ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 2 de junio

Santo, Santo, Santo

Versículo Clave: “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”
—Isaías 6:3

Escritura Seleccionada:
Isaías 6:1-8

LA VISIÓN DE Isaías registrada en los versículos de nuestra lección es muy simbólica. El versículo 1 indica claramente que la visión se enfoca en Dios sí mismo. Es a quien Isaías, en la visión, vio “sentado sobre un trono alto y sublime”, en el templo, su morada simbólica. Isaías vio a “serafines”, cada uno con seis alas y dos alas cubriendo sus rostros, dos cubriendo los pies, y dos para volar.

Con el llanto de los serafines, el templo en el cual Isaías vio al Señor en la visión parece vivo. “Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” (vs. 4) El movimiento de los puestos de la puerta del templo y la casa lleno de humo parece representar el hecho de que la nación de Israel, debido a la infidelidad, pronto iba a perder su lugar de favor con Dios, y que su opinión de él estaba confusa, como si fuera con humo.

No podemos estar seguros de lo que eran realmente los serafines que Isaías vio, pero la palabra en sí tiene la idea de algo ardiente o que arde. En la visión de Isaías, el ver un objeto ardiente o un ser de algún tipo, era un detalle que él probablemente recordara y enfocara su atención. Tal es el caso aquí, pues en nuestro versículo clave, Isaías nota que los serafines claman en voz alta uno al otro, proclamando la santidad de Dios, quien es el tema de la visión. En símbolo, los serafines parecen representar los atributos cardinales del carácter de Dios, a saber, la prudencia, la justicia, el amor y el poder, todo los cuales hablan, o claman, en relación con su santidad.

A medida que la visión de Isaías continua, él se da cuenta, en cambio, de su propia condición injusta en comparación con la santidad superlativa de Dios. Él dice, “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” –vs. 5

En la visión, uno de los serafines entonces viene a Isaías con un “carbón encendido en la mano”, tomado del altar del templo. Él lo pone sobre la boca de Isaías, y dice: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” (vss. 6, 7) Creemos que esto representa simbólicamente cómo el atributo de Dios de la justicia - uno de los serafines simbólicos de la visión - limpia su pueblo del pecado por medio de la fe en la sangre derramada de Jesús. Pablo dijo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” –Rom. 5:1

A medida que la visión de Isaías concluye – ya habiendo sido limpiado del pecado - la voz de Dios viene a él, diciendo: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” (Isa. 6:8) Aquí vemos que para ser “enviado” en el servicio de Dios, uno debe limpiarse o justificarse – hacerse justo en sus ojos. Para aquellos hechos justos de este modo a los ojos de Dios, es su deseo de enviarles a más servicio en su nombre y para su causa.

Para los seguidores asidos y consagrados de Jesús durante la presente Edad Evangélica, hemos sido invitados a presentar nuestros “cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.” (Rom. 12:1) Por los procesos de reconocer primero nuestra condición deshecha, haciéndonos santos por la sangre limpiadora de Jesús, y nuestra consagración de corazón a Dios, somos capaces de unirnos a Isaías en responder a la llamada de Dios, y decir con él, “Heme aquí, envíame a mí.”



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba