santo de Dios de acuerdo con su deseo de llamar de entre los hombres un pueblo para su nombre. “Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo.” (Ef. 1:4,5) A nosotros también es dado el privilegio de proclamar la presencia invisible de nuestro Señor y de seguir declarando: “He aquí el Cordero de Dios.” Con la ayuda del Espíritu Santo, busquemos a Jesús y transformemos a nosotros mismos tanto como sea posible en su carácter semejante a un cordero.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba