ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 29 de diciembre

Jesús es presentado en el Templo

Versículo Clave: “Porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos.”
—Lucas 2:30, 31

Escritura Seleccionada:
Lucas 2:25-9

MARÍA Y JOSÉ eran siervos piadosos de Dios, de manera que de acuerdo con las instrucciones de la Ley, llevaron a su nuevo hijo, Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor y para ofrecer un sacrificio cuarenta días después de su nacimiento. (Lev. 12:1-4) Estuvo aquí que se encontraron con un hombre llamado Simeón, cuyas palabras son el centro de la lección de hoy.

De este hombre, Lucas dice: “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos.” —Lucas 2:25-31

Bien podríamos preguntar cómo este hombre podía percibir la llegada del “Ungido del Señor” cuando se lo presentó como un bebé, mientras que tantos otros no podían percibir que él era el Cristo cuando, como un hombre adulto, predicó el Evangelio y realizó milagros. Respondemos con las palabras de Pedro: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Ped. 1:21) A través del poder iluminador del Espíritu Santo de Dios, Simeón tuvo el privilegio de discernir la “Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”, y declarar que aquella luz era Jesús, aunque ahora sólo era un bebé. (Lucas 2:32) El puesto de Jesús como el “Ungido del Señor” se reafirmó más tarde el mismo día cuando una profetisa llamada Ana, que servía en el Templo, pronunció palabras similares “a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” —vs. 38

El relato de Simeón y Ana proporciona una lección importante que debemos considerar. Aunque Jesús ha sido presentado al mundo, sin embargo, sólo aquellos cuyos ojos han sido abiertos por el Espíritu Santo pueden percibir quien es realmente. Pablo nos dice, “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (1 Cor. 2:9, 10) Jesús mismo declaró que ahora no es el tiempo para el mundo en general comprender estos misterios, porque sus corazones todavía no están en buen estado para recibir este conocimiento. —Mat. 13:10

A través de la iluminación del Espíritu Santo de Dios, sabemos que el mundo no será excluido de la bendición final que Dios ha prometido a todos, sino que ahora no es el tiempo para la bendición general que se les dará. Más bien, ahora es el tiempo especial que Dios ha reservado en su plan para reunir una familia de entre los pueblos del mundo para ser la novia de Cristo en la próxima edad. Para los que se esfuerzan por ser de esta clase, ahora es el tiempo para pensar especialmente en las palabras de Simeón y de Ana, y de considerar cómo debemos presentarnos también a Dios—santos y agradables, que es nuestro culto racional. —Rom. 12:1



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