ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 18 de diciembre

El Señor Provee

Versículo Clave: “Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.”
– Gen. 22:12

Escritura Seleccionada:
Gen. 22:1-15

CUANDO CONSIDERAMOS estas palabras acerca del trato de Dios con Abrahán, llegaremos a aprender una gran lección acerca de la fe. Realmente este relato detalla una de las mayores pruebas de fe que haya sido registrada alguna vez en la palabra escrita. La vida entera de Abrahán fue una de fe, una vida de confianza, y confianza en las promesas divinas de Dios. Esta última prueba de fe llegaría por medio del mandato divino de que Abrahán debería tomar a su hijo y ofrecerle como un sacrificio a Dios en el Monte Moriah. “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” —Gen. 22:2

Para ser capaz de apreciar este acontecimiento totalmente, debemos recordar que Abrahán tenía más de 100 años y que Isaac era el hijo que Jehová había indicado sería el canal de todas las bendiciones prometidas. Abrahán y su esposa Sara estaban sin hijos pero en su vejez se les dio finalmente el hijo anhelado. (Gen. 21:1-5) A través de los años Abrahán había conocido personalmente a Dios; y confiaba y creía en el conocimiento de las obras de Dios y sus promesas que le habían sido relatadas por los patriarcas fieles. Este conocimiento de Dios le dio fe, amor, y valor para obedecer. Para una persona del carácter de Abrahán, el mandato divino exigió la obediencia sin falta.

Él se levantó temprano por la mañana para llevar a su hijo Isaac al lugar adonde Dios había mandado que fuera. (Gen. 22:3) Cuando llegaron al lugar de sacrificio, Abrahán sin vacilación construyó un altar, colocó la leña en su lugar y puso a Isaac sobre el altar. Él extendió la mano para degollar a su hijo, pero al último instante Dios, por medio de un ángel, detuvo la mano de Abrahán para que no pudiera completar el sacrificio de su hijo. El sacrificio se consideró completo a la vista del cielo. “Abraham recibió a su hijo de los muertos por una figura.” (Heb. 11:19) Dios proporcionó un carnero para Abrahán y él lo ofreció en sacrificio según la voluntad de su Padre. (Gen. 22:10,11,13) Esto sirvió como una indicación de una parte del proceso por el cual se efectuará la reconciliación de la justicia divina a favor de todos los pueblos de la tierra. —Sal. 89:14,15

Este incidente de la vida de Abrahán tiene un significado adicional. Abrahán sirve aquí como un tipo o figura del Dios Todopoderoso y su hijo Isaac sirve como una figura de nuestro Señor Jesús. En un sentido aun más grande, Isaac representa a Cristo, o la Cabeza y el Cuerpo. El Padre Celestial libremente ofreció a su Hijo a favor nuestro por los pecados del mundo entero. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Su nacimiento, y una promesa de lo que este bendito Hijo de Dios cumpliría como misión, se relata maravillosamente en el versículo 6 del capítulo 9 del libro de Isaías, “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado.”

Cuán bendecidos somos de que Dios nos proveyó estas lecciones, y que proveyó al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” —Juan 1:29



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba