ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 14 de octubre

El Martirio de Esteban

Versículo Clave: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.”
—Hechos 7:59

Escritura Seleccionada:
Hechos 7:51 – 8:2

CUANDO ESTEBAN terminó su discurso al concilio judío, él confiadamente les preguntó por qué resistieron a los arreglos de Dios justo como sus antepasados habían resistido a Moisés y los profetas. Él dijo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.” —Hechos 7:51-53

La reacción del concilio a las palabras de Esteban era la de cólera extrema. “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.” (vs. 54) La frase “se enfurecían en sus corazones” tiene el sentido de ser “aserrados,” o de estar “exasperados” en su corazón, el centro de sus motivaciones y carácter. Este efecto “cortante” de la palabra de verdad nos recuerda de las palabras de Pablo en Hebreos 4:12, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Que verdadero era que las malas intenciones de sus corazones estaban expuestas completamente ahora contra Esteban, aunque sólo les había hablado la verdad de la Palabra de Dios.

A medida que la cólera de los líderes judíos alcanzaba un punto culminante, Esteban se tranquilizó. El relato dice que él puso los ojos en el cielo y vio, en una visión, “la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.” Entonces él declaró a los que estaban reunidos, “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” (Hechos 7:55,56) Esta visión calmó y consoló a Esteban demostrándole que Dios estuvo contento con el testimonio que había dado. Tal consuelo fue proporcionado justo al tiempo apropiado, porque inmediatamente después los judíos, “dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon.” —vss. 57,58

El pensamiento de nuestro Versículo Clave, como traducido y puntuado en la versión del Rey Jacobo, no es que aquellos que apedrearon a Esteban estaban invocando a Dios, como lo pudiera sugerir una lectura superficial. Más bien, es patente del versículo entero, que Esteban era el que invocó a Dios, y le pidió que recibiera su espíritu, su aliento de vida. Finalmente, tenemos las últimas palabras de Esteban, tipificando un carácter totalmente desarrollado con el amor de Cristo y el perdón, declaradas con gran voz, para que todos pudieran oír: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” —vs. 60

De todos los que atestiguaron esta experiencia, ninguno fue afectado tanto como Saulo, que en aquel tiempo “consentía en su muerte.” (8:1) Su consentimiento fue demostrado por el hecho de que los testigos habían puesto su ropa a los pies de él. (7:58) La actitud indulgente manifestada por Esteban en sus palabras finales a medida que le apedreaban posiblemente fue anulada por Dios específicamente para ser escuchada por este joven, Saulo, que poco después se convirtió y se hizo “el Apóstol a los Gentiles.”



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba