ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 16 de diciembre

Unidad en el Cuerpo de Cristo

Versículo Clave: “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo.”
—Ef. 4:4,5

Escritura Seleccionada:
Ef. 4:1-16

LA UNIDAD EN EL CUERPO de Cristo tiene muchos rasgos. Como considerado en nuestra lección anterior, primero significa que la relación con Dios de cada individuo consagrado del cuerpo de Cristo se basa en el mismo fundamento—fe en la sangre redentora de Jesús. En esto estamos unificados, con Jesús como nuestra fuente común de vida a la vista de Dios.

Hay otros rasgos con respecto a esta unidad. Debemos tener la unidad en el sentido de que debemos esforzarnos por seguir el mismo modelo de carácter y vida que Jesús nos puso como ejemplo. Debemos “andar dignos de la vocación” con que fuimos llamados, desarrollando los mismos rasgos de carácter ejemplificados por Jesús—“humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.” (Ef. 4:1,2) Desarrollándonos de esta manera nos ayuda a “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” —vs. 3

Nuestros Versículos Claves, y también el versículo 6, hablan de varios aspectos de la unidad que están relacionados con las enseñanzas fundamentales de la Biblia. Hay sólo “un cuerpo” de Cristo desarrollado por Dios. Hay “un Espíritu,” el Espíritu Santo de Dios, por el cual somos engendrados. Hay “una esperanza” de nuestra vocación, la esperanza de gloria, honra, e inmortalidad. Hay “un Señor,” nuestro Señor Jesucristo; “una fe” basada en su obra de redención; y “un bautismo” en su muerte de sacrificio. Hay “Un Dios y Padre de todos,” enfatizando el hecho de que Dios es un ser distinto del “Señor” Jesús y del Espíritu Santo.

Pablo nos dice en nuestra lección que para ayudar a poner en práctica la unidad del cuerpo de Cristo, Dios proveyó a “apóstoles”, “profetas”, “evangelistas”, “pastores y maestros.” Todos estos han proclamado armoniosamente el mensaje de verdad al pueblo de Dios a través de la Edad Evangélica, “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” (vss. 11,12) Sin embargo, la “unidad de la fe” final no vendrá hasta que el cuerpo de Cristo sea completo, habiendo alcanzado fielmente por la muerte “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” —vs. 13

Debemos tener gran cuidado en mantener nuestra unidad en Cristo, y no ser como niños “llevados por doquiera de todo viento de doctrina,… sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” (vss. 14,15) Note que Pablo menciona dos cosas importantes acerca de nuestro crecimiento en Cristo. Primero, no podemos crecer en él si somos llevados por doquier de todo “viento de doctrina” que pudiéramos escuchar. Jesús proclamó un solo mensaje unificado de la verdad, no dos o tres, y debemos reivindicar como lo nuestro aquel solo mensaje del evangelio. En segundo lugar, crecer en Cristo significa que hablaremos aquel solo mensaje del evangelio—la verdad—en amor, y al hacerlo, “creceremos” en su semejanza de carácter.

El último versículo de nuestra lección proporciona una conclusión apropiada a esta consideración de la unidad en Cristo: “De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” —vs. 16



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