ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 9 de diciembre

Uno en Jesucristo

Versículo Clave: “En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.” —Ef. 2:21

Escritura Seleccionada:
Ef. 2:11-22

ANTES DEL PRIMER advenimiento de Jesús, los tratos de Dios por casi dos mil años eran principalmente con la nación de Israel. Ellos estaban en una relación de pacto por medio del arreglo de la Ley Mosaica, mientras que otras naciones y pueblos—gentiles—no estaban en ninguna relación directa con Dios. Sin embargo, la muerte de Jesús como rescate por Adán y su raza no sólo redimió a los israelitas, sino también a toda la humanidad, ya que todos estaban “en Adán.” —1 Cor. 15:22

La vida, muerte y resurrección subsecuente de Jesús también abrió un nuevo arreglo—un “camino nuevo y vivo.” (Heb. 10:20) Por medio de ello, no sólo los judíos, sino también los gentiles, ahora tendrían la oportunidad de entrar en una relación con el Padre Celestial. Los judíos y los gentiles podrían considerarse, como declara nuestro título, “Uno en Jesucristo.” Esto fue porque Jesús murió en “rescate por todos.” (1 Tim. 2:6) Este es el enfoque de nuestra lección como encontrado en las palabras del Apóstol Pablo a los efesios.

En la antigüedad, los hermanos de Efeso, señala Pablo, eran “gentiles en cuanto a la carne,” “alejados de… Israel,” “ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza,” y por lo tanto “sin Dios.” (Ef. 2:11,12) Pablo sigue: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo.” —vss. 13-16

Las palabras de Pablo nos dicen que antes de la obra redentora de Jesús, los gentiles se consideraban “lejos.” Una “pared intermedia de separación” los separó de los judíos, y ambos grupos se consideraban en “enemistad” el uno con el otro. Sin embargo, la sangre de Cristo abolió estas divisiones, reconciliando ambos grupos con Dios “mediante la cruz.” La fe en la sangre de Jesús era el requisito tanto para los judíos como para los gentiles a fin de reconciliarse con Dios, y así ser “uno” con él y el uno con el otro. Hasta hoy en día, esta misma fe sigue siendo el medio por el cual deben venir todos los que desean ganar una relación con Dios. “Justificados [declarados justos a la vista de Dios], pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” —Rom. 5:1

Siguiendo nuestra lección, Pablo dijo a los hermanos de Efeso que por medio de Jesús tanto los creyentes judíos como los creyentes gentiles tenían acceso al Padre Celestial mediante el poder y la influencia de su Espíritu Santo. Los gentiles que entraron ya no se considerarían “extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.” (Ef. 2:18,19) La verdad de la declaración de Pablo está enfatizada por su aseguramiento de que este nuevo arreglo de la Edad Evangélica fue edificado sobre un fundamento seguro—las palabras de los profetas, los apóstoles, y Jesucristo mismo como “la principal piedra del ángulo.” (vs. 20) Nuestro Versículo Clave declara que este templo espiritual simbólico, compuesto tanto de judíos como de gentiles, sería bien coordinado como “una morada de Dios en el Espíritu.” —vs. 22



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba