EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Demos Gracias

“Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado.” Deuteronomio 8:10

DIOS había permitido que su siervo Moisés trajera a su pueblo a las puertas de la tierra prometida, pero el que los había llevado con tal fortaleza durante los cuarenta años del viaje por el desierto no podría entrar en la tierra. Dándose cuenta de esto, él repetía en presencia de los hijos de Israel todas las diversas leyes y mandamientos del Señor, que los guiarían, mientras habitaban en la tierra, y que fueron diseñados para mantenerlos en el favor del Señor. Asimismo, les recordó de las cosas buenas que podrían disfrutar en la tierra prometida: “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre.” —Deut. 8:7-9

Con qué amor y generosidad el Señor había provisto siempre para su pueblo. Entonces Moisés les dio dos recordatorios: tenían que mostrar agradecimiento y dar gracias al Señor por su bondad para con ellos, y tenían que recordar y guardar sus mandamientos. La primera de estas admoniciones se encuentra en el texto de apertura, mientras que el segundo mandamiento se encuentra en las palabras siguientes: “Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy.” —vs. 11

En vista de todo lo que Dios había hecho por ellos, sin duda estos requisitos no son demasiado gravosos. De hecho, fue para su propia bendición y felicidad que deben guardar los justos mandamientos de Dios. Moisés sabía que el mismo acto de dar alabanza, gloria y acción de gracias a Dios con regularidad les serviría para mantener viva en sus corazones una apreciación de su gran bondad para con ellos, y así animarlos a andar obedientemente en sus caminos. Sin embargo, sus corazones carnales los traicionaron, y no siempre recordaban a su Dios con corazón agradecido. Ellos desobedecieron sus mandamientos, y, por tanto, no llegaron a obtener la plenitud de las prometidas bendiciones.

OTRA PANDILLA DE PEREGRINOS

Las palabras que Moisés utilizó para describir las bendiciones de la tierra que los israelitas iban a poseer bien podrían utilizarse para representar la generosidad de ese nuevo mundo en las costas del cual otra, pero más pequeña, pandilla de refugiados puso un pie por primera vez durante el invierno de 1620. Estos, también, habían huido de servidumbre— de esclavitud religiosa— y esperaban encontrar libertad y felicidad para sí mismos y sus hijos en el nuevo mundo a través del océano. Aquel primer invierno era difícil, y muchos murieron, pero el año siguiente, cuando la cosecha estaba completa, los sobrevivientes se reunieron para disfrutar de los frutos de sus labores. Aunque la cosecha estaba escasa, y sus cestas no estaban llenas, se regocijaron de su buena suerte, y recordaron de dar gracias a su Creador.

Estos fueron los humildes comienzos de lo que iba a convertirse en una nación poderosa, y aquella simple celebración en las costas de la bahía de Massachusetts hace casi cuatro siglos fue el origen de nuestro actual Día de Acción de Gracias. De acuerdo con la costumbre, cada año, el cuarto jueves de noviembre es proclamado por el presidente de los Estados Unidos como un día de acción de gracias. Sin duda, uno podría suponer que el pueblo de esta nación más próspera del mundo, tendría mucho por cual estar agradecido.

Sin embargo, preguntamos: ¿Qué está pasando en esta “buena tierra”, esta tierra de abundancia, de “libertad y justicia para todos?” ¿Cuál es el estado de ánimo de las personas? Es cierto que hay mucha abundancia en esta tierra, y el pueblo goza de una gran libertad. Sin embargo, junto con la abundancia todavía hay pobreza para muchos. Junto con la libertad hay frustración, injusticia, discriminación y descontento general con el statu quo. Una enfermedad social y moral también está envenenando la tierra, los síntomas de la cual se revelan en la falta de responsabilidad, la pérdida de ética laboral, la inmoralidad y el creciente desprecio por las reglas de la ley.

Los males del mundo financiero y económico parecen desafiar todos los intentos de los mejores esfuerzos de sus dirigentes. Incluso en el momento de escribir estas líneas, el gobierno de los Estados Unidos ha tenido que cerrar muchas de sus oficinas y departamentos, debido a la falta de cooperación entre los legisladores para superar la crisis del presupuesto federal. Mientras todo esto sucede, la inestabilidad social continúa y las guerras siguen matando e hiriendo a miles de personas en muchas partes del mundo. El creciente desánimo y desesperanza entre muchos son exacerbados por la sensación general de que no hay forma de salir de estos problemas. De hecho, parece que la solución de un determinado problema sólo engendra nuevas dificultades, o aumenta otros problemas existentes.

¿CAUSA DE GRATITUD?

En estas condiciones el estado de ánimo de muchos, no sólo en este país, sino en todo el mundo, parece ser uno lejos de gratitud. Sin duda, para muchos en el mundo, como consecuencia del gran aumento de conocimiento durante el último siglo y medio, el nivel de vida y el bienestar general se han mejorado sustancialmente. Sin embargo, muchos otros en el mundo no se han beneficiado de este aumento de conocimiento. Los habitantes de los barrios marginales y de los guetos, los desnutridos y mal alojados, las familias cuyos hijos, hermanos, o esposos están luchando y muriendo en la guerra, las madres en los países del tercer mundo que tratan de consolar a sus niños desnutridos, los esclavizados de naciones enteras existiendo precariamente bajo el cruel yugo de un liderazgo opresor, y los millones de personas infelices y desconocidas de todo el mundo— estos pueden preguntarse, ¿por que hemos de estar agradecidos? Incluso el sentimiento de muchos que se han beneficiado más no parece ser uno de gratitud por las cosas buenas que tienen ahora, sino que desean tener más y exigen aun más.

No todos, los que habitan en el planeta Tierra están en la misma desesperación y confusión que azotan a muchos de los habitantes del mundo. A medida que el verdadero pueblo del Señor ven los eventos del mundo a la luz de la Santa Palabra de Dios, sus corazones se animan en fe y esperanza. Podemos estar seguros de que para ellos no han pasado inadvertidas el dolor de la humanidad, ni su desesperación. Sin embargo, los mismos acontecimientos que provocan desaliento e incluso incredulidad en los corazones de las multitudes del mundo brindan esperanza al pueblo del Señor, y a la vez, aumenta su fe en Dios y en sus promesas.

Lo que estamos presenciando hoy no es prueba de que Dios está muerto, o que no le importa su creación humana, como algunos sugieren. Más bien, es prueba de que Dios está muy vivo, y que, según su Palabra fiel está teniendo una mano activa en los asuntos de la humanidad. Lo que estamos presenciando, es la muerte de un orden inicuo mundial bajo el liderazgo de Satanás. Las tribulaciones de este tiempo de angustia en el que vivimos significan la inminente desaparición del sistema inicuo de Satanás y su autoridad opresiva, y el establecimiento del reino de Dios con sus prometidas bendiciones de vida, salud, paz y seguridad, para todas las familias de la tierra.

MOTIVO DE VERDADERA GRATITUD — EL REINO DE DIOS

Durante su ministerio, Jesús constantemente se refería a la venida del reino de los cielos y a las bendiciones que este traería a la gente. Teniendo esto en cuenta, y con un gran deseo de obtener estas bendiciones prometidas, los discípulos se acercaron a Jesús, cuando se sentaba en el Monte de los Olivos, y le dijeron: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu venida [griego parusía: presencia], y del fin del siglo [griego aion: edad]?” (Mat. 24:3) Después de relatarles los acontecimientos que ocurrirían en el mundo al fin de la Edad Evangélica, antes del establecimiento del reino, Jesús dijo, “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.” —vss. 21, 22

El relato que se nos da en el Evangelio de Lucas de este mismo período al fin de la edad, ofrece alguna información adicional sobre estos tiempos de angustia. Allí nuestro Señor nos dice: “Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. Entonces habrá. . . en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra.” (Lucas 21:24-26) Las Escrituras revelan que los “tiempos de los gentiles” es un período durante el cual el dominio de la tierra sería entregado a las potencias gentiles. Este comenzó con el derrocamiento del último rey de Israel, Sedequías.

Este permiso de poder en manos de los gentiles llegó a su fin en 1914, cuando prácticamente todas las naciones que se habían conocido como parte de la Cristiandad se enredaron en la Primera Guerra Mundial. Esta guerra trajo gran devastación a estos gobiernos que representaban el ejercicio de poder por los gentiles. Más tarde, la Segunda Guerra Mundial sirvió para debilitar aún más la estructura económica y social de los restos de estas naciones. Cuán exacto fue lo que Jesús había predicho: la “angustia de las gentes, confundidas [griego aporía: sin salida].” Estas condiciones han continuado, y aun ahora azotan a todo el mundo. ¡Cuán claramente describió Jesús la actitud actual de la humanidad, como el bramido del mar y de las olas!

EL DÍA DEL SEÑOR

El profeta Sofonías describe este día en el que estamos viviendo ahora: “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra Jehová. (Sof. 1:14-17) El profeta aquí nos brinda no sólo una representación precisa, en lenguaje simbólico, de la angustia en el mundo de hoy, sino que también nos dice por qué está ocurriendo: “Porque [las naciones y sus gobernantes] han pecado contra Jehová.”

El profeta continúa: “Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra.” (cap. 3:8) Entonces, después de describir así la destrucción completa de todos los sistemas y las instituciones inicuos que actualmente plagan la tierra, él nos habla de ese maravilloso tiempo cuando el Reino de Dios se establezca en la tierra, cuando todo el mundo le ofrezca honra y alabanza y glorifique su santo nombre: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.” —vs. 9

El profeta Isaías da confirmación de la angustia que vendrá sobre la tierra en este día, y demuestra que su propósito es de destruir para siempre toda la maldad y el pecado. “Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso. Por tanto, toda mano se debilitará, y desfallecerá todo corazón de hombre, y se llenarán de terror; angustias y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas. He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira.” —Isa. 13:6-13

CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA

El Apóstol Pedro también describe el tiempo en que estamos viviendo como el día del Señor que llevará a cabo la destrucción del “presente siglo malo” (Gál. 1:4), antes del establecimiento del reino de Dios. Es esta obra de destrucción por el Señor que está trayendo la angustia a las naciones, confundiéndolas. Este tiempo también se denomina “El día de la preparación” (Nah. 2:3), que conduce al establecimiento del reino de Dios, que Pedro describe como “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” —2 Ped. 3:13

Por cierto, esto debería ser causa de gratitud por parte de la humanidad gimiente. Todo el mundo debería alegrarse y celebrar que este será un reinado de justicia, bajo un rey justo y misericordioso. Sin embargo, Pedro nos dice que el mundo no entenderá el significado de los acontecimientos trascendentales en los cuales está envuelto. El día del Señor vendrá como “ladrón en la noche”, él nos dice. (vs. 10) Aunque la culminación del gran plan de Dios de las edades para la felicidad y la bendición eternas de la humanidad está cerca, el mundo no sabe que está ocurriendo. “Como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9) El hombre no puede escuchar las nuevas de gran gozo que anuncian el reino venidero, por causa de la oscuridad y del tumulto del día del Señor, y por lo tanto la angustia que experimenta el mundo no parece ser motivo de gratitud.

A VOSOTROS OS ES DADO

Sin embargo, el Pueblo de Dios, entiende estas cosas, “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.” (vs. 10) Recuerde las palabras de Jesús cuando él dijo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención [liberación] está cerca.” (Lucas 21:28) Ellos buscan al Señor, y levantan las cabezas en gratitud y alegría, no sólo al acercarse su propia liberación, sino en la prometida liberación de la humanidad. Se regocijan, no en la angustia que sobreviene a un mundo malo, sino en el hecho de que un poco más allá de la destrucción de este día del Señor vendrá el reino glorioso de Dios, el reino eterno de paz, en el cual vivirán y reinarán con Cristo por mil años. (Apoc. 20:6) Están agradecidos, no sólo en su exaltación al poder y a la gloria y a la honra, sino porque aquel reino justo traerá “el Deseado de todas las naciones.” (Hag. 2:7) Será el tiempo en el cual “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” —Apoc. 21:4

A medida que el presente mundo malo gira embriagadamente en torno de la destrucción, qué consuelo para el pueblo del Señor es el entendimiento completo de sus planes y de sus propósitos, de sus tiempos y de sus sazones. Aunque el significado de estos acontecimientos es un misterio para los del mundo, no lo es para los seguidores consagrados del Señor. “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.” —Mat. 13:11

Cuán bendecidos y cuán agradecidos estamos en este conocimiento. Recordamos la medida en la que el profeta Daniel deseaba saber de estas cosas. Daniel fue usado por Dios para describir los eventos que marcarían el Segundo Advenimiento, o la Presencia de Cristo. Dijo que sería un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde hubo gente hasta entonces: . . . Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.” También sería durante la Segunda Presencia de Cristo que “… muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados.” (Dan. 12:1, 2, 4) Daniel, al igual que todos los demás, tenía muchos seres queridos y amigos que estaban durmiendo en la muerte. Él anhelaba el día cuando saldrían, y dijo: “Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?” Sin embargo, no fue el debido tiempo para saber de estas cosas, y la respuesta fue, “Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.” —vs. 8, 9

Incluso a los discípulos del Señor no se les informó la hora en la cual ocurrirían los acontecimientos en el desenvolvimiento del plan de Dios para el hombre. En respuesta a la pregunta: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? El Maestro les dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad.” (Hch. 1:6, 7) Aunque ellos entendían muy poco del desarrollo del plan de Dios, sabían que el gran propósito era que las bendiciones alcanzaran a todos los hombres, y anhelaban la llegada de este bendito tiempo. No les tocaba saber los detalles de estos tiempos y sazones, pero por medio de la gracia de Dios a su pueblo, a los que están viviendo al fin de la edad, se les da a conocer.

Sólo nosotros, de todos los pueblos de la tierra, entendemos por qué el mundo está en confusión. No somos como el mundo cuyos corazones están en temor al observar las cosas que están sucediendo. Desde el punto de observación alto de la Palabra revelada, vemos el gran poder de Dios, en las manos de nuestro Señor que está presente, dirigiendo el curso de los pueblos y de las naciones para su bendición final, y nuestros corazones se levantan hacia él en agradecimiento y alabanza. Nosotros, como Daniel, los discípulos, y todas las multitudes descontentas e inconscientes de la tierra, buscamos con anhelo en nuestros corazones la llegada de ese maravilloso tiempo. Lo esperamos con el ojo de la fe— una fe basada en la Palabra profética más segura, pues a través de su Palabra Dios nos ha revelado que “el tiempo está cerca.”

PARTICÍPES DE LA NATURALEZA DIVINA

El Plan de Dios para la humanidad en general es una restauración a la vida perfecta en la tierra para todos los que se demuestren obedientes en corazón y en hechos a las leyes justas de su reino, ya que Jesucristo vino para “buscar y para salvar lo que se había perdido.” (Hch. 3:20, 21; Lucas 19:10) Sin embargo, a los fieles seguidores de Jesús, el Padre Celestial tiene reservado algo mucho más maravilloso. A estos él ha hecho promesas celestiales. Pedro nos dice algo acerca de estos, diciendo: “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina.” (2 Ped. 1:3, 4) Luego, en esta misma epístola, Pedro nos habla de la labor que se realizará en el día del Señor. (cap. 3:7, 10, 12) Por último, teniendo presente estas maravillosas promesas, Pedro plantea una pregunta muy profunda “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¿cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir?” —vs. 11

La angustia del día del Señor principalmente constituye un juicio sobre las naciones, pero también será un tiempo especial de juicio para el pueblo del Señor. En su primera epístola, Pedro escribe: “Vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” (1 Ped. 1:6, 7) El Apóstol Pablo también llama este hecho a nuestra atención: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. . . La obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la declarará, pues por el fuego [de los juicios] será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.” 1 Cor. 3:11-14

LA PRUEBA DE SU FE

Estas advertencias se dirigen a los seguidores de Cristo. Sugieren fuertemente que el pueblo del Señor debería dar toda diligencia para hacer firme su vocación y elección, y que debería dar atención constante a la Palabra de Dios. Debería hacer suya la verdad, y construir sobre el fundamento seguro de Jesucristo. Sólo así podrá permanecer en este día malo. También es el privilegio de cada uno de los consagrados de seguir anunciando fielmente las buenas nuevas del reino. De esa manera, por lo menos, podremos traer cierta medida de esperanza y consuelo a algunos de entre la humanidad.

No muchos en el mundo ven algún motivo de gratitud. Sin embargo, cuando el día del Señor haya hecho su trabajo; cuando la iglesia esté finalmente completa y el reino completamente establecido; cuando el conocimiento del Señor llene la tierra como las aguas cubren el mar; cuando los justos juicios del Señor llenen la tierra— entonces, todos aquellos que se encuentran en los cielos y en la tierra verán y apreciarán la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de su Padre misericordioso. Juntos, alzarán sus corazones y sus voces para alabar a su Creador, llenos de gratitud. Entonces, se cumplirán las hermosas palabras del salmista David, “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.” —Sal. 100



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba