EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Israel – Todavía el Reloj de Dios en el Medio Oriente

“Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante.”
— Jeremías 30:10 —

Los disturbios en el Medio Oriente una vez más dominan las noticias del mundo, en especial, los disturbios en Egipto y Siria. En Egipto, el Presidente Mohammed Morsi, quien había ejercido su mandato por sólo dos años, fue depuesto por un golpe de estado militar a principios de julio de 2013. Las protestas, que fueron dirigidas contra él a finales del mes de junio, ahora están dirigidas al liderazgo militar que lo sustituyó. Miles de personas han muerto o han sufrido daño en estos alzamientos civiles, que han tenido lugar por más de dos meses. Hay mucha incertidumbre en cuanto a cómo y cuándo volverá la estabilidad, así como en qué dirección los nuevos poderes del gobierno dirigirán al país.

En Siria, las condiciones son aún peores. El gobierno del Presidente Bashar al-Asad, que afronta una completa guerra civil en su país, ha sido acusado, con evidencias, del uso de armas químicas en un ataque contra su propio pueblo, incluidos las mujeres y los niños, a finales de agosto, matando a unas 1.500 personas, un número que podría aumentar aún más. En este momento, los líderes del mundo están evaluando las posibles consecuencias de una respuesta adecuada a esta presunta atrocidad.

Los disturbios en Egipto, Siria y otros países en el Medio Oriente tal vez planteen preguntas en las mentes de los estudiantes de la Biblia sinceros en cuanto a cómo estos y otros eventos relacionados pueden encajar exactamente en el cumplimiento de la profecía. Sin duda, es evidente que el mundo ha experimentado un gran “tiempo de angustia” por casi cien años, y sin embargo, a medida que vemos algunos de estos eventos teniendo lugar ante nuestros ojos, es posible que a veces no estemos seguros de su importancia o significado en los arreglos de Dios.

Afortunadamente, tenemos la certeza en la Biblia de que Dios tiene todo bajo su control y supervisión. Además, en lugar de seguir mirando a las naciones del Medio Oriente como Egipto, Siria o cualquier otra, como una guía de los propósitos de Dios, las Escrituras demuestran claramente que nuestros ojos deben centrarse sobre todo en una sola nación, Israel. Israel es el reloj de Dios, no sólo en los asuntos del Medio Oriente, sino también en los de todo el mundo. De hecho, a medida que el tiempo de angustia de Dios lleva a cabo el objetivo final de derrocar al presente malvado orden de este mundo, y la instauración del Reino Mesiánico de Cristo, el foco de atención de la profecía bíblica es Israel.

EL TESTIMONIO PROFÉTICO

En breve, las profecías de la Biblia indican que Israel será la víctima de un potente ataque por parte de las naciones del norte y de otros cuarteles circundantes. También parece evidente que gran ímpetu será dado a la decisión de estas potencias de usar sus fuerzas para invadir a Israel, mediante un cálculo que las naciones que anteriormente habían entablado amistad con ella no se encuentran en condiciones de defenderla, o han dejado de ser amigos de ella. Las profecías implican que nadie vendrá a su defensa, e Israel estará solo contra los invasores. –Eze. 38:8-13; Jer. 30:14

Al observar la realidad de los acontecimientos actuales a través de los ojos de la profecía bíblica, podemos concluir que la mano de Dios está dirigiendo los asuntos mundiales en este tiempo, de manera que determina el balance de poder entre las naciones que inaugurará finalmente la culminación de este presente periodo de angustia — Armagedón. Es probable que la próxima invasión de Israel por parte de los ejércitos de Gog, y la destrucción de su ejército (Eze. 38:1-7), sea la chispa que enciende el torbellino final de angustia a escala mundial. Jesús, profetizando de ese tiempo, dijo que sólo la intervención de Dios podrá salvar al mundo de semejante “gran tribulación”.-Mat. 24:21, 22

Por siglos, Israel ha sido el enfoque del interés de Dios en el transcurso de los asuntos mundiales. Su lugar en la historia ha sido bien marcado en la Biblia, y examinando los sucesos desde nuestro punto de vista privilegiado del siglo XXI podemos mirar hacia atrás a su pasado y darnos cuenta de la precisión con que se ha cumplido la Palabra de Dios.

Probablemente no existe ningún otro pueblo que ha pasado por juicios tan profundos, tan desalentadores, y tan duraderos como los judíos. Su gobierno fue destruido por las legiones romanas en el año 70. Ellos fueron expulsados de su antigua patria y tuvieron que ganarse a duras penas la vida en los guetos de una tierra hostil. Han sido perseguidos más allá de toda imaginación. El simple hecho de su existencia hoy como una nación entre las naciones es elocuente, testimonio vivo de la fidelidad de Dios, y a la fiabilidad de su Palabra de Verdad.

ISRAEL CEGADA POR LA FALTA DE FE

Curiosamente, la importancia real de este asombroso hecho está casi totalmente perdida, no sólo en el mundo en general, sino también por los propios judíos, que han sido los principales actores de este gran drama. Pues este pequeño país llegó a existir contra todos los pronósticos de la probabilidad. Casi ciertamente, cualquier otro pueblo que, después de casi dos mil años de padecimientos como los que ha sufrido la nación de Israel, habría sido asimilado en las culturas de los países a los que fueron dispersados. Nada sino el poder y las providencias del mismo Dios podría haber logrado la preservación de su identidad como pueblo.

Aunque los judíos mismos han estado cegados por el hecho de que hasta el día de hoy, el gran Dios del universo está dirigiendo su destino, aquellos cuyos corazones han sido bendecidos con una comprensión del gran plan de las edades del Padre Celestial tienen su fe fortalecida, y ven cómo se desenlazan los acontecimientos en la tierra de Israel y en la región circundante del Medio Oriente.

Mientras Abrahán moraba en la tierra de Canaán, Dios le repitió esta promesa, diciendo: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el Aquilón, y al Mediodía, y al Oriente y al Occidente; porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu simiente para siempre. Y haré tu simiente como el polvo de la tierra: que si alguno podrá contar el polvo de la tierra.” (Gén. 3:14-16) De nuevo, cuando Abrahán tenía noventa y nueve años, Dios se le apareció y, una vez más confirmó la promesa. Él dijo, “Y te daré a ti, y a tu simiente después de ti … toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. (cap. 17:8) En una ocasión posterior, después de que Abrahán había demostrado su fe por su voluntad de ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio, Dios hizo una extraordinaria promesa a Abrahán, en el sentido de mediante su simiente (la de Abrahán) “todas las naciones de la tierra” serían bendecidas. –cap. 22:18

A partir de ese momento, Dios se ha esforzado por asegurar a los descendientes de Abrahán, de su amor y cuidado por ellos. Una y otra vez les aseguró que eran su pueblo, y que el era su Dios. En el tercer mes después de que él los liberó de la servidumbre en Egipto, cuando se estaba a punto de iniciar su largo viaje a través del desierto, él parecía especialmente ansioso de asegurarles de su amor y cuidado por ellos como su pueblo muy especial. “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” les dijo. “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.” –Exod. 19:4

Incluso después de repetidas instancias de incredulidad durante la jornada de cuarenta años a través del desierto, y habiendo llegado a Jordania antes de entrar en la Tierra prometida, Dios volvió a hablar con ellos mediante Moisés. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.” (Deut. 7:6) Mil años más tarde, y después de numerosas otras infracciones de su pacto con él, aun así Dios los amaba y los apreciaba, aunque lo consideró necesario corregirlos, como un padre disciplina a sus hijos rebeldes. A través del profeta Amós, les dijo, “Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.” –Amos 3:1, 2

“SU CASA OS ES DEJADA DESIERTA”

Su derrota final como nación, debido a su incredulidad, y la eliminación de su situación privilegiada como un especial tesoro de Dios y como un reino de sacerdotes, ocurrió unos siete siglos más tarde, cuando, a pesar de las muchas señales que él era realmente el prometido Mesías— la “simiente” de la bendición— rechazaron a Jesús. El mismo Jesús, después que los judíos en su conjunto habían puesto en manifiesto su incredulidad, que pronunció las palabras de ruina sobre su casa. Les dijo: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.” Entonces, como si estuviera refiriéndose a las calamidades que les sobrevendrían, él añadió, “Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.” –Mat. 21:42-45

Poco tiempo después, Jesús anunció su rechazo final como nación, con estas palabras: “¡Jerusalén, Jerusalén, la que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” –Mat. 23:37-39

Con qué tristeza Jesús debe haber dicho estas palabras en cuanto al pueblo que ciertamente había sido el tesoro especial de su Padre. Sin duda las palabras de Moisés deben haber llegado a su mente: “Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió.” –Deut. 32:9-12

Estas palabras de Moisés no se pronunciaron sin una pizca de la tragedia que, mucho tiempo después, iba a tener lugar, pues también dijo que, “De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios tu creador… Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; me provocaron a ira con sus ídolos; yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con una nación insensata.” –vss. 18, 21

LA “RECOMPENSA” DE LA INCREDULIDAD

El Apóstol Pedro luego amplió más este tema, y demostró que son los llamados de la presente edad evangélica, tanto de los judíos como de los gentiles, que heredarán las promesas y serán el tesoro especial y el reino de sacerdotes de Dios. Él escribe, “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Mas vosotros [los seguidores asidos de Jesús durante la Edad Evangélica] sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios … que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios.” –1 Pet. 2:7-10

No mucho después de que Israel fue rechazado como nación, Jerusalén fue destruida por los romanos, y el pueblo judío fue esparcido entre las naciones del mundo. En los siglos que siguieron la tierra de Israel se convirtió en posesión a su vez de Roma, los musulmanes, Egipto, los turcos, y, finalmente, en 1920, de Gran Bretaña bajo el mandato de la Sociedad de Naciones.

“¿CUÁL ES NUESTRA INIQUIDAD?”

Este desenlace trágico no debería haber sido imprevisto por los judíos perspicaces, porque Dios les había advertido varias veces de las terribles consecuencias de la desobediencia a su pacto. Por ejemplo, había dicho al profeta Jeremías: “Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo haré cesar en este lugar, delante de vuestros ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y toda voz de alegría, y toda voz de esposo y toda voz de esposa. Y acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán ellos: ¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová nuestro Dios? Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, y los sirvieron … y me dejaron a mí y no guardaron mi ley… Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido, y allá serviréis a dioses ajenos de día y de noche; porque no os mostraré clemencia.” –Jer. 16:9-13

ESPARCIDOS ENTRE LAS NACIONES

Mucho antes, cuando los israelitas estaban a punto de cruzar el Jordán a la tierra prometida, Moisés les recitó las infinitas bendiciones que deberían ser las suyas si mantuvieron su pacto con Dios. Sin embargo, señaló también los dolores de la desobediencia, diciendo: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.” –Deut. 28:15

A continuación, se produce una sorprendente lista de maldiciones, incluida la declaración de que serían “vejado[s] por todos los reinos de la tierra… Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová… Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios… Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo.” –vss. 25, 37, 62, 64

Cuando Jacob descendió a Egipto, toda su familia comprendió sólo setenta almas. (Deut. 10:22) 300 años más tarde, al salir de Egipto, el número de varones de veinte años arriba que podían “salir a la guerra” equivalía a una multitud de más de 600.000, sin contar la tribu de Leví. (Num. 1:45, 46) Esto podría sugerir que, incluidos todas las mujeres y todos los hombres menores de veinte años de edad, el número de los israelitas que salieron de Egipto, ascendería a aproximadamente unos 2,5 millones de personas. Verdaderamente, la promesa de Dios a Abrahán de que su simiente llegaría a ser como las estrellas del cielo y como la arena del mar (Gén. 22:17) fue ampliamente cumplida de una manera literal (Deut. 10:22), justo como el Apóstol Pablo lo confirmó más tarde. (Heb. 11:12) No es de extrañar, que el rey de Egipto que “no conoció a José”, se alarmara de su presencia en la tierra de Gosén. –Éxodo 1:7

No hay manera, por supuesto, de determinar cuántos judíos había en el momento de su rechazo del Mesías y su dispersión posterior a las naciones de la tierra. Sin embargo, sabemos que no lograron mantener su pacto con Dios, y por lo tanto, es de suponer que como resultado de ello, su número fue reducido como Moisés había profetizado. Sabemos también que, mientras que en su relativamente corta estancia de unos pocos siglos en Egipto había aumentado su número de una mera setenta personas a unos 2,5 millones, sin embargo, durante los siguientes 4.400 años hasta justo antes de la Segunda Guerra Mundial habían aumentado solamente a cerca de 16 millones en todo el mundo, de los cuales cerca de 6 millones murieron posteriormente en el holocausto durante aquella guerra.

Sabemos también que las maldiciones que se predijeron que serían el resultado de la desobediencia han caído pesadamente sobre aquel pueblo tan oprimido. Bien pudiera ser que los sentimientos de muchos de los judíos se reflejan realmente en las palabras del lechero judío en la obra, “El Violinista en el tejado”, cuando oró melancólicamente, “Señor, sabemos que somos tu pueblo escogido; pero, ¿por qué no eliges a otro pueblo por un rato?”

LA VACILANTE ESPERANZA DE UNA PATRIA

Pero a través de todos estos siglos agonizantes siempre se mantenía viva en los corazones de muchos judíos, aunque como una simple llama vacilante, la esperanza de regresar algún día a la tierra prometida. Esta esperanza los sostuvo en sus aflicciones; los mantuvo vivos en sus barriadas. Por último, en 1878, como consecuencia del Congreso de Naciones en Berlín, se abrió el camino para que los judíos pudieran comprar tierra en Palestina. Colonos judíos empezaron a llegar desde Europa para ganarse a duras penas una existencia precaria de entre vecinos hostiles.

Cuando empezó la Primera Guerra Mundial en 1914, que marcó el fin de los “tiempos de los Gentiles”, durante los cuales Israel y su pueblo habían sido “hollados” por las naciones gentiles durante más de veinte y cinco siglos- desde el momento de su último rey, Sedequías. (Lucas 21:24) Al fin de la Primera Guerra Mundial, Palestina llegó a estar bajo el control de Gran Bretaña, cuyo ministro de relaciones exteriores, Lord Balfour, emitió la Declaración Balfour, por medio de la cual el gobierno británico se comprometió en apoyar la esperanza sionista de establecer un hogar nacional para los judíos en Palestina.

Para aquellos que acogieron esta esperanza se reforzó aún más en 1920, cuando Gran Bretaña adquirió Palestina como un mandato de la recién creada Sociedad de Naciones, y los judíos en modestos números empezaron a mudarse a aquella tierra. Sin embargo, cuando Hitler llegó al poder en Alemania en 1933, las terribles persecuciones que siguieron impulsaron a un mayor número de buscar refugio en Palestina. Los que lograron hacerlo fueron los afortunados, pues durante la Segunda Guerra Mundial alrededor de 6 millones de judíos fueron cruelmente asesinados, constituyendo una de las manchas más negras de ensuciar la historia de la tal llamada civilización humana desde el principio del mundo.

Poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, las severas restricciones de inmigración que habían sido impuestas por Gran Bretaña terminaron cuando las Naciones Unidas eliminaron este mandato, y abrieron el camino por la partición de Palestina. En mayo de 1948, los judíos proclamaron la creación del Estado de Israel en Tel Aviv. Las naciones árabes vecinas atacaron al país recién nacido, pero finalmente Israel tuvo éxito en repeler a los atacantes, e incluso ganó algunos territorios árabes. Desde ese momento los judíos y los árabes han peleado en numerosas otras guerras y han participado en conflictos menores, casi todos de los cuales han dado lugar a una Israel más fuerte.

Verdaderamente, los acontecimientos de los setenta años que anticiparon el restablecimiento de Israel como nación en 1948, pudieran haber parecido notables a los ojos humanos, incluso tal vez a los ojos de los judíos. Sin embargo, no fueron así a los ojos de Dios, porque tuvieron lugar con su permiso.

UN FUTURO INCIERTO

Ahora, unos sesenta y cinco años más tarde, el mundo judío está mirando con incertidumbre el resultado de los presentes conflictos civiles en Egipto y Siria, con un ojo en los Estados Unidos para ver qué papel, si hay alguno, que este país va a adoptar en la región. Temen que la intervención de los Estados Unidos pueda resultar en represalias contra Israel, o que pudiera dejarla más vulnerable a ataques futuros por sus enemigos, a pesar de que ella no participa en los conflictos civiles de las naciones árabes en torno a ella. A pesar de los disturbios civiles y disturbios en los países árabes, muchos piensan que están unidas todavía en una sola cosa: la repetida intención de causar finalmente la desaparición de Israel.

Es este temor que acosa a los corazones de los judíos en todo el mundo, aun si no es admitido por la mayoría de ellos. Creen firmemente que si ocurriese tal calamidad, ningún judío estaría seguro en ninguna parte del mundo. Así pues, se ha visto que, en las numerosas guerras y conflictos que Israel ha experimentado desde 1948, los judíos de todo el mundo se han reunido en sincero apoyo de ella —por manifestaciones, por ofertas se servir a Israel en cualquier capacidad —aun en el ejército y por verter grandes sumas de dinero en los cofres de la nación en un inmenso esfuerzo para preservar su existencia nacional. Si la nación de Israel se le permitiera desaparecer, entonces sus vidas y la vida de sus familias, una vez más, como en los días de sus peores persecuciones, podrían estar en peligro. Realmente, como se considera la trágica historia de que ha sufrido este pueblo, uno puede fácilmente simpatizar con su consternación.

“EL TIEMPO DE ANGUSTIA” DE JACOB

Que habría un tiempo de mucha ansiedad para el pueblo judío después de reunirse en su propia tierra es indicado por el profeta Jeremías. Él escribe: “Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán… Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros.” (Jer. 30:3, 5, 6) Parece que nos estamos acercando a este período tan vívidamente descrito por el profeta.

¿Qué clase de mañana, entonces, puedan esperar los judíos y la nación de Israel desde este punto? Los profetas describen un momento de gran dolor y sufrimiento que sobrevendrá a Israel. Sin embargo, justo cuando todo parezca irremediablemente perdido, humildemente se dirigirán sus indómitos corazones a Dios, diciendo, como profetizó Jesús, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (Mat. 23:39) Habiendo aprendido las lecciones de su desobediencia, Dios prestará auxilio a Israel. Note estas palabras, ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado.” (Jer. 30:7) “Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones [que vendrán contra Israel], como peleó en el día de la batalla.” –Zac. 14:3

“¡NO TEMAS … OH ISRAEL!”

Después de hablar de este tiempo de angustia de Jacob, y añadiendo que “de ella será librado”, el Profeta Jeremías ofrece mucha esperanza y ánimo a Israel. “Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.” –Jeremías 30:10, 11

De esta manera, Dios revelará con claridad tanto a Israel como al resto del mundo que él es el único Jehová Dios Todopoderoso, y que sus promesas son verdaderas, y su fidelidad es eterna. Israel será prueba de este hecho. Al igual que era una “maldición entre las naciones”, “será una bendición”, un ejemplo vivo a todos los pueblos de los atributos de Dios de justicia, sabiduría, poder y amor. (Zac. 8:13) A esto, Pablo añade, “Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi [Nuevo] pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados… Porque Dios sujetó a todos [tanto a los judíos como a los gentiles] en desobediencia, para tener misericordia de todos.” –Rom. 11:26, 27, 32



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba