ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 2 de marzo

Un Reino Eterno

Versículo Clave: “Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.”
—2 Samuel 7:16

Escritura Seleccionada:
2 Samuel 7:4-16

LOS PRIMEROS seis años de David como rey de Israel fueron empleados para resistir a los enemigos de la nación y ampliar sus fronteras en armonía con las instrucciones divinas. Habiendo llevado a cabo la mayor parte de este trabajo, David construyó un palacio nuevo en Jerusalén. Sin embargo, su carácter reverencial causó que David notara una inconsistencia. Había construido su palacio nuevo mientras el arca de Dios, el símbolo de la presencia de Dios, aún permanecía guardada en el Tabernáculo. Deseando dar alguna expresión externa de su gratitud, David concibió un plan para construir una casa para el Señor, donde el símbolo de su presencia podría residir de manera permanente.

David consultó apropiadamente con el profeta Natán, quien se regocijó de esta manifestación de la fidelidad del rey a Dios y respaldó su plan. Sin embargo, aquella misma noche, el Señor le dio a Natán un mensaje para el rey, el cual le prohibío seguir con este proyecto. No fue porque Dios no apreció el deseo de David de honrarle, sino más bien fue para dejarlo saber que aún no había llegado el momento para la construcción de una estructura permanente. El Señor mostró a David que el trabajo de establecer a Israel en la tierra prometida debe llevarse a cabo por tomar posesión completa de la tierra y destruir a todos sus enemigos. Este trabajo requeriría todo el reinado del Rey David. Sin embargo, el Señor le aseguró que a su debido tiempo se construiría un templo permanente, y que su hijo lo haría.

Después de un análisis más detallado encontramos que nuestro versículo clave tiene una aplicación doble. El hijo de David, Salomón, sí construyó el templo que su padre había concebido, pero su reinado llegó a su fin finalmente, junto con su gloria, y el templo fue destruido finalmente. La casa y el reino eternos no se refieren al reinado de Salomón, sino más bien a “la raíz y el linaje de David”, nuestro Señor Jesucristo. (Apoc. 22:16) El “templo” en ese reino eterno será Jesús y su Iglesia, la cual está “construyéndose” a través de toda la Edad Evangélica y que está prefigurada en el reinado de David. A pesar de ser un varón conforme al corazón de Dios, David no pudo contemplar los detalles del plan de Dios para establecer el reino eterno venidero y la preparación de las piedras vivas para el templo espiritual.

Encontramos lecciones importantes en este incidente. El pueblo del Señor no debe concluir que debido a que sus planes y proyectos sean reverenciales y hayan sido diseñados para la gloria de Dios, que tengan aprobación divina automática. Las palabras del profeta Isaías siempre deben ser nuestra guía para servir a Dios: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (Isaías 55:9) Si tras un examen piadoso y una consulta adecuada con otros Israelitas espirituales, no encontramos la aprobación del Señor en nuestros planes para servirle en cierto asunto, que accedamos tranquilamente a su voluntad y cooperemos plenamente con sus caminos superiores. Al hacer esto, demostraremos nuestra confianza total en seguir la guía divina en todos nuestros asuntos.

Otra lección encontrada en este relato se refiere a la construcción de elegantes edificios eclesiásticos donde Dios puede ser adorado. Aunque muchos tratan de emular el deseo de David en construir un gran templo, los Apóstoles y la Iglesia primitiva no encontraron tal instrucción divina, y se reunieron en lugares sencillos. Que nuestro deseo de alabar a Dios, no se encuentre en elegantes lugares de culto, sino en el deseo sincero de traer gloria a su nombre.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba