EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

¿Es el Hombre Inmortal?

“Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre alma viviente.” —Gén. 2:7 (RV 2009)

La teoría de la inmortalidad inherente alega que cuando lo que llamamos la muerte alcanza a un ser humano, él realmente llega a ser más vivo que antes. Esta teoría se basa en la suposición de que en algún lugar dentro del organismo humano hay una entidad evasiva, intangible, e invisible o una inteligencia llamada un “alma”. La aseveración de los teólogos consiste en que este alma es inmortal o “a prueba de muerte.” De ahí, cuando muere el cuerpo, esta inteligencia interior, u hombre verdadero, escapa de su prisión de limitaciones humanas y está libre de disfrutar de la vida para siempre en un plano de existencia mucho más alto, a menos que esto haya sido un alma mala. En el último caso, según la teología tradicional, el alma debe sufrir agonías indecibles en un infierno ardiente de fuego y de tormento literal, o, a lo más, pasar por un período largo de sufrimiento en el purgatorio antes de que ella pueda disfrutar de la libertad y de las bendiciones de los cielos.

La expresión “alma inmortal” se usa tan comúnmente en la conversación religiosa que su verdad se da por sentado por la mayoría que no han hecho una investigación en cuanto a su fundamento bíblico. Por esta razón, será una sorpresa distinta a muchos al aprender que esta expresión no se encuentra en la Biblia de ningún modo. La inmortalidad tradicional del alma humana es puramente un producto de las teorías del hombre, y no tiene ningún apoyo bíblico en absoluto.

La palabra “alma” como se usa en el Antiguo Testamento es una traducción de la palabra hebrea néfesh. La concordancia de la Biblia del Profesor Strong declara que la palabra néfesh simplemente significa “criatura que respira,” o, libremente traducida, lo que está animado, o vivo—un ser consciente. La palabra se usa en el Antiguo Testamento con respecto a los animales inferiores así como al hombre. En Números 31:28 se aplica a tales animales como “bueyes”, “asnos”, y “ovejas”. Así que si debiéramos insistir en que la palabra hebrea néfesh, traducida “alma” en el Antiguo Testamento, signifique “alma inmortal,” entonces estaríamos obligados a concluir que los animales inferiores también poseen almas inmortales—una conclusión que pocos quisieran aceptar.

La palabra “alma” en el Nuevo Testamento se traduce de la palabra griega psujé. Sabemos que esta palabra tiene exactamente el mismo significado que la palabra hebrea néfesh, por la razón que el Apóstol Pedro la utiliza para traducir ésta cuando cita del Salmo 16:10. La cita del Apóstol se encuentra en Hechos 2:27, y dice: “Porque no dejarás mi alma [griego: psujé; hebreo: néfesh—un ser consciente] en el Hades [el sepulcro, la condición de la muerte], ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” Pedro nos dice que esta es una profecía acerca de la muerte y la resurrección de Jesús—que su alma no fue dejada en la muerte.

La palabra “alma”, y su plural, “almas”, se usan en la Biblia más de quinientas veces, pero en ningún caso se hace alusión a que las almas humanas son inmortales. Al contrario, dondequiera que la Biblia hable del tema de la muerte con respecto al alma, ella distinta y claramente declara que el alma, justo como el cuerpo, está sujeta a la muerte. Por ejemplo, por medio del profeta Dios dijo, “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.” (Eze. 18:4) En el Nuevo Testamento leemos las palabras de Jesús, “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [Gehena—destrucción].” (Mat. 10:28) Aquí Jesús dice que hasta aquellas almas que van al infierno de la Biblia son destruidas, no atormentadas.

En Mateo 26:38 se relata que Jesús dijo que, “Mi alma está muy triste, hasta la muerte.” Esto está totalmente en armonía con la declaración profética acerca de Jesús que dice que su alma fue puesta “expiación por el pecado.” (Isa. 53:10) El alma de Jesús murió. Por aquel gran sacrificio las almas de toda la humanidad son redimidas de la muerte, y todas, finalmente, serán resucitadas de la condición de la muerte.

Otro uso interesante de la palabra griega psujé, o alma, en el Nuevo Testamento se encuentra en Hechos 3:20-23. Aquí tenemos una profecía que describe la obra de restauración, o restitución, que será llevada a cabo por el Mesías después de su segunda venida y el establecimiento de su reino. Se nos dice que en aquel tiempo “toda alma que no oiga [obedezca] a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.” Así que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enfatizan el hecho que las almas humanas son mortales, sujetas a la muerte, y que finalmente todas las malas almas han de ser destruidas en la muerte eterna—no preservadas y atormentadas, como quisieran hacernos creer los credos de la Edad de las Tinieblas.

Creación De La Primera Alma Humana

Examinemos ahora con cuidado el proceso por el cual la primera alma humana llegó a existir, ya que esto nos ayudará a entender más claramente exactamente lo que es un alma. El relato bíblico al respecto se da en nuestro texto temático al principio de este artículo. Note que el alma en este texto de Escritura se demuestra ser el resultado, o el producto, de una unión del cuerpo, u organismo, con el aliento de vida—“fue el hombre alma viviente.” Este pasaje no dice, como muchos han supuesto erróneamente en el pasado, que Dios creó al hombre y luego inyectó un alma en él. Más bien declara que en la creación, el hombre “llegó a ser” un alma, que es completamente diferente.

Primero, según el registro, el organismo, o el cuerpo, del hombre fue “formado… del polvo de la tierra.” Esto está en armonía científicamente con los hechos como los sabemos hoy, ya que el cuerpo del hombre está formado completamente de varios elementos químicos encontrados en la tierra. Entonces, en este organismo, por medio del poder milagroso de Dios, fue impartido el “aliento de vida”—el poder de animación del aire que respiramos, y que es necesario para sostener la vida. La palabra hebrea aquí traducida “aliento”, es neshamá, que, según el Profesor Strong, literalmente significa “aliento”. El hecho que fue respirado en las fosas nasales de Adán enfatiza el hecho que fue aliento. Seguramente las fosas nasales serían un lugar improbable para la ubicación de un alma inmortal.

Cuando el aliento de vida fue soplado en las fosas nasales de este primer organismo humano, llegó a ser vivo, o, como declara el texto, “fue alma viviente.” Visto así, el alma es realmente lo que resulta de la unión del organismo con las calidades vivificantes del aliento—el “aliento de vida.” Una ilustración simple de esto es la luz eléctrica. La bombilla, con su vacío interno, filamento, etc., no es luz. Tampoco es luz la electricidad que fluye por la bombilla, sino que es la unión de la bombilla con la electricidad que produce la luz. Destruya la bombilla—correspondiendo al organismo—o corte la corriente eléctrica—correspondiendo al aliento de vida—y se apague la luz. Es decir, deja de existir, siendo extinguida.

Es el mismo con el alma humana. Cuando el cuerpo está perjudicado por enfermedad o accidente, al punto donde ya no puede funcionar suficientemente bien para utilizar los impulsos sostenedores de vida del aliento de vida, el alma, o la vida, del individuo “sale,”—deja de existir—muere. Igualmente, si por alguna razón, o de alguna manera, el aliento de vida se quita del cuerpo, como en el ahogamiento, o asfixia, la vida cesa también—el alma muere.

Se debe tener en cuenta, con respecto a esto, que el otorgamiento de vida, las manifestaciones externas de las cuales somos capaces de entender hasta cierto punto, está en las manos del Creador. Él es la fuente de toda la vida en la tierra. No es posible que el hombre forme un organismo, lo infunda con un poco de la atmósfera de la tierra, y haga que ello viva. El aire literal es el aliento de vida tanto para los humanos como para los animales inferiores, porque es el medio que el Creador ha usado por el cual el principio de vida se transmite a todas las criaturas en la tierra. Este “principio de vida” viene sólo del Creador—el hombre no puede duplicarlo. Se atribuye directamente al poder todopoderoso de Dios, y es la única fuente por la cual existe la vida humana.

A medida que persigamos nuestra investigación de este tema, descubriremos que la Biblia da una esperanza de vida futura y eterna para los seres humanos, no porque él puso algo al principio en su organismo que es inmortal, sino porque ama su creación humana. El Creador propone, por medio de la resurrección, impartir otra vez el principio de vida a la humanidad—a todos los que obedezcan su ley.

La Esperanza De La Inmortalidad

Como ya hemos notado, la expresión “alma inmortal” no se encuentra en la Biblia en absoluto. La palabra “inmortal” se usa sólo una vez en toda la Biblia, y en aquel caso se aplica a Dios y no al hombre. Citamos: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos.” (1 Tim. 1:17) En 1 Timoteo 6:16 tenemos un pasaje semejante al anterior en el cual se usa la palabra inmortalidad. Este texto también habla de Dios, y dice: “El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno.” Estos dos pasajes bíblicos deberían resolver definitivamente la cuestión en cuanto a si el hombre, por naturaleza, es una criatura inmortal.

La palabra inmortalidad se usa otras cuatro veces en la Biblia, y en cada caso describe una futura recompensa condicional para los que en esta vida andan fielmente en los pasos del Maestro. Enfaticemos de nuevo el hecho de que no intentamos demostrar que no haya ninguna futura vida para los seres humanos. Sino, más bien, toda la esperanza de una futura vida, según la Biblia, se basa en el hecho que habrá una resurrección de los muertos, no en la suposición que el hombre es inmortal por naturaleza, y por eso no puede morir.

Consideraremos las cuatro escrituras que se refieren a aquellos cuya esperanza es de ser exaltada a la inmortalidad con el Señor. Romanos 2:7 dice: “Vida eterna a los [en Cristo] que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” Este texto muestra que la inmortalidad no es una posesión ahora de aquellos en Cristo, sino más bien que es algo que debe ser buscado, “perseverando en bien hacer.”

En 1 Corintios 15:53 leemos: “Esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” Aquí se nos dice que la inmortalidad es una calidad, que, si ha de ser poseída alguna vez, debe “vestirse.” Claramente el Apóstol dice que ahora somos seres “mortales”. El siguiente versículo dice: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”

Hay otro texto en la Biblia en la cual aparece la palabra inmortalidad, y es 2 Timoteo 1:10. Esto dice: “Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.” Es evidente de este pasaje que nadie antes del primer advenimiento de nuestro Señor tenía la menor oportunidad de buscar la inmortalidad, como los seguidores de Cristo durante esta Edad Evangélica están animados a hacer. Esto demuestra, además, que toda la esperanza de vida e inmortalidad está centrada en Jesús y con su obra de redención.

¿Qué Es La Muerte?

La muerte es el mayor enemigo del hombre. Solamente la Biblia, de todas las fuentes de información disponibles al hombre, nos proporciona información concreta acerca del futuro de los que son abatidos por este enemigo aterrador. La Palabra de Dios promete que habrá un tiempo cuando “ya no habrá muerte,” y, además, que los que hayan muerto vivirán otra vez. (Apoc. 21:4; Juan 5:28) Un conocimiento de la provisión del Creador para una raza agonizante debería dar verdadero consuelo a los que lloran a sus seres queridos que han muerto.

Añadida al espectro horrible de la muerte en sí, es la incertidumbre admitida de la mayoría en cuanto a lo que está más allá de la tumba. ¿Qué pasa a un individuo en el momento justamente después de la muerte? ¿Está vivo aún el individuo de alguna manera misteriosa, cerniéndose alrededor de la funeraria mientras sus amigos se reúnen para llorar a su fallecimiento? ¿Se ha marchado a algún lugar desconocido y hermoso de la felicidad eterna? ¿En caso de que el difunto no fuera cristiano, está él ahora en las regiones tradicionales de maldición, dónde está condenado a sufrir una eternidad de tormento en un infierno de fuego y azufre?

Por mucho que quisiéramos, no podemos descartar estas preguntas de nuestras mentes. Muchos pueden consolarse parcialmente en el pensamiento de que por lo menos muchos de sus amigos íntimos y familiares que han muerto eran de carácter bueno, creyentes fieles en el cristianismo como lo entendían, y de ahí, según sus creencias aceptadas, deben estar felices ahora en el cielo. Pero, muchos también han tenido algunos queridos amigos, y familiares probablemente, que hayan muerto fuera de la esfera de la creencia y práctica ortodoxa, y no pueden dejar de preguntarse qué ha sucedido con ellos. ¿Sufren ahora o están felices?

La Ciencia No Ofrece Ninguna Esperanza

La ciencia nos dice que no hay ninguna prueba de que la vida humana continué después de la muerte, de modo que por lo que concierne el principio de vida, el hombre no es distinto de los animales inferiores. Por eso, concluimos que la inteligencia superior del género humano no es debido a la teoría tradicional que el hombre tenga escondida dentro de sí mismo una inteligencia separada llamada un “alma”, o un “espíritu”, sino al hecho de que fue creado como un organismo superior, y más refinado, que la creación animal, pero mortal a la vez.

Notemos ahora algunos pasajes bíblicos que demuestran claramente que la ciencia tiene razón por lo que concierne la condición actual de los muertos. Eclesiastés 9:5 dice, “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben.” Salmos 49:10-12 es también al grano: “Pues verá que aun los sabios mueren; que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, y dejan a otros sus riquezas. Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones para generación y generación; dan sus nombres a sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que perecen.”

Después de la transgresión de nuestros primeros padres, Dios dijo, “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Gén 3:19) David hace una declaración enfática en cuanto a la condición de aquellos que vuelven al polvo. “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos.” (Sal. 146:4) No hay manera de equivocarse en cuanto al hecho de que estas palabras describen una persona muerta como absolutamente inconsciente, hasta sus pensamientos han perecido.

Note de nuevo la declaración del salmista: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra.” Si un ser humano, como un alma consciente y viviente llegara a existir por medio de la unión del cuerpo material con el aliento de vida, como ya hemos mostrado ser el caso mediante las Escrituras, parecería razonable que cuando se separen estos dos elementos, cesaría la vida. Esto es exactamente lo que el texto declara: “En ese mismo día perecen sus pensamientos.”

Algunos pueden preguntarse sobre el “aliento de vida,” pensando que quizás esto pudiera describir aquella parte tradicional y misteriosa de nuestro ser que sigue viviendo después de la muerte del cuerpo. Examinemos ahora un pasaje que describe el momento de la muerte, demostrando exactamente lo que pasa con los dos elementos principales que la divina sabiduría creativa ha combinado para producir la vida humana. Dice: “Y el polvo [cuerpo] vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” —Eccles. 12:7

La clave a un entendimiento apropiado de este texto se encuentra en la palabra “vuelva”, usada tanto con respecto al cuerpo como con respecto al espíritu. Se dice que el cuerpo vuelve a la tierra. Esto es porque al principio sus elementos vinieron de la tierra. Se deduce, por lo tanto, que si el espíritu vuelva a Dios, debe haber estado con Dios antes de que entró en el organismo humano. Si estar con Dios en este sentido significa estar en el cielo, entonces resulta que si el “espíritu” aquí mencionado es una entidad consciente, capaz de disfrutar de la vida en un cielo espiritual, esto significa que cada persona debe haber estado en aquel cielo espiritual antes de que nacieron, si no, no se pudiera decir que “vuelvan” allí cuando mueren.

Lo Que Es Realmente El “Espíritu”

La palabra hebrea aquí traducida “espíritu”, es ruakj. El Profesor Strong nos dice que esta palabra hebrea ruakj significa “viento”, o “aliento”. Es la misma palabra hebrea que se traduce “espíritu” en Génesis 7:15, donde se dice que los animales inferiores lo poseen. Citamos: “Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu [ruakj] de vida.” Si el uso de la palabra ruakj para describir el aliento o el espíritu de vida en los seres humanos significa que tenemos dentro de nosotros algún tipo de entidad inteligente que sigue viviendo después de la muerte del cuerpo, esto también significa que los animales inferiores intrínsecamente poseen una entidad intangible semejante que nunca puede morir.

Sin embargo, cuando razonamos en armonía con la Palabra de Dios, todo está claro. Génesis 2:7 declara que Dios creó al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices el aliento de vida. Se dice que el resultado de la unión del cuerpo con el aliento de vida es que el hombre llegó a ser alma viviente. Claramente, cuando el cuerpo vuelva a la tierra, y el aliento o el espíritu de vida vuelva a su fuente original—a Dios que lo dio—esto deja al individuo en exactamente la misma condición que era antes del nacimiento—una condición de inexistencia.

Para resolver esta cuestión aún más definitivamente, nos dirigimos a Eclesiastés 3:19-21, donde se usa otra vez la palabra hebrea ruakj. Aquí se dice que el aliento (ruakj) tanto del hombre como de la bestia va al mismo lugar en la muerte. “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?”

Los registros del Nuevo Testamento en cuanto al tema de la muerte están completamente de acuerdo con los del Antiguo Testamento. Jesús indicó que los muertos están en una condición de inconsciencia, la cual él comparó con el sueño. En Juan 11:11,14-46 tenemos un relato maravillosamente revelador de la enfermedad, muerte, y despertamiento de Lázaro, un querido amigo de Jesús. Marta y María, las hermanas de Lázaro, eran también amigos del Maestro, y cuando su hermano se enfermó ellas enviaron un mensaje a Jesús suponiendo que viniera de inmediato a ayudarles.

Sin embargo, en vez de ir inmediatamente al lado de la cama de su amigo, Lázaro, Jesús se demoró. Después que hubiera pasado algún tiempo él dijo a sus discípulos, “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” Los discípulos lo entendieron mal, suponiendo que Jesús se refiriera al sueño natural. Entonces les dijo claramente, “Lázaro ha muerto.” Más tarde, al sepulcro de Lázaro, Jesús se dirigió al difunto en voz alta diciendo, “¡Lázaro, ven fuera!” Se nos dice entonces que “el que había muerto salió.” No hay la menor idea aquí que el “alma” de Lázaro estaba en un cielo de felicidad o en un infierno de tormento. Según el registro, él estaba dormido en la muerte. Esta era la creencia y la enseñanza de Jesús.

En el relato del despertamiento de Lázaro del sueño de la muerte, hemos enfatizado el hecho que la esperanza bíblica para una vida más allá de la tumba radica en la seguridad de que habrá una resurrección de los muertos, más bien que en la suposición que el hombre posee la inmortalidad inherente. El Apóstol Pablo está completamente de acuerdo con esto. En 1 Corintios 15:12-18 él concluye que si no hay resurrección de muertos, “Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.”

En el libro de Apocalipsis, encontramos también la misma uniformidad de pensamiento en cuanto a la condición inconsciente de los muertos. Por ejemplo, el Revelador dice, “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos.” (Apoc. 20:13) Note el hecho que según el texto que acabamos de citar, se declara que los que están en el “Hades” bíblico están muertos. Esto significa que no están vivos en algún lugar siendo atormentados. Este texto también revela que la esperanza de los muertos radica en que serán entregados del Hades y resucitados a la vida.

Así que, en breve, la respuesta a la pregunta, “¿Dónde están los muertos?” es que ahora están en un estado de inconsciencia e inexistencia. Además, toda esperanza para una vida más allá de la tumba está centrada en la seguridad bíblica de que por medio del poder fuerte del gran Creador, ejercido por el Cristo divino durante el período del reino venidero, ha de haber una “resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.” (Hechos 24:15) Así entendido, la prueba clara de las Escrituras contesta la pregunta planteada en nuestro título de esta manera: ¡No, el hombre no es inmortal!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba