ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección para 23 de septiembre
La Fe Inspira Gratitud
Versículo Clave: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.” Escritura Seleccionada: |
SIEMPRE DEBEMOS ESTAR agradecidos a nuestro Padre Celestial, pues debemos nuestro todo a él por medio de su Hijo unigénito, Cristo Jesús. Todas las cosas son del Padre, y por el Hijo. (1 Cor. 8:6) Recordamos las palabras de Pablo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,… y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados [y pagados] por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Cor. 6:19,20) Nuestro entendimiento de esto nos muestra que nuestro tiempo, talentos, influencia, medios, y todo lo que pudiéramos considerar precioso, o en cualquier apropiado grado valioso, pertenece al Señor, hasta la vida en sí.
Nuestro Padre Celestial tiene cuidado de nosotros y nos ama mucho. Todas las cosas puras, encantadoras, y verdaderas provienen del “Padre de las luces” (Santiago 1:17) y nos llegan por el Señor Jesús. Dios está preocupado por, y acerca de, hasta los asuntos más pequeños de nuestra vida. Le agrada supervisar por medio de su providencia divina todo con lo que estamos envueltos. Nuestra fe y confianza en Dios deben hacer que estemos conscientes siempre del privilegio de acercarnos a él mediante nuestro Señor y Maestro para ayuda y estímulo, consuelo, consolación, guía, y descanso. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mat. 11:28; Sal. 29:11; 36:5,7) “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia [o he manifestado mi bondad para contigo].” (Jer. 31:3) Nuestra fe debe inspirar la gratitud del corazón, y engendrar dentro de nosotros la paz y el descanso en Jehová, sabiendo que él es fuerte y poderoso hacia nosotros. “Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.”—Sal. 29:11
Con gratitud nos damos cuenta de que Cristo Jesús es nuestro amigo celestial, y nuestro consolador. Su carácter está en tanta armonía con aquel del Padre Celestial que el Apóstol Pablo se refiere a él como “el resplandor de su gloria [la de Dios], y la imagen misma de su sustancia [la de Dios].” (Heb. 1:3) Lo que hemos llegado a saber y apreciar de nuestro amigo celestial, y nuestra fe en él, nos ha llegado por medio del poder iluminador y la influencia del Espíritu Santo. Nuestra profundidad de fe nos obliga a seguir el ejemplo del Apóstol Pablo cuando se declaró un imitador de Cristo. (1 Cor. 11:1; Ef. 5:1,2) Imitando los rasgos de carácter y la disposición de Cristo llevará al seguidor asido del Maestro a ser una humilde, cariñosa, y bondadosa persona como era él. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:6,7) Cada día que tengamos el privilegio de andar en el camino estrecho, nuestra actitud debería ser como se expresa en las palabras del Salmo 116:12-14: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová. Ahora pagaré mis votos a Jehová delante de todo su pueblo.”
Como hijos fieles de Dios, debemos estar agradecidos siempre a nuestro Padre por su cuidado providencial y anulación en todos los aspectos de nuestras vidas. También debemos darnos cuenta por medio del ojo de fe de que él tiene todo bajo control y que todo está en acuerdo completo con su maravilloso plan. Esto debe inspirar a todos nosotros a esforzarnos por cumplir con nuestros votos de consagración, aun hasta la muerte, sabiendo que si somos fieles recibiremos la gloria, la honra, y la inmortalidad. (Rom. 2:7) Confiando en él completamente, como participantes de su gracia, podemos decir realmente, “¡Gracias a Dios por su don inefable!” —2 Cor. 9:15