ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 7 de diciembre

Adore la Majestad de Cristo

Versículo Clave: “El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
—Hebreos 1:3

Escritura Seleccionadas:
Hebreos 1:1-9

EN EL CAPÍTULO INICIAL de la carta a los Hebreos, el Apóstol Pablo llama la atención al hecho de que Dios “[había] hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas.” (vs. 1) Los cristianos judíos del primer siglo sabían esto y afirmaban la Palabra de Dios dada a través de los profetas. Ahora, sin embargo, Dios les hablaría a través de su hijo, el Mesías, del cual todos los profetas habían profetizado que vendría al momento oportuno.

El pensamiento central aquí expresado por Pablo es que Cristo era el Salvador de “todos los pueblos”, al igual que Dios había prometido a padre Abrahán, diciendo: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra [a su debido tiempo].” (Gén. 22:18) Puesto que Jesús había sido totalmente obediente hasta el fin de su ministerio terrenal, ahora tenía el derecho de hablar con autoridad y poder a sus fieles seguidores, incluso más que sus profetas de la antigüedad. “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.” —Ef. 4:8

En nuestro versículo clave, Pablo dice que la base sobre la que operan la justicia divina y el amor hacia la humanidad caída es que Jesús “[efectuó] la purificación de nuestros pecados”, y “se sentó a la diestra de Dios”. Señalando la gran exaltación de nuestro Señor basada en su obediencia hasta la muerte en la cruz, las palabras de Pablo proporcionan cuatro pruebas del plan de Dios para redimir a la familia humana.

En primer lugar, la exaltación de la majestad de Cristo demuestra más allá de toda duda que de hecho él fielmente se dio a sí mismo en rescate por nuestras transgresiones adámicas, un precio correspondiente que satisfizo la justicia, a través del derramamiento de su sangre (1 Cor. 15:21,22; Rom. 3:25). Esto se había tipificado en los sacrificios anuales del Día de la Expiación de Israel, pero ahora Pablo estaba refiriéndose a ellos como “mejores sacrificios”, debido a que Jesús tenía que morir “una sola vez … para llevar los pecados de muchos.” —Hebreos 9:22-28

En segundo lugar, la exaltación de Cristo a un puesto elevado de grandeza se demuestra por su resurrección a un plano muy por encima de todos los ángeles. Se le dio la naturaleza divina y una participación en el trono de su padre, sin embargo, no tenía ningún deseo de usurpar estas cosas. Pablo dijo de Jesús, “aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.” —Fil. 2:6 (LBLA)

En tercer lugar, la majestad de Cristo implica que la autoridad ahora existía para justificar a los que corren por el premio del supremo llamamiento durante esta edad Evangélica a través de la aplicación del mérito de su sangre. “Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” —Ef. 1:5-7

Por último, debido a que la palabra Salvador significa dador de vida y libertador, la exaltación de la majestad de Cristo implica el poder para hacer eficaz su preciosa sangre a fin de suministrar vida a todas las familias de la tierra a través de las disposiciones del Nuevo Pacto (Jer. 31:31-34) Cuan apropiado es de adorar la majestad de Cristo cuando nos damos cuenta de que ha comprado a Adán y a su raza de la pena de muerte y pronto establecerá su tan esperado reino aquí en la tierra. Seamos fieles y nos probemos dignos de tener una parte en su futura obra de bendición.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba