EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Venga Tu Reino

“Aconteció que… uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar… Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” —Lucas 11:1,2

NO PODEMOS sobrestimar la importancia del reino y su lugar en el mensaje del plan de Dios para el mundo entero. Esto no sólo recibe la posición prominente en el Padrenuestro, sino que también ocupaba la mayor parte de la predicación de Jesús y sus discípulos. (Mat. 9:35) Muchas de las parábolas de Jesús se dieron para explicar rasgos del reino. Era el rasgo central de la predicación de Pedro, Pablo, y otros cuando hablaron con la gente.

En Hechos 2:40 leemos: “Y con otras muchas palabras [Pedro] testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.” La mayoría de las congregaciones cristianas de hoy esperaría que su pastor les dijera, “Salvad esta perversa generación,” no dándose cuenta de que debido a los malos resultados del pecado ella es demasiado perdida para salvarse en su estado actual. Como los apóstoles de la antigüedad, nuestra preocupación no es de salvar a este “presente siglo malo” en absoluto. (Gál. 1:4) Al contrario, nuestra preocupación es por Cristo y por su reino, que las Escrituras presentan como un arreglo enteramente nuevo, ordenado por Dios, con el propósito de llevar a cabo por completo la salvación del hombre.

Con respecto a este tema, es necesario que exploremos el “que”, el “cuándo”, el “quién”, el “dónde”, y el “cómo” del reino y de su operación. Para hacerlo correctamente, y si tenemos fe en la promesa de las palabras del Padrenuestro, “Venga tu reino,” primero debemos dejar de lado los credos, las tradiciones, y las filosofías humanos. Sólo al examinar el testimonio bíblico acerca del reino podemos explorar este tema con la certeza contenida en la Palabra de Dios.

¿CUÁL ES EL REINO Y CUÁL ES SU PROPÓSITO?

En breve, el reino es el arreglo de Dios que permitirá a la humanidad desobediente volver a su favor, a la perfección de ser, y a la vida eterna. El diccionario define la palabra “reino” como un estado o gobierno que tiene un rey o una reina como su cabeza. En Génesis, el primer libro de la Biblia, se nos describe un reino diseñado para el beneficio del hombre, y también los acontecimientos que demuestran cómo se quitó aquel arreglo. En el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, se nos describe la restauración del reino de Dios y cómo se bendecirá la humanidad.

La desobediencia de nuestros primeros padres no sólo significó que no habría más bendiciones, sino que también significó la muerte. “Porque así como en Adán todos mueren.” (1 Cor. 15:22) La Biblia promete que las bendiciones no sólo se extenderán a todos los que estén bajo el nuevo arreglo del reino, sino que también hasta se desaparecerá la maldición de la muerte en sí: “Porque preciso es que él [el rey] reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” —vss. 25,26

Aunque fue la desobediencia de Adán y Eva que puso fin a aquel primer reino establecido por Dios, la prole de nuestros primeros padres no han sido menos desobediente. Pablo nos dice que “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Rom. 3:23) Esto claramente se refiere a todos los seres humanos. Hay otros, también, quienes la Biblia dice que han sido desobedientes. “Ciertamente si Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, sino que, al echarlos en el Tártaro [“encarcelados”: definición de Strong], los entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio.” (2 Ped. 2:4, Traducción del Nuevo Mundo) El reino está diseñado expresamente para traer a toda la creación inteligente en el universo en armonía con Dios de nuevo.

¿CUÁNDO VENDRÁ “EL REINO”?

El reino de Dios llegará después de que se destruya el reino actual de Satanás. No hay duda de que el reino actual no es de Dios. Considere la tentación de Jesús en el desierto: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mat. 4:8-10) Note que Jesús no negó la aseveración de Satanás en cuanto a gobernar sobre los reinos del mundo. De hecho, Jesús sabía que Satanás era “el príncipe de este mundo.” —Juan 14:30

La pregunta permanece: ¿cuándo establecerá Dios su reino? Daniel, en el segundo capítulo de su profecía, interpretó un sueño para el rey Nabucodonosor. En el sueño el rey había visto una gran imagen consistiendo de varios metales. Daniel dijo a Nabucodonosor que su reino fue representado por la cabeza de oro, y que otros reinos se levantarían posteriormente. Además, Daniel dijo que después del fin de estos reinos, se establecería el reino de Dios. “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.” (Dan. 2:44) Hemos visto que todos los reinos representados por esta gran imagen vienen y se van. Sus días de gloria han terminado, y su fragmentación hasta el punto de la destrucción final continúa ante nuestra vista. El reino de Dios es el próximo que llegará a la escena, y como dice Daniel, éste nunca será destruido.

En Sofonías 3:8-9 leemos: “Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra. En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.” La reunión de las naciones, mencionadas aquí por el profeta, continúa delante de nuestros propios ojos. No será mucho tiempo hasta que el “fuego” del último gran conflicto mundial de la tierra destruya todos los arreglos del hombre y el reino actual de Satanás. Sin embargo, es menester que notemos aquí que la tierra en sí no será destruida. Después de que se acabe esta batalla final, dice el profeta, los pueblos comenzarán a disfrutarse de los beneficios del reino de Dios.

¿QUIÉN ADMINISTRARÁ EL REINO DE DIOS?

Es el arreglo de Dios de que su reino sea administrado por su hijo, Cristo Jesús, y la Iglesia glorificada. La obra del reino y específicamente el papel de un administrador principal está descrito por el salmista: “Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán… Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.” (Sal. 72:8,11,17) Sin importar cuán hermosas que sean las palabras del Salmista, no se dice quién es “Él”. No obstante, no hay ningún misterio ya que cuando nos dirigimos al Nuevo Testamento, encontramos estas palabras: “En el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” —Fil. 2:10,11

La administración del reino de Dios no es sólo mediante Jesucristo, aunque él sea el que se menciona específicamente. Las Escrituras también demuestran que su Iglesia verdadera es tan estrechamente vinculada con él que se nos da la figura de Jesucristo como la cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo. Esta figura es maravillosamente relatada por Pablo al fin del quinto capítulo de Efesios, cuando él escribe acerca del amor que debería existir entre un marido y su mujer. “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador…. Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella… somos miembros de su cuerpo… Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Ef. 5:23,25,30,32) Estos versículos explican que Cristo comparte la administración del reino con su Iglesia, como un marido comparte cosas con su esposa. Siendo una parte de Cristo, la Iglesia hereda lo que es suyo. “Y si vosotros sois de Cristo [pertenecéis a Cristo], ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” —Gál. 3:29

¿DÓNDE ESTARÁ EL REINO?

El reino de Dios estará en la tierra y en los cielos. Los estudiantes sinceros de la Biblia muchas veces usan la frase “dos fases del reino,” significando que el reino consiste en dos partes, la celestial y la terrenal. Jesús alude a esta verdad en las últimas palabras de nuestra escritura temática. Pero, muchos de nuestros amigos cristianos creen sólo en un reino celestial, y esperan que estén allí cuando mueran.

Desde luego hay promesas celestiales, pero hay también bendiciones terrenales prometidas a la humanidad. Los aspectos duales del reino de Dios se describen bien en estas palabras de Pablo: “Nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en El, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” (Ef. 1:9,10, La Biblia de las Américas) Note que Pablo menciona específicamente que es el propósito de Dios de restaurar a la creación tanto en los cielos como en la tierra bajo la jefatura de Cristo.

Sin embargo, examinemos más estrechamente la fase terrenal del reino. Al hacerlo, vemos que las Escrituras contienen promesas al mundo de una naturaleza terrenal, que se cumplirán durante la operación del reino. Entre éstas son las palabras proféticas del salmista y del profeta Isaías: “Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz. Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella.” “Luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.” (Sal. 37:11,29; Is. 26:9) ¿Quiénes son “los moradores del mundo?” ¿Son ellos los únicos bienafortunados que estarán vivos cuando Cristo establezca el reino? Tal no puede ser el caso, ya que sería una farsa de los atributos de Dios de justicia y de amor. Los moradores de la tierra mencionados por el profeta son, de hecho, todos los que han vivido alguna vez. Esto significa que todos los muertos tendrán que ser resucitados.

Si algunos lo encuentren difícil creer que habrá una resurrección de todos los muertos, ellos no son los únicos. Pablo preguntó a los gobernantes de su día: “¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?” (Hechos 26:8) A través de los siglos, debido al engaño del Adversario, la humanidad lo ha encontrado generalmente mucho más fácil creer que aquellos que mueren siguen viviendo en otro lugar en vez de creer que están muertos realmente, y serán reanimados algún día por el poder de Dios. Antes en el libro de Hechos Pablo proclama que creía en una resurrección de abarcadura total, y que esta fue proféticamente predicha en la ley y por los profetas. “Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios… de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.” —Hechos 24:14,15

En efecto, si no hay ninguna resurrección de los muertos, tenemos muchos problemas en tratar de armonizar tal pensamiento con las Escrituras. Un ejemplo es la declaración hecha por Esteban en cuanto a Abrahán: “Y no le [a Abrahán] dio [Dios] herencia en ella [la tierra prometida], ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo.” (Hechos 7:5) Ya que sabemos que las promesas de Dios están seguras, debemos concluir que Abrahán regresará de los muertos, si no, ¿cómo pueda recibir la tierra como una “posesión?”

Un razonamiento similar fue empleado por Jesús cuando demostró a los saduceos que habría una resurrección. “Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.” (Lucas 20:37,38) Abrahán, Isaac, y Jacob estaban muertos hace mucho tiempo cuando Dios habló a Moisés en medio de la zarza ardiente. Si, como dice este pasaje, Jehová aún fuera su Dios en los días de Moisés, la conclusión debe ser que algún día se harán vivos por medio de una resurrección de la muerte.

Una razón por la cual el concepto de una resurrección de entre los muertos es difícil de entender para la gente es que muchos creen que la tierra no es bastante grande para sostener a todo el mundo. A menudo hemos escuchado el término “explosión demográfica,” y en efecto la población total de la tierra alcanzó 7 mil millones por primera vez a finales de 2011. Siendo esto el caso, ¿cómo podría la tierra acomodar la resurrección de cada persona que jamás haya vivido, y cuántos podrían ser? La Oficina de Referencia Demográfica (prb.org) dice que esta es una de las preguntas que reciben con más frecuencia. En un informe publicado por primera vez en 1995, ellos explican cuán difícil es de estimar tal número. Sin embargo, hacen conjeturas educadas basadas en muchos factores, y recientemente llegaron a esta cantidad: 108 mil millones de nacimientos hasta 2011.

Hoy en día la tierra es el hogar de un poco más de 7 mil millones de personas. Esto significa que aproximadamente el 6.5 % de todas las personas que han vivido en este planeta aún están vivos hoy. Así que si Dios resucitara a todos aquellos de la humanidad que han muerto, tendríamos más de quince veces más personas que actualmente viven en la tierra. ¿Cómo es posible que la tierra acomode tanta gente?

Los Estados Unidos ocupan más de 3.5 millones de millas cuadradas de la tierra. En el barrio de Nueva York de Manhattan, la gente tiene para sí un promedio de 41 yardas cuadradas de espacio vital, asumiendo que todos vivieran en el nivel de la tierra. En aquella densidad, esto requeriría que menos de la mitad del área de la tierra de los Estados Unidos acomodara a las 108 mil millones de personas. Aunque tal densidad típicamente no es deseable a muchos, vale la pena de recordar que, en este ejemplo, estamos hablando de poner a todas estas personas en menos de una mitad del área de la tierra de los Estados Unidos. Esto asciende a menos del 1% del área total de la tierra del planeta. Aquellos que han volado extensivamente saben que hay áreas enormes de la tierra que están deshabitadas, sin población alguna. Las Escrituras nos aseguran que el plan de Dios está diseñado para bendecir a toda la humanidad, y aunque algunos puedan dudarse, no habrá ninguna falta en el reino de Dios en cuanto a la gente teniendo bastante espacio para vivir cómodamente.

Disponiendo de comida suficiente para alimentar a tanta gente puede parecer un problema insuperable en resucitar a todos. Sin embargo, este pensamiento equivocadamente asume que el mismo Dios que dio alimento al Israel de la antigüedad durante cuarenta años en el desierto no será capaz de proporcionar la alimentación de toda la humanidad en el reino. “¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová?” (Num. 11:23) Seguramente el gran Dios del universo será bien capaz de suministrar las condiciones y los recursos necesarios para alimentar a toda la humanidad en su Reino.

¿CÓMO FUNCIONARÁ EL REINO?

El reino funcionará bajo la justa gobernación celestial de Cristo y de su iglesia. Bajo aquella autoridad celestial, la fase terrenal del reino funcionará por medio de representantes humanos especialmente seleccionados. Todo se llevará a cabo bajo los principios de justicia, y la operación del reino destruirá finalmente todos los elementos opuestos.

El salmo 45 es profético en este aspecto. Allí leemos una descripción del rey—Cristo Jesús—y una mujer revestida del oro fino—la Iglesia. Este salmo también habla de otro grupo: “En lugar de tus padres serán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra.” (Sal. 45:16) Los “padres” desde el punto de vista judío eran todos sus antepasados, en particular aquellos que eran los más justos. A veces nos referimos a éstos como “patriarcas” o “antiguos dignos.” Esto simplemente significa que vivieron en la antigüedad y se consideraron dignos del favor especial de Dios debido a su fe. El salmo 45 dice en lenguaje profético que estos “padres” fieles serán príncipes en toda la tierra en el reino de Dios.

La fidelidad de éstos es atestiguada en el libro de Hebreos. “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” (Heb. 11:39,40) Aquella “cosa mejor” es la recompensa celestial prometida a la Iglesia, los seguidores asidos de Cristo de la actual Edad Evangélica. Estos antiguos dignos fieles también serán recompensados, siendo nombrados como los representantes terrenales del reino—“príncipes en toda la tierra.”

El modo de operaciones del reino será uno de justicia según otro salmo: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.” (Sal. 72:7) El concepto de tranquilidad también está descrito por el profeta Isaías: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” —Is. 11:9

Es fácil enfatizar estos aspectos positivos del reino. No obstante, también se nos dice que todos los elementos opuestos serán destruidos. “Y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.” (Hechos 3:23) En la conclusión de la parábola de Jesús sobre las ovejas y las cabras, leemos acerca del último fin de aquellos que, después de habérseles dado amplio tiempo para reformarse y llegar a la justicia, fallan de hacerlo y son juzgados indignos de la vida perpetua en el reino. Comparando esto con la separación de las cabras de las ovejas, aquellos que no aprenden la justicia se pondrán a la izquierda: “E irán éstos al castigo [griego: cortamiento] eterno, y los justos a la vida eterna.” —Mat. 25:46

PENSAMIENTOS DE CONCLUSIÓN

Hemos examinado aquí muchos de los rasgos del reino venidero y cómo esto causará la bendición de toda la humanidad. Hemos considerado algunas preguntas básicas y hemos ofrecido respuestas conforme a las Escrituras:

¿CUÁL es el reino y cuál es su propósito? El reino es el arreglo de Dios que permite a la humanidad volver a su favor, a la perfección, y a la vida eterna.

¿CUÁNDO llegará el reino? El reino de Dios llegará después de que se destruya el reino actual de Satanás.

¿QUIÉN administra el reino? El reino será administrado por el hijo de Dios, Cristo Jesús, y la Iglesia glorificada.

¿DÓNDE estará el reino? El reino estará en la tierra y en los cielos.

¿CÓMO funcionará el reino? El reino funcionará bajo la justa gobernación celestial de Cristo y de su Iglesia. Bajo aquella autoridad celestial, la fase terrenal del reino obrará por medio de representantes humanos especialmente seleccionados. Todo se llevará a cabo bajo los principios de justicia, y la operación del reino destruirá finalmente todos los elementos opuestos.

Es el deseo y el plan de Dios que la humanidad sea perfecta y viva para siempre. Esto es exactamente lo que las Escrituras prometen que sucederá mediante el arreglo del reino. Aunque la parábola de las ovejas y las cabras describa la destrucción de todos los indignos, ella también nos habla de la bienvenida entusiástica de aquellos que lleguen a ser justos. “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” (Mat. 25:34) Dios ha prometido un día glorioso. ¡Por el ojo de fe lo vemos acercarse!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba