EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Las Palabras Seguras de Profecía

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.” —2 Pedro 1:19

ESTA REVISTA ha sido publicada continuamente con el título El Alba, desde que apareciera su primer número hace ochenta y dos años. De vez en cuando puede plantearse en la mente del lector una pregunta sobre el significado de este título y su relación con las Escrituras y el plan de Dios para la salvación del hombre. El subtítulo también aparece en la portada de cada número, a saber, Un Heraldo de la Presencia de Cristo. Esta designación es, a nuestro juicio, importante para comprender los tiempos y las sazones de Dios, y está estrechamente relacionada con el título El Alba.

En las páginas siguientes vamos a hablar de estos temas tal y como se presentan en la Palabra de Dios así como otros testimonios proféticos contenidos en las Escrituras que nos ayuden a entender el gran plan de las edades del Creador y dónde estamos en el desenvolvimiento de ese plan. Confiamos que la consideración fomente y fortalezca nuestra mutua fe en las promesas de la palabra de Dios que pronto espera todas las familias de la tierra un nuevo y glorioso día. En efecto, aunque en la actualidad el mundo se tambalea en perplejidad y miedo vemos el “alba” de un nuevo día, un día más allá del horizonte de nubes y problemas actuales.

ALEGRÍA DE LA MAÑANA

En la Biblia el largo reinado del pecado, del sufrimiento y de la muerte es semejante al periodo nocturno: un momento de oscuridad. Sin embargo, la Biblia nos asegura que este largo período nocturno no va a durar para siempre, que vendrá, al debido tiempo de Dios, un nuevo día de alegría y felicidad para la humanidad. El salmista utiliza estas descriptivas palabras: “Un momento será su [de Dios] ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.” —Sal. 30:5

No sólo ha sido parte de la experiencia nocturna de la raza humana el gemido y el llanto del mundo, sino que a través de este pesar hubo poco conocimiento verdadero del Creador y de su designio amoroso para la liberación final de la humanidad del pecado y de la muerte. Esto ha contribuido también a la “oscuridad” de la experiencia humana actual. Los diversos conceptos de Dios mantenidos por la mayoría, tanto la cristiana como la no cristiana, han tendido a infundir miedo en los corazones de las personas, lo que ha aumentado la insatisfacción de su existencia.

La “ira” de Dios de la que habla el salmista se manifiesta en la sentencia a muerte que cayó sobre el hombre al transgredir la ley divina. Esta ira contrasta con el favor de Dios que, a su debido tiempo, traerá alegría y vida a las personas. Las Escrituras revelan que este “favor” se ha puesto de manifiesto por el don del Creador: su Hijo amado, llamado a ser el Redentor y Salvador del pecado del mundo y de la muerte, y por la restauración a la vida de la humanidad a través del rescate, que abrirá el largamente prometido reino del Mesías.

Uno de los más hermosos símbolos que indican las bendiciones del reino se encuentra en Malaquías 4:2. Aquí a Jesús, en honor a la autoridad y al poder vivificante de su reino, se le describe proféticamente como “Sol de Justicia” que se levanta con “sanación en sus alas”. Será este glorioso “Sol de Justicia” el que disipe los vapores nocivos de oscuridad y sufrimiento que han azotado a la raza humana durante tanto tiempo. Esto tendrá lugar en ese nuevo día de bendiciones mencionadas por David en la seguridad de que “la alegría viene por la mañana”.

EL TESTIMONIO DE PEDRO

En el primer texto, 2 Pedro 1:19, aparece un marco de circunstancias muy interesante. En el versículo 11 de este capítulo Pedro indica que los fieles seguidores del Maestro reciben “una amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Este es el reino mesiánico de la promesa y Pedro está recordándonos que los creyentes consagrados que son fieles incluso “hasta la muerte” entrarán en ese reino en la “primera resurrección” para vivir y reinar con Cristo. —Apoc. 2:10; 20:6

A continuación, en los versículos 16 al 18, el apóstol Pedro dice: “No os hemos dado a conocer el poder y la venida [griego: presencia] de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino siendo testigos con nuestros propios ojos de su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo mi complacencia. Y nosotros oímos esa voz enviada del cielo cuando estábamos con él en el monte santo.”

Aquí se refiere a la transfiguración registrada en Mateo 17:1-9. Justo antes de esa milagrosa visión Jesús dijo a sus discípulos: “Hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.” (Mat. 16:28) Esta promesa se cumple evidentemente en la visión que Pedro, Santiago y Juan experimentaron. No vieron a Jesús en su reino actual, sino le vieron milagrosamente transfigurado ante ellos en la gloria de su obra mesiánica. A causa de lo que vieron, Pedro fue motivado a decir más tarde, cuando escribió su epístola: “No hemos seguido fábulas ingeniosamente concebidas, sino siendo testigos con nuestros propios ojos de su majestad.”

CONVENCIDO

Está claro que lo que vio Pedro en la transfiguración le confirmó que Jesús era realmente el Mesías y que a su debido tiempo la gloria y la majestad de su reino, que habían visto sólo en una imagen mental, se haría realidad. Uno de los elementos de la visión que probablemente haya ayudado a convencerse a Pedro fue la aparición de Moisés y Elías. Los judíos habían enviado anteriormente a sacerdotes y a levitas a Juan el Bautista para preguntarle quién era. Él dijo: “Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron, ¿qué pues? ¿Eres tú Elías? Y dijo: no soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.” —Juan 1:19-21

Moisés nos dice de la promesa concerniente a “aquel profeta” que Dios le hizo: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.” (Deut. 18:18,19) Para los devotos judíos que conocían las promesas de Dios esta profecía tuvo un significado muy importante. Además del Mesías mismo también esperaban la venida de “aquel profeta”, aunque ambos títulos son de la misma persona: Cristo Jesús. De ahí la pregunta que se le hizo a Juan el Bautista en cuanto a si era él de quien habló Moisés.

Continuando con el hilo profético también encontramos la promesa de la venida de un “Elías”. En Malaquías 4:5,6 leemos: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Debido a esta profecía los judíos también esperaban de la venida de “Elías”, de forma que a Juan el Bautista también se le preguntó: “¿Eres tú Elías?”

Por lo tanto, en la gran variedad de promesas y profecías mesiánicas del Antiguo Testamento destacan tres figuras importantes: el Mesías, Moisés como “aquel profeta” y “Elías”. Ningún estudiante cuidadoso de las profecías podría estar totalmente seguro de que Jesús es verdaderamente el Mesías si “aquel profeta” y “Elías” de ninguna manera entraron en sus planes del reino. Por tanto, en la escena de la transfiguración del reino, Pedro, Santiago y Juan vieron que, además del Mesías, estas dos figuras más tomaban parte, ya que aparecieron en la visión con Jesús. En efecto, todo el testimonio profético acerca del plan del reino del Creador centrado en Cristo fue explicado en esta maravillosa visión del reino. No había “ideado ingeniosamente fábulas.”

UN LEGISLADOR

Moisés fue legislador de Israel y esta será una de las funciones del Mesías en la edad de su reino. Lo cual se explica en la profecía de “un Profeta… como” Moisés. En el Nuevo Testamento el Apóstol Pedro cita la profecía y muestra que su cumplimiento será a través de Cristo después de su segundo advenimiento. La cita está en el sermón de Pedro sobre “los tiempos de la restauración de todas las cosas” de que, declara, “habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” —Hechos 3:20,21

Después de hacer esta declaración abrumadora relativa a las promesas de restauración de Dios, el primer texto probatorio que Pedro cita es la profecía de Moisés en cuanto a “aquel profeta”. Es interesante observar todas las implicaciones de esa maravillosa profecía: “Un profeta os levantará Jehová tu Dios de entre vuestros hermanos” (vs. 22). Esta promesa a los israelitas de los días de Moisés, a quien iba dirigida, muestra también que el gran “profeta” de la promesa se levantaría de una generación posterior, lo que fue cierto en el caso de Jesús.

Esto indica que con el fin de que los israelitas de los días de Moisés recibieran el cumplimiento de la promesa de un futuro “profeta”, será necesario para ellos ser levantados de entre muertos. Pedro conocía que el testimonio profético de la “restauración” incluía un despertar de los muertos, puesto que seguramente conocía esta maravillosa promesa del Antiguo Testamento: “Y los redimidos de Jehová volverán… con alegría: y gozo perpetuo sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido se alejarán.” —Isa. 35:10

Esta no es una garantía de salvación universal para toda la humanidad, ni siquiera para los israelitas. Una vez despiertos del sueño de la muerte se verán obligados a obedecer a aquel Profeta, de lo contrario serán “desarraigados del pueblo.” (Hechos 3:23) Este punto se destaca en la profecía original pronunciada por Moisés en la expresión, “Yo le pediré cuenta.” —Deut. 18:19

EL TIPO DE ELÍAS

El profeta Elías fue usado poderosamente para restaurar el culto del verdadero Dios en Israel. Recordamos la valentía con la que desafió a los sacerdotes de Baal en el monte Carmelo (1 Reyes 18:25-40). Esto concuerda con la profecía del Elías antitípico, del cual se predijo que volvería el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres: en otras palabras: haría una obra de reforma.

En pequeña medida Juan el Bautista realizó un trabajo de reforma en Israel por su ministerio de la penitencia. En toda la Edad Evangélica los fieles seguidores del Maestro, al proclamar el Evangelio del reino, también exhortan al pueblo a arrepentirse (Hechos 17:30). Sin embargo, ambos esfuerzos han sido en gran medida ineficaces por lo que respecta a la gran mayoría de la gente. La obra completa de la reforma y la de volver al pueblo a la adoración del Dios verdadero es algo que aún ha de realizarse durante el Reino Mesiánico. Mientras haya organismos apropiados en este reino para llevar a cabo su obra, estará realmente centrado en Cristo, puesto que es “luz verdadera” y eventualmente iluminará a “cada hombre que viene al mundo.” —Juan 1:9

IMPORTANCIA DE LA PROFECÍA

Por medio de la visión de la transfiguración la Palabra profética de Dios ha sido confirmada y, como indica Pedro, el pueblo de Jehová ha de prestarle atención, no por poco tiempo, sino hasta que “el día amanezca y la estrella de la mañana surja en sus corazones.” Sin duda los fieles seguidores del Maestro han observado este sabio consejo en toda la edad. Las profecías pusieron de manifiesto el gran alejamiento de la fe, comenzado poco después de la muerte de los apóstoles, así como la subida y la caída del gran sistema del anticristo y muchos detalles asociados a la misma.

Las profecías indican los signos que acompañarán la segunda presencia del Maestro y que sería el segador principal de la gran “cosecha” que se producirá al final de la presente Edad Evangélica desde el inicio de su presencia. Parte de esa labor involucraría sacar a sus fieles seguidores del sueño de la muerte en lo que la Biblia describe como la “primera resurrección”. Las profecías también predijeron que durante su presencia, tras la finalización de la cosecha, el reino de paz largamente prometido de Cristo se establecería en la tierra y los levantados en la “primera resurrección” reinarían con él mil años. —Apoc. 14:14-16; 20:4, 6

Éstos son mencionados en las Escrituras como “herederos de Dios y coherederos con Cristo.” (Rom. 8:17). Van a participar con Cristo en la obra de “aquel profeta” y en un proyecto a nivel mundial de llenar la tierra con el verdadero conocimiento de Dios, así como restaurar una adoración unida al gran Creador (Sof. 3:9). Así la oscuridad que ha envuelto a la raza humana desde la caída de Adán—el desconocimiento del verdadero Dios, y la tristeza y el gemido de la muerte—será eliminada.

EL DÍA AMANECE

Este será el nuevo día glorioso de las profecías, una de las cuales refiere David al decir que “a la mañana viene la alegría.” (Sal. 30:5) Este día amanece como uno literal. Pedro nos amonesta que debemos prestar atención a la palabra profética hasta que “el día amanezca y la estrella de la mañana surja” en nuestros corazones. Aquí la referencia es el período inmediatamente anterior a la salida del sol. Es entonces que la “estrella de la mañana” aparece, Jesús mismo, quien declaró: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” —Apoc. 22:16

En el reino natural, según los astrónomos, la estrella de la mañana en la mayoría de las veces se identifica con el planeta Venus que, al aparecer en el cielo matutino al amanecer, es el cuerpo celeste más brillante. Se levanta alrededor de las 4:30 a.m. y es observable hasta la salida del sol. Es el último objeto visible antes de que el sol con la luz de la mañana bañe los objetos nocturnos. Por lo tanto cuando brilla la estrella de la mañana todavía está considerablemente oscura debido a que el sol aún no ha aparecido por el horizonte.

Estos detalles coinciden con los datos del día profético mencionado en nuestro texto. En este caso el mundo en general ni siquiera reconoce la presencia de Cristo, la “estrella” que atestigua la llegada de un nuevo día. No están “viendo” el día, pues todavía están “durmiendo” en la oscuridad de la noche. El propio pueblo del Señor no lo ve literalmente, sino que, por estar mirando y no dormidos como los otros, por el ojo de la fe disciernen los signos proféticos que indican su presencia. Pedro lo indica muy claro al decir que se levanta en nuestros corazones.

Cabe señalar que nuestro texto indica que el “amanecer” del nuevo día y la aparición de la “estrella de la mañana” se producen en el mismo periodo justo antes del amanecer. La palabra griega traducida “amanecer” en este versículo significa, según el Profesor Strong, “rayo” y el Thayer’s Greek Lexicon la define como “luz del día que se abre camino a través de la oscuridad de la noche”. En términos astronómicos “amanecer” se define de forma análoga como ese período de la primera hora de la mañana caracterizada por la presencia de una luz tenue mientras el sol está todavía por debajo de la línea del horizonte. Durante el amanecer es posible ver aproximadamente en qué dirección se encuentra el sol, aunque aún no se haya levantado.

En el “amanecer” profético de nuestro texto el mundo en general ni siquiera nota el primer rayo gris de luz, ya que es un tiempo lleno de problemas. A los no instruidos por la palabra segura de profecía parece que la oscuridad es más densa de lo que era antes. De hecho, es así en muchos aspectos.

Vemos en ello un mayor cumplimiento de la palabra segura de profecía que predice que el orden mundial de Satanás debe ser destruido en un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo una nación” (Dan. 12:1; Mat. 24:21,22). Así es, como predijo el profeta Isaías, que, aunque “la mañana viene” también hay “la noche” (Isa. 21:12). La palabra “mañana” en este texto traduce la palabra hebrea para “amanecer”, según el profesor Strong. Así tenemos la confirmación de que el período descrito proféticamente en las Escrituras como “amanecer” ocurre durante las últimas horas de la oscuridad nocturna. Es nuestra convicción de que vivimos ahora en ese oscuro período de la experiencia humana. Sin embargo, a través de la palabra segura de profecía tenemos el privilegio de discernir la “estrella de la mañana” y estamos firmes en que la actual crisis de dolor de la humanidad es precursora de ese nuevo y glorioso día de bendición.

Las Escrituras son concisas en el uso de esos símbolos. Las ilustraciones de “la estrella de la mañana” y “el amanecer” de Pedro son más evidentes en relación con el tiempo actual de la experiencia humana, mientras que la realidad de la ráfaga completa del día está representada por el aumento real del sol. En un texto ya citado se nos habla de ese glorioso momento en el que “nacerá el Sol de justicia y en sus alas traerá salvación.” (Mal. 4:2) Por lo tanto es apropiado decir que ahora vivimos en la “estrella de la mañana” y el “amanecer” de la presencia del Maestro. Esta “estrella” se ha levantado en nuestros corazones y es visible para nosotros, así como es el “alba” y su luz. Todo esto significa que la salida del “Sol” está cerca, cuando la totalidad de los rayos gloriosos de curación comience este período de alegría en la experiencia humana y serán benditas todas las familias de la tierra.” —Hechos 3:25

Para algunos podría parecer innecesario hacer distinciones tan finas entre términos como “estrella de la mañana”, “amanecer” o la subida del “Sol”, y cómo cada uno de ellos se relaciona con la segunda presencia de Cristo. Sin embargo, como hemos señalado, son las mismas Escrituras las que hacen esas distinciones, ¡y qué bien lo hacen! La Palabra de Dios entreteje el testimonio profético del Antiguo y del Nuevo Testamento en un todo armónico, por lo que podemos discernir, a través del poder del Espíritu Santo, los múltiples procesos envueltos con la presencia completa invisible de Cristo en los asuntos de la tierra. En conjunto estos procesos diferentes, y sin embargo en orden coherente y en armonía uno con otro, proveen un fortalecimiento de la fe y una seguridad en que Dios, a través de su Hijo glorificado, tiene todas las cosas relacionadas con su plan para la salvación del hombre en la mano.

LAS BENDICIONES DEL NUEVO DÍA

Como hemos señalado Pedro se refiere como propósito del nuevo día la “restitución”, o restauración, “de todas las cosas”, explicando que este gran propósito ya había sido profetizado por todos los profetas de Dios. Este testimonio de los profetas es también parte de la palabra segura de profecía al que haremos bien en prestar atención. Al igual que ha llegado el presente momento oscuro lleno de problemas a la humanidad en cumplimiento de lo anunciado por el Señor en su Palabra llegará, análogamente, la bendición del nuevo día a su debido tiempo.

¡Cómo se regocijará el mundo de la humanidad entonces! Habrá una paz duradera y global. “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo.” La muerte será destruida y las lágrimas se limpiarán de todo rostro (Miq. 4:1-4; Isa. 35, 5-6; 25:8-9). Eventualmente, mientras progresa el nuevo día, serán despertados todos los muertos y se les dará una oportunidad a través de la obediencia de ser restaurados a la perfección que Adán perdió al rebelarse contra la ley divina. Esta “restauración” a la perfección y a la vida humana eterna será el punto culminante de la restitución de la que habla Pedro.

Los suaves rayos del “Sol de justicia” brillarán en todos los continentes de la tierra y su luz y poder vivificadores se sentirán por todo el mundo sufriente de la humanidad. La influencia iluminadora de ese “Sol” llenará la tierra del conocimiento de la gloria de Dios. Esto significa que todas las “doctrinas de demonios”, todos las tradiciones y supersticiones “nocturnas”, todos los credos y dogmas y todos los preceptos de los hombres en lo que se enseña a temer a Dios en vez de amarlo, serán barridos y serán sustituidos por un verdadero conocimiento de Dios y de sus justas leyes. —Isa. 11:9

Con el conocimiento de la gloria de Dios llenando la tierra se eliminará también toda clase de ciudadelas del pecado, del vicio y del delito. Mientras brillen los rayos esclarecedores y sanadores del glorioso “Sol de justicia” sobre todos los rincones de la tierra y cualquier vestigio de oscuridad satánica dará lugar a la gloriosa luz del nuevo día. No habrá ningún rincón ni esquina de la tierra donde no penetre la luz del glorioso “Sol”. ¡Realmente la palabra profética de Dios revela un glorioso día para la raza humana! Seamos fieles “observadores”, viendo por fe la “estrella de la mañana” levantándose en nuestros corazones, y contemplando la luz de la aurora del nuevo día más allá de las últimas horas de la noche.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba