ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Ocho

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Versículo Clave: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia.”
—2 Corintios 8:7

Escritura Seleccionadas:
2 Corintios 8:1-14

COMO UNA manera de animar a los hermanos de Corinto para demostrar generosidad, Pablo les escribe en cuanto al ejemplo de los hermanos de Macedonia quienes, aunque en gran pobreza, se deleitaron en contribuir fondos que beneficiarían a los pobres santos de Jerusalén. Un ejemplo similar de anchura de corazón fue mencionado por nuestro Señor, cuando felicitó a la viuda que había dado dos blancas en el arca de las ofrendas. Ese fue todo el dinero que tenía. (Lucas 21:1-4) Por lo tanto, aquellos que se habían dedicado al servicio de Dios, como lo eran los creyentes de Macedonia, se deleitaron en prestar ayuda a los demás cristianos a medida que surgieran nuevas oportunidades. —2 Cor. 8:1-4

En vista de las bendiciones que los hermanos de Macedonia recibieron como resultado de sus dádivas generosas, Pablo exhortó a Tito de llamar este mismo tema a la atención de la iglesia de Corinto. (vss. 5, 6) En nuestro versículo clave, Pablo reconoció primero la fe, el conocimiento, y el amor de los corintios así como otras virtudes que había observado en ellos. Sin embargo, él deseaba que ellos también sobresalieran en el espíritu de benevolencia como prueba de su sinceridad en seguir los principios cristianos, y como una manifestación de su condición de corazón santificada.

Una lección más amplia que se debe entender durante el tiempo de la Iglesia primitiva así como hoy, es el hecho de que la consagración implica más de sólo ayudar a otros con sus necesidades temporales. Los creyentes, al contrario, se han comprometido a dar su todo en el servicio del Maestro. El don más maravilloso que pudiera haber sido proporcionado por el Padre celestial para manifestar su gran amor hacia la familia humana fue impartido cuando envió a su Hijo como nuestro Redentor. —Juan 3:16, 17

A medida que Jesús llevó a cabo su vocación durante su existencia terrenal, observamos que el hacer la voluntad de Dios le llevó a ser consumido y agotado físicamente. Día tras día caminaba sobre calles polvorientas predicando, enseñando, y soportando la oposición de los pecadores. Uno de los aspectos del sufrimiento de Jesús fue el hecho de que él no tenía su propia residencia en la que podía descansar, aunque era un invitado bienvenido en diversos hogares. —Mat. 8:19, 20

El espíritu de servicio y de sacrificio debe provocar la entrega de la vida misma de los creyentes, especialmente en la promulgación de las buenas nuevas del reino de Dios a todos aquellos que estén dispuestos a escucharlas. El propósito definitivo de haber apreciado las preciosas promesas contenidas en las Escrituras no se limita a darnos un conocimiento intelectual del plan de Dios, sino para ayudarnos en el proceso de transformación. Así, a través de la influencia santificadora del Espíritu Santo, podemos desarrollar un carácter semejante a aquel de Cristo.

El desinterés por nuestra parte nos llevará a la actividad en el servicio del Maestro. Que ejerzamos la debida diligencia a este imperativo para que podamos demostrar nuestro amor por Dios, sus justos principios, y finalmente participar en la obra de reconciliación de la humanidad con el Padre celestial, a medida que la humanidad se restaure a la perfección que fue perdida en el Edén. Que participemos diariamente en la abnegación y en llevar la cruz al seguir a nuestro Maestro. —Lucas 9:23



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba