ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 25 de mayo

El Mayor Mandamiento

Versículo Clave: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”
—Marcos 12:30, 31

Escritura Seleccionadas:
Levítico 19:18;
Deuteronomio 6:4-9;
Marcos 12:28-34

LA LECCIÓN comienza con la condenación de Jesús de los líderes religiosos judíos mediante el uso de las parábolas. Ellos eran culpables de rechazarle como el Hijo de Dios. El Señor les explicó que era Dios quien estableció la casa de Israel y les dio la ley divina. Él también les había dado el testimonio de varios profetas para mantener la nación separada de todas las influencias paganas que los rodeaban. Por lo tanto, se debería haber esperado que con tan tierna atención y supervisión, por gratitud y obediencia, los judíos hubieran sido preparados para aceptar a Jesús como el Mesías. —Marcos 12:1-11

Lamentablemente, la misma dureza de corazón que causó la nación de rechazar la ley de Dios y las advertencias de los profetas justos, también daría lugar al rechazo y a la crucifixión de Jesús, que él predijo acertadamente. Era evidente que los líderes judíos entendían el significado de las palabras del Señor. —vs. 12

Jesús también encontraba oposición de parte de los saduceos, que no creían en la resurrección. Hicieron referencia a una disposición en la Ley de Moisés (Deut. 25:5-10) en virtud de la cual si un hombre muriera sin hijos, su hermano debe casarse con la viuda para mantener el nombre de la familia y los bienes. Al plantear un caso hipotético, los saduceos preguntaron a Jesús si una mujer se casara con siete hermanos que murieron uno tras otro, de quién sería ella la esposa en la resurrección. —Marcos 12:18-23

Jesús indicó que Dios no sólo tenía el poder de levantar a los muertos, sino también que el matrimonio en aquel entonces ya no existiría. Además, Jesús recordó a los saduceos que cuando el Padre Celestial apareció a Moisés en la zarza ardiente, él se reveló como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Si no hubiera esperanza de una resurrección, no se habría dado ninguna afirmación al respecto. Un escriba que había oído la respuesta del Maestro a los saduceos apreció su respuesta y luego preguntó a Jesús acerca de cuál mandamiento era el mayor de todos. —vss. 24-28

En los versículos claves nuestro Señor afirmó que el amor supremo por Dios y el amor por el prójimo resumieron la intención del Decálogo. Este escriba manifestó sinceridad de corazón y estaba de acuerdo con Jesús, que la adoración sincera de Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la fuerza, al igual que amar al prójimo como a sí mismo, eran las cosas más importantes que cualquier persona podría hacer—más que las ofrendas y los sacrificios ceremoniales de la Ley. Jesús reconoció su actitud correcto de corazón, diciendo, “No estás lejos del reino de Dios.” —vs. 34

Como creyentes consagrados en Cristo, que manifestemos siempre ambos aspectos de la respuesta del Maestro en nuestras vidas en todo lo que hacemos y decimos. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” —1 Juan 4:20, 21



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