EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

El Día en que el Mundo Termina

“Y estando él sentado en el monte de los Olivos los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?” —Mateo 24:3

ESTA expresión, “el fin del mundo”, es familiar para millones de personas, y en la mente de la mayoría tiene connotaciones aterradoras. Esto se debe al concepto habitual de este importante desarrollo del gran plan de Dios de las edades. La tradición de la Edad de las Tinieblas nos enseña que el fin del mundo profetizado en la Biblia significa la destrucción del planeta Tierra y que en el momento de su destrucción todos los cristianos vivos serán arrebatados al cielo en cuerpo y todos los no cristianos estarán condenados.

Naturalmente, con este concepto del fin del mundo, la mayoría de los cristianos no se preocupan en pensar en ello demasiado, y los no cristianos aún menos. Existe la creencia general—y bíblica también—de que el fin del mundo y la segunda venida de Cristo están de alguna manera relacionados. Sin embargo, no es posible comprender el tema claramente tal como se enseña en las Escrituras y, al mismo tiempo, intentar mantener el concepto usual del fin del mundo. El estudiante sincero de la Biblia debe dejar de lado cualquier idea preconcebida para poder ver la perspectiva bíblica.

LA TIERRA PERMANECE

Según la Biblia, el planeta Tierra nunca será destruido. Salomón escribió: “Generación va y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Eccles. 1:4). El profeta Isaías explica que la razón de que la tierra permanezca para siempre es porque Dios la ha diseñado para ser habitada por el hombre, y que este diseño no era “en vano”. Citamos: “Así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y NO HAY OTRO.” —Isa. 45:18

Esta promesa del Señor nos recuerda del registro de la creación en Génesis, donde se nos informa de que Dios creó al hombre a su propia imagen, mandándole multiplicarse, llenar la tierra y sojuzgarla. En otras palabras, la Tierra iba a ser el hogar eterno del hombre (Gén. 1:27, 28). El registro nos dice que “Dios plantó un jardín al este del Edén” el cual proporcionaba “toda clase de árboles hermosos a la vista y buenos para comer.” En realidad, había todos los árboles necesarios para la vida, es decir, que proporcionarían todos los nutrientes de la vida que el hombre necesitaría para seguir viviendo para siempre. —cap. 2:8, 9

Sin embargo, como explica el versículo 17, también estaba el “árbol del conocimiento del bien y del mal.” A Adán se le prohibió comer de este árbol, y el castigo de la desobediencia era la muerte. “En el día que comieres ciertamente morirás”; todos sabemos lo que ocurrió. Nuestros primeros padres transgredieron la ley divina, la pena de muerte cayó sobre ellos y se les expulsó de su hogar-jardín para que vivieran en la Tierra no sometida el resto de sus días y luego murieran.

El pecado de nuestros primeros padres y su condena a muerte no cambian el designio original de Dios de que la tierra debería ser el eterno hogar del hombre, en el cual pudieran vivir en la perfección durante las edades sin fin de la eternidad. Sólo significó que en el arreglo divino no era tiempo de realizarse en los días de Edén. En su plan Dios, de hecho, previo la caída del hombre en el pecado y la muerte, y proporcionó redención de lo que de lo contrario habría sido una tragedia. Esa redención fue a través de Jesús, “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” —Juan 3:16

En este bien conocido y maravilloso texto la palabra “perecer” denota destrucción eterna. Mientras que nuestros primeros padres, y todos sus descendientes desde entonces, han dormido en la muerte, y la raza humana sigue, por tanto, muriendo, esta no es una muerte eterna, sino que se describe en la Biblia como si fuera un sueño del que habrá un despertar. Este despertar vendrá porque Jesús entregó su humanidad mediante la muerte como sustituto de Adán y de su raza. Pablo escribió: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” —Rom. 6:23

La oportunidad de conseguir la vida eterna vendrá a la humanidad después de haber sido despertados del sueño de la muerte. Por lo tanto, si podemos visualizar lo que habría ocurrido en la experiencia humana si nuestros primeros padres no hubiesen transgredido la ley de Dios, podemos darnos cuenta del gran designio que Dios tiene en reserva para la humanidad. Debido a la muerte de Jesús como Redentor del hombre, la intención y el propósito originales de Dios para el hombre todavía no se ha alcanzado.

RESTAURACIÓN

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento abundan en promesas y profecías que nos dan la seguridad de que es el plan de Dios para la humanidad restaurarla a la salud y a la vida en la tierra. Una de las más completas de estas se encuentra en el tercer capítulo del Libro de los Hechos, incluidos los dos primeros versículos del capítulo 4. Es un registro de un sermón predicado por el Apóstol Pedro poco después de que Pedro y Juan hubieran sanado a un hombre cojo de nacimiento. Después de este milagro, Pedro explicó que después del regreso de Jesús vendrían “tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:21), a lo que añade que estos tiempos de restauración se han hablado por boca de todos los santos profetas de Dios desde el principio del mundo.

Esto implica que si la tierra va a ser destruida como consecuencia del regreso de Jesús, los profetas de Dios que predijeron que habría tiempos de restauración no fueron profetas en absoluto, sino profetas mentirosos. Sin embargo, nos alegramos por las garantías de la Palabra de Dios de que la restauración es, de hecho, el designio final del creador para el mundo de la humanidad que yace en la enfermedad del pecado.

¿QUÉ LLEGA A SU FIN?

Una de las enseñanzas sobresalientes de la Biblia es que el mundo actual, al debido tiempo de Dios, llegará, en efecto, a su fin. Como hemos visto, sin embargo, esto no significa la destrucción de la tierra literal. Más bien, el presente estado malo de las cosas es el “mundo” que será destruido en lo que el profeta Daniel describe como “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo nación.” —Dan. 12:1

A veces las profecías relacionadas con el fin del mundo utilizan el fuego como símbolo de los poderes destructivos de este tiempo profético de angustia. También se utilizan otros símbolos, desde una perspectiva u otra, con el fin de ilustrar la forma en la que el actual estado del mal va a ser destruido. En el Nuevo Testamento la palabra “mundo” se utiliza con frecuencia para designar esto. La palabra “tierra” también se utiliza así, y es este uso el que llevó a muchos en el pasado a llegar a la conclusión de que era el planeta Tierra lo que iba a ser destruido. Sin embargo, la palabra “tierra” se usa muchas veces en el Antiguo Testamento en contextos que indican claramente que no es el planeta literal. Por ejemplo, Jeremías 22:29 dice, “Tierra, tierra, tierra, oye palabra de Jehová.” Es evidente que no es el planeta el que tiene que escuchar, sino la gente y las asociaciones de personas en la Tierra.

En una de las profecías sobre el fin del mundo leemos: “Esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por toda la tierra será consumida con el fuego de mi celo [hebreo: celo].” (Sof. 3:8). Este encuentro de las naciones unidas en relación con el tiempo profético de la angustia—que en última instancia destruirá el estado actual de maldad—ha venido realizándose durante años.

El profeta nos dice aquí que es la determinación de Dios “devorar” toda la tierra con el fuego de su celo. Aprendemos lo que se entiende por el uso de la palabra “devorar” al examinar las palabras de otro de los santos profetas de Dios. En Daniel 7:23 esta palabra también se usa para describir las tendencias agresivas de una gran “bestia” que se dice que representa a un “reino” particular. La mayoría de los estudiantes de profecía creen que ésta se refiere al antiguo Imperio Romano, según lo que Daniel escribió: “La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.” No es necesario argumentar que la referencia aquí no es a la tierra literal. Esta es una profecía que se cumplió hace muchos siglos y aún nuestro planeta existe. Sin embargo, fue “devorada” una simbólica “tierra” por las agresiones del Imperio Romano, y como resultado se han hollado y roto muchas naciones.

DIOS EXALTADO EN LA TIERRA

El Salmo 46 contiene una profecía muy interesante sobre el fin del mundo. En el gran momento de la destrucción simbólicamente descrita, la tierra es “removida” y también “derretida” (vss. 2, 6). Y, sin embargo, después de describir el momento de la guerra y el caos que trae consigo este resultado, dice el Señor, “Estad quietos y sabed que yo soy Dios; seré exaltado entre los paganos [Hebreo: las naciones], enaltecido seré en la tierra” (vs. 10). Esta última referencia es la de la Tierra literal que permanece para siempre para ser el hogar eterno del hombre, y aún existe en la profecía incluso después de que la tierra sea “removida” y “derretida”.

La profecía del salmista continúa: “Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego” (vss. 8, 9). La guerra es una de las terribles características del presente mundo malo. Aquí, este profeta de Dios nos asegura que en última instancia, cuando el Señor dice “estad quietos” a las caóticas y violentas naciones de la tierra, la guerra será una cosa del pasado, ya que la destrucción del actual orden del mal nos llevará al principio de un nuevo orden—el nuevo mundo de mañana de Dios.

LA PROFECÍA DE JESÚS

Como hemos señalado, las profecías de la Biblia asocian el fin del mundo con el regreso de Cristo. De hecho, él será el gran rey en el nuevo mundo de Dios. Cerca del fin del ministerio terrenal de Jesús los discípulos le preguntaron acerca de la señal de su prometido regreso. Le preguntaron, como está registrado en nuestro texto de apertura, “¿qué señal habrá de tu venida [griego: presencia], y del fin del mundo?” (Mat. 24:3) Otras muchas traducciones presentan la última parte de este versículo como “fin del siglo”, y este es el pensamiento del texto original griego. Por lo tanto, entendemos que la pregunta de los discípulos no se refiere al final del planeta físico, sino el final del presente orden social o “edad”, caracterizada por el mal, la cual dará paso a una nueva era caracterizada por justicia.

En respuesta a esta pregunta, Jesús menciona muchas cosas que tendrían lugar en la tierra durante el período de su presencia—la última siendo que los que se prueban dignos de la vida durante el futuro Día del Juicio “heredarán el reino preparado para [ellos] desde la fundación del mundo.” —cap. 25:31-34

En su profecía Jesús mencionó muchos acontecimientos que precederían a esta última restauración de los obedientes a la vida y a su condición paradisíaca perdida. Se refirió, por ejemplo, a la gran profecía de Daniel de un tiempo de angustia como nunca fue desde que hubo nación, y lo describió como una gran “tribulación” que vendría a las naciones de la tierra. Dijo que esta tribulación sería tan grave y generalizada que a no ser que se acortaran ninguna carne se salvaría. Es evidente, creemos, que estamos viviendo ahora en el tiempo descrito por Jesús. Esto significa que estamos viendo un “mundo” llegar a su fin. Sin embargo, Jesús nos dio garantías de que el período de tribulación, o destrucción, será acortado antes de que toda carne sea destruida. —Mat. 24:21, 22

Podemos tener el consuelo de ver que esto está ocurriendo en todo el mundo en la actualidad. Sabemos que la destrucción de la raza humana está amenazada por el mal uso de la energía nuclear. La contaminación del medio ambiente y el cambio climático continúan poniendo en peligro la existencia de la raza humana, al igual que el posible uso de armas químicas y biológicas por naciones que las apoyan. La interrupción de los sistemas de comunicación, los mercados financieros o las redes informáticas del mundo también podría tener efectos devastadores sobre la continuación de la existencia humana. El Maestro nos asegura, sin embargo, que por medio de los elegidos de Dios—a través de Cristo, el cabeza y los miembros del cuerpo—habrá intervención divina en los asuntos humanos a tiempo para evitar que las catástrofes climáticas mencionadas destruyan a la humanidad y la tierra en la que habitan.

TRES MUNDOS

La Biblia habla de tres mundos, uno después de otro, con el planeta Tierra siendo el local de los tres. Hay el mundo de antes del Diluvio, a menudo conocido como el mundo antediluviano. Hay el “presente siglo malo”, como lo describe el Apóstol Pablo (Gal. 1:4) y por último, “el mundo por venir”. —Hebreos. 2:5

Pedro describió estos simbólicamente en sus aspectos materiales y espirituales como “los cielos y la tierra”. Con respecto al mundo antediluviano, Pedro observó: “Fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua” (2 Pet. 3:5-6). Y continúa, “Pero los cielos y la tierra que existen ahora [aún hoy], están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición [destrucción] de los hombres impíos”. —vs. 7

En el versículo 13 Pedro dice: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales “mora la justicia”. Estos nuevos cielos y esta nueva tierra serán el tercer mundo—el “mundo por venir”. La primera parte de este mundo serán los mil años de autoridad de Cristo y su iglesia glorificada sobre la humanidad. También será el día de mil años del juicio del hombre. Por estas razones Pedro podía hacer referencia a los nuevos cielos y a la nueva tierra que representan las condiciones justas, aunque los últimos vestigios del pecado no serán completamente destruidos hasta el cierre de los primeros mil años de ese nuevo “mundo”. —Apoc. 20:4, 6, 11, 12

EL “DÍA”

El título de este artículo es “El día en que el mundo termina”, identificando el tiempo en la realización del plan del Padre Celestial cuando el presente mundo malo será destruido y Dios pueda establecer el nuevo mundo del mañana. El fin de este mundo y el establecimiento del nuevo se lleva a cabo durante un período de tiempo, la longitud del cual es conocida por el Señor, pero todavía no se la ha revelado a su pueblo. El período en el que el mundo antediluviano terminó se menciona en las Escrituras, como “los días de Noé”. Aunque fue Dios quien hizo que las aguas del diluvio destruyeran el mundo, Noé estaba estrechamente asociado con lo que se llevó a cabo y fue el constructor del arca en la que él y su familia se trasladaron al nuevo mundo.

Pedro habla de la época en que se acaba el presente mundo malo como “el día del Señor” y “el día de Dios.” Otras profecías lo describen como el día de la ira de Dios sobre un orden malo que traerá su destrucción. En la profecía de Pedro se simbolizan a los elementos de la destrucción por el fuego. Dice: “El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra también y las obras que en ella hay serán quemadas.” “Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán.” —2 Ped. 3:10, 12

Tras la lectura de esta descripción de la destrucción del actual mundo malo es importante observar que cuando el mundo antediluviano fue destruido simplemente significó la destrucción de ese orden mundial, y no la destrucción de la tierra. Así también ahora, no es la destrucción de la tierra lo que está involucrado en la destrucción del presente mundo malo; es el presente orden mundial malo—los sistemas civiles y religiosos, y no las personas—lo que es destruido. Hace mucho tiempo que Dios prometió que nunca más destruiría toda carne de la tierra. —Gen. 8:21

El fuego no es sino uno de los símbolos utilizados por Dios en la Biblia para designar la forma en la que el mundo malo de hoy es destruido, tanto los aspectos religiosos—los “cielos”—como los civiles y los sociales—la “tierra”. Las Escrituras también utilizan tormentas, tornados, terremotos y otros símbolos—incluso las inundaciones—para simbolizar lo que ahora conocemos como guerras, revoluciones, anarquía, desgloses económicos, conflictos sociales y similares—sumándose todo al creciente caos que finalmente dará como resultado la desintegración total del “mundo” actual. En efecto, ahora es el “día” en el que el mundo actual está en proceso de acabarse.

En su profecía, Pedro marcó el alcance total en el tiempo de “los cielos y la tierra que existen ahora” al decir que “están reservados… para el fuego en el día del juicio”. La versión revisada (The Revised Standard Version) refleja el pensamiento de forma más clara pues dice: “Por la palabra de Dios los cielos existían hace mucho tiempo, y de una masa de agua y de agua, a través de la cual el mundo que existía entonces fue inundado con agua y perecieron. Pero por la misma palabra los cielos y la tierra que existen en la actualidad han sido guardados para el fuego, se mantiene hasta el día del juicio y para la destrucción de los hombres impíos.” —2 Ped. 3:5-7

El primer mundo existía hasta ser destruido por las aguas del diluvio. El segundo mundo todavía existe, aunque en “fuego”, y continuará “hasta el día del juicio y para perdición de los hombres impíos”. Si bien no habrá destrucción de la vida humana por el fuego simbólico del día del Señor, no es de esto de lo que Pedro está hablando aquí. La presente destrucción es de las instituciones y las naciones malvadas—un orden mundial malo— y no específicamente diseñada para las personas.

La afirmación de Pedro sobre “la destrucción de los hombres impíos” se refiere a los posteriores días del juicio. En ese momento el Señor tratará con individuos, el orden del mundo entero estará bajo la autoridad de ese “profeta” anunciado por Moisés. Durante este período serán sólo aquellos que no escuchen al profeta los que serán “desarraigados de entre el pueblo”. Estos serán verdaderamente los “impíos”, los pecadores deliberados, que serán destruidos en la “muerte segunda”. —Hechos 3:22, 23; Apoc. 20:12-14

¡Qué diferente será en el día del juicio de mil años, sin embargo, para los justos—aquellos que voluntariamente y con alegría abracen el verdadero conocimiento de Jehová, como luego se les revelará! El salmista describió lo que será para ellos un tiempo feliz con estas palabras: “Alégrense los cielos y gócese la tierra: brame el mar y su plenitud. Regocíjese el campo y todo lo que en él está; entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento, delante de Jehová que vino; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con su verdad.” —Sal. 96:11-13

LOS NUEVOS CIELOS Y LA NUEVA TIERRA PROMETIDOS

Después de profetizar la destrucción de los actuales cielos y la tierra en un gran tiempo de angustia simbolizados por fuego y estruendo, Pedro añade: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13). Como muestra Pedro, los primeros y los segundos cielos y la tierra simbólicos existían según la Palabra de Dios. Ahora él explica que esto es cierto también de los nuevos cielos y la nueva tierra—según la promesa de la Palabra de Dios.

Importante entre estas promesas es una establecida en Isaías 65:17, que dice: “He aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al pensamiento.” Isaías explica además que en estos nuevos cielos y esta nueva tierra: “Edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos” (vss. 21,22). Tenga en cuenta que estas actividades tienen lugar en la tierra, que todavía está aquí después de que los antiguos cielos y tierra simbólicos sean destruidos.

Juan el revelador, en una visión que le dio el Señor Jesús resucitado mientras estaba en la Isla de Patmos, vio los nuevos cielos y la nueva tierra prometidos y los describió así: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron… y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí, el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.” —Apoc. 21:1-5

La “Nueva Jerusalén” de la que habla Juan es la clase de Cristo, simbolizada como un esposo y una esposa. Estos constituyen el “nuevo cielo” y gobernarán con rectitud sobre la “nueva tierra”. ¡Qué importante también es la promesa de Dios de que él hará nuevas todas las cosas aquí en la tierra—la tierra que permanece para siempre y al final ve la voluntad de Dios hecha a lo largo de toda su extensión, incluso en momentos en la que se está llevando a cabo en el cielo! A esto es a donde nos conduce el fin del presente mundo malo. Sigamos orando por el reino que nos traerá todas estas bendiciones.

Importante entre “todas las cosas” que van a cambiar es la destrucción del dolor y de la muerte. Piense en lo que esto significa en la experiencia humana. No habrá más necesidad de hospitales, médicos, enfermeras, instalaciones de vida asistida, farmacias—sin importar lo mucho que se necesitan y se aprecian ahora. Agradezcamos a nuestro Padre Celestial por estos útiles servicios prestados, pero seamos más agradecidos por la posibilidad de esas dichosas condiciones en los nuevos cielos y la nueva tierra cuando la enfermedad, el morir y la muerte en sí, de cualquier causa, “hayan pasado”.

Isaías escribió acerca del nuevo mundo diciendo: “Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro rey; él mismo nos salvará” (Isa. 33:22). El versículo 24 agrega, “No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad”. Qué maravilla es darse cuenta de que cuando el Señor sea Juez, Legislador y Rey realmente salvará al pueblo del dolor, de la enfermedad, del pecado y de la muerte.

En la actual condición pecaminosa de la humanidad, comenzando con el pecado original en el Jardín del Edén, sigue dando como resultado enfermedades y muerte. Sin embargo, a través de la muerte de Jesús, Dios proveyó la redención del pecado adámico. Pablo escribió, “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Cor. 15:22). Esto significa que, además de la abolición de la enfermedad, los miles de millones de hombres que ya han ido a la tumba se despertarán de su largo sueño en la gran casa-prisión de la muerte. Todos los que sean obedientes a las leyes justas del reino alcanzarán la vida eterna y perfecta en la tierra. Entonces será un hecho que no habrá más muerte. De hecho, “el último enemigo que será destruido es la muerte.” —vs. 26

LA PERSPECTIVA

Maravillosa y emocionante es la perspectiva del nuevo mundo del mañana de Dios como ofrecida a nosotros por la preciosa promesa de Dios. Los que sean capaces de retener por fe las promesas pueden alegrarse de ver evidencias de que el presente mundo malo está pronto a su fin. Saber lo que el “fin del mundo” bíblico significa para los pueblos de todas las naciones, debemos desear que llegue lo antes posible.

Si bien se ha progresado mucho en el mundo que ”ahora es” que ha sido buena, en su conjunto, ha sido un perverso mundo. Se ha caracterizado por el pecado, el egoísmo, la enfermedad y la muerte. Nos alegramos que no seguirá y de que incluso ahora está en proceso de ser retirado. Muy pronto será completamente destruido, en preparación para el nuevo mundo de Dios, “un cielo nuevo y una tierra nueva, en la cual mora la justicia.”



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba