ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 9 de marzo

Hijo de David

Versículo Clave: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta.”
—Mateo 1:21, 22

Escritura Seleccionada:
Salmo 89:35-37;
Isaías 9:6,7;
Mateo 1:18-21

EL NOMBRE DAVID significa “amado”, y las Escrituras describen una relación estrecha y cariñosa entre David y Dios. Mientras estaba en las profundidades de desesperación por sus propios pecados, David se dirigió al Padre celestial para pedir perdón con un corazón arrepentido y encontró consuelo. (Salmo 32) Cuando el deseo de David de construir un templo para guardar el arca de Dios no fue concedido, el Señor le aseguró amorosamente que su deseo de mostrar agradecimiento sería llevado a cabo a través de su simiente. “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” —2 Sam. 7:12, 13

Parece que esta promesa se cumplió cuando David nombró a su hijo, Salomón, para ser el próximo rey de Israel. El nombre Salomón significa “el pacífico”, y esto describe con precisión una de las características sobresalientes de su reinado. Sin embargo, el reinado pacífico de Salomón llegó a su fin finalmente cuando se casó con mujeres paganas en oposición a las instrucciones de Dios. El capítulo 11 de 1 Reyes ofrece un registro detallado del apartamiento de Salomón del Señor. Sus acciones resultaron por fin en la división y en la pérdida del reino de Israel: “Así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus.” —1 Reyes 11:31

A los ojos del mundo, parecía que la promesa de Dios a David se había roto. Sin embargo, podemos ver a través de las Escrituras y los profetas, que esto no fue el caso. La promesa de Dios no fue roto, sino simplemente ocultado en el testimonio profético. El profeta Ezequiel explica que Dios establecería el reino prometido bajo el heredero legítimo de David a su debido tiempo: “Así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré.” —Ezequiel. 21:26, 27

Nuestro versículo clave identifica a Jesús como el hijo nacido de María y de José. Más importante aún, se habla de él anteriormente en este capítulo como el “hijo de David” (Mat. 1:1), por quien el trono profetizado por Ezequiel ha estado esperando. Jesús se demuestra como el heredero legítimo de David a través de los linajes natales tanto de María como de José. (Véase Lucas 3:23 y Mat. 1:1-16) De hecho, él es aquel que ha ganado el “derecho” de sentarse en el trono del reino prometido.

Este trono no será terrenal, como los de los reyes de Israel. El apóstol Pablo declara, “Aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.” (2 Cor. 5:16) El trono mencionado aquí representa el poder soberano y la dignidad del oficio de Cristo. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre.” —Isa. 9:7



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba