EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Dando gracias

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” —Colosenses 3:17

Este año gente de todas partes de los Estados Unidos celebrará otra vez el día festivo anual del Día de Acción de Gracias, el jueves, 24 de noviembre de 2011. Este será un día especial para muchas personas y los servicios religiosos se llevarán a cabo en varias comunidades para dar gracias a nuestro amoroso Padre celestial por sus bendiciones generosas. Algunos celebrarán el día con un espíritu verdadero de acción de gracias. Otros lo aceptarán simplemente como otro día festivo y un tiempo para reunirse con sus amigos y parientes, pero sin pensar en dar gracias a nuestro Señor. Aquellos que realmente le veneran están agradecidos incondicionalmente por sus muchas bendiciones.

LA EPÍSTOLA DE PABLO

En su epístola a la iglesia en Colosas, el Apóstol Pablo tomó la oportunidad de animar y fortalecer a sus hermanos a un sentido más profundo de gratitud y aprecio de nuestro amoroso Padre celestial por todas sus bendiciones generosas. Él les dijo: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Col. 3:15, 16) Entonces, como registrado en nuestra escritura seleccionada acerca de dar gracias, él les recordó: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” —vs. 17

Mientras que es honorable y apropiado dedicar un día especial a la acción de gracias al Señor, aquellos que están dedicados verdaderamente a Él y a su servicio, deben considerar cada día como uno de acción de gracias. Las bendiciones que son proporcionadas por el Señor, las cuales valoramos tanto y apreciamos tan afectuosamente, se derraman sobre nosotros cada día. Por lo tanto, nuestro agradecimiento por estas bendiciones no debe detenerse, sino que debe expresarse al Señor antes del fin de cada día en el cual han sido recibidas. Leemos: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lam. 3:22, 23) Ya que la misericordia de nuestro Señor se manifiesta hacia nosotros cada día, es nuestro privilegio expresar nuestro agradecimiento a él diariamente.

EL REINO VENIDERO

Para aquellos que no conozcan el maravilloso plan y propósito de Dios acerca de la futura reconciliación para el mundo moribundo y enfermo por causa del pecado, puede haber una negligencia en dar gracias a Dios. Algunos pueden ser distraídos con muchos problemas y dificultades de la vida cotidiana. Sin embargo, el hijo de Dios iluminado por la verdad y consagrado a su servicio no se desanima por causa de los muchos actos de violencia y de inhumanidad que vemos alrededor de nosotros. Ellos reconocen que estos acontecimientos forman parte de la señal de angustia predicha con la cual llegará a su fin esta presente Edad Evangélica. Ellos ven que este gran tiempo de angustia es un tiempo de preparación para el futuro reino de Cristo y que la humanidad está siendo preparada para dar la bienvenida a aquel reino de justicia que se establecerá pronto en toda la tierra. Por lo tanto, los nubarrones de angustia no disminuyen nuestro espíritu de acción de gracias, sino que lo aumentan.

Una de las grandes causas de nuestra acción de gracias es que el Señor ha abierto los ojos de nuestro entendimiento para reconocer el significado de lo que ocurre ahora alrededor de nosotros. Estamos agradecidos por vivir en tal tiempo y podemos dar testimonio a nuestros amigos y vecinos acerca del reino venidero de Cristo que está muy cerca. Esto está en armonía con lo que el Salmista David escribió. “Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder, para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, y la gloria de la magnificencia de su reino.” —Sal.145:10-12

EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE DIOS

Además de estar agradecidos porque el Señor nos ha dado la Verdad, también podemos estar agradecidos que en su amor y piedad, y por el poder de su Espíritu Santo, él nos ha guardado en su cuidado amoroso durante otro año y que nos ha preservado de perder la fe en nuestra vocación alta en Cristo Jesús. Si hemos estado cumpliendo con todos nuestros privilegios benditos, este Día de Acción de Gracias de 2011 nos encontrará manteniendo más firmemente que nunca nuestro camino consagrado. Realmente, tenemos muchas razones por dar gracias a Dios.

Es por medio de la Verdad del maravilloso plan de Dios revelada a nosotros por su Palabra preciosa en la que hemos logrado vislumbrar un poco de la gloria que se manifiesta en su carácter maravilloso—su amor, sabiduría, justicia y poder. Que precioso en efecto es este conocimiento. El profeta Jeremías escribió: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” —Jer. 9:23, 24

BENDITA SEGURIDAD

Dios nos asegura que él se deleita en ejercer su bondad, juicio, y justicia para con aquellos que le aman. Por causa de nuestro conocimiento del mensaje de Verdad, comprendemos que Dios ha demostrado su gran amor hacia la familia humana enviando a su Hijo unigénito, nuestro Señor Jesús, para ser el Redentor y el Salvador del mundo de la humanidad enfermo por causa del pecado. Se nos dice en las Escrituras que con el tiempo este maravilloso don será apreciado por toda la gente y sus bendiciones inefables conducirán a la restauración de vida a todos los que acepten en aquel entonces las provisiones de su amor divino y obedezcan las leyes del reino justo que se aproxima ahora.

Respecto al don de Dios de nuestro Señor Jesús, el Apóstol Pablo proclamó: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Cor. 9:15) También estamos agradecidos por Jesús debido a lo que su ministerio significa para los que se esfuerzan por seguir en sus pasos de sacrificio durante los años finales de la presente Edad Evangélica. Además, damos gracias por el conocimiento de lo que su ministerio y sacrificio resultante significan para todo el mundo de la humanidad durante el futuro reino de Cristo. En aquel entonces él será el nuevo rey de la tierra que se manifestará en poder y gran gloria. Bajo su gobernación todos los enemigos de Dios y del hombre serán destruidos, hasta el enemigo más grande, la muerte. “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” —1 Cor. 15:25, 26

RESTAURACIÓN A LA VIDA

Cuando la creación humana haya sido despertada del sueño de la muerte durante aquel tiempo futuro, y de acuerdo con el plan final de Dios, a cada uno se le dará la oportunidad de ser restaurado a la perfección y vivir para siempre en una tierra perfecta. En aquel tiempo la gente entenderá que aunque haya sufrido temporalmente a consecuencia del reinado del pecado y de la muerte, el plan de Dios mediante Jesús ha estado progresando constantemente para su gozo eterno. Ellos aprenderán también que Dios deleite en ejercer su bondad amorosa a su favor, por la cual darán gracias alegremente.

Los seguidores verdaderos de nuestro Señor Jesús durante la Edad Evangélica actual tienen la gran alegría y privilegio de sufrir y morir con él, con la promesa de que, si permanezcamos fieles a nuestro pacto de consagración, también viviremos y reinaremos con él en su futuro reino. En la segunda epístola a su querido Timoteo, el Apóstol Pablo dijo: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará.” —2 Tim. 2:11, 12

CONSOLADOS POR LA VARA Y EL CAYADO

Uno de los aspectos más importantes de nuestra fe cristiana por la cual podemos dar gracias, es nuestro Señor Jesús, quien es nuestro Sumo Sacerdote comprensivo y amoroso que puede compadecerse de nuestras debilidades. Él es también nuestro Buen Pastor que tiernamente nos conduce. El Salmista David escribió: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.” —Sal. 23:1-6

Jesús es nuestra Cabeza y somos miembros de su cuerpo. Como nuestra Cabeza, él nos dirige en el camino por el cual deberíamos ir y de la manera en la cual podemos servirle. Si andemos en sus pasos fielmente y nos sometamos a él, ya no ejerceremos nuestras propias voluntades ni procuraremos andar en nuestros propios caminos. Procuramos conocer la voluntad de Dios y buscamos su guía en nuestras vidas.

Si hagamos la voluntad de Dios como sus llamados, todas las cosas nos ayudarán a bien y tendremos la paz de ánimo y corazón. Qué bendición es esta en este mundo de caos y miedo. Es la paz de Dios que gobierna en los corazones de todos los que, por medio de Cristo, confían en el mérito de su sacrificio como un manto de justicia. Así nos rendimos totalmente al hacer la voluntad del Padre celestial como expresada por su don inefable. Pablo dijo: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.” —Heb. 2:10, 11

LOS SOLDADOS DEL SEÑOR

Como soldados bajo el mando de Jesús nuestro Capitán, debemos evitar los enredos de este presente mundo malo. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.” —2 Tim. 2:2, 3

El Apóstol Pablo así amonesta: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” —Ef. 6:11, 12

El apóstol también ha señalado la armadura necesaria que necesitaremos para pelear la buena batalla de la fe. Él dice: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” —vss. 13-17

NUESTRO CAPITÁN

Estamos muy agradecidos que tenemos, como el Capitán de la gran salvación a la cual hemos sido llamados, nuestro querido Señor Jesús. Al seguir su mando y al mantener puesta toda la armadura de Dios, como hemos sido amonestados a hacer, nos guardarán de caerse. Seguimos regocijándonos en la esperanza gloriosa que está puesta delante de nosotros en el Evangelio. Otro rasgo importante de aquella gran esperanza es que a su debido tiempo, si seamos fieles hasta la muerte, estaremos con Jesús como nuestro Novio celestial. Como miembros en perspectiva de su desposada tendremos el privilegio bendito, por el poder y la autoridad del futuro reino de Cristo, de invitar a la pobre creación gimiente a participar en las maravillosas bendiciones que han estado preparadas para ella. Leemos: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” —Apoc. 22:17

EL ESPÍRITU SANTO

Debemos estar agradecidos por el ministerio del Espíritu Santo a nuestro favor. Habiendo sido engendrados por el Espíritu Santo de Dios a una nueva vida como nuevas criaturas en Cristo Jesús, somos ungidos por el espíritu para proclamar las buenas nuevas del reino. El testimonio del Espíritu Santo nos asegura que ahora somos hijos de Dios. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” —Rom. 8:16, 17

El sello del espíritu es el aseguramiento de Dios de que si hagamos nuestra parte él no permitirá que algo nos impida de alcanzar aquello a lo cual nos ha llamado mediante Cristo Jesús. Pablo así anima: “A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.” —Ef. 1:12, 13

El Espíritu Santo ministra a nosotros por la palabra de Verdad como destacada en las escrituras y damos muchas gracias por la Palabra preciosa de nuestro amoroso Padre celestial. Sin aquella Palabra no sabríamos nada acerca de la Verdad gloriosa en cuanto al plan divino. Que apreciemos siempre la Biblia porque ella es el pan y el agua de la vida que sigue sosteniéndonos. Sus profecías nos iluminan acerca de los tiempos en los cuales vivimos y sus promesas inspiran y nos animan a seguir adelante fielmente en el camino angosto de sacrificio, aun hasta la muerte. La Biblia también señala la voluntad divina para nosotros y explica el significado de nuestras pruebas. El Salmista escribió: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” —Sal. 119:105

La Palabra del Señor y sus providencias abundantes en nuestras vidas son grandes razones por nuestra gratitud hacia él. “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos.” —Sal. 119:97-100

LA PALABRA DURADERA

La maravillosa Palabra de Dios da un nuevo significado y propósito a las vidas de su pueblo. Su ley perfecta, los testimonios, sus estatutos y mandamientos son pautas de la Verdad. Respecto a esto el Salmista David escribió: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.” (Sal. 19:7, 8) A esto él añade: “El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón.” —vss. 9-11

Estemos todos nosotros agradecidos por los privilegios de servicio que hemos disfrutado durante el año pasado. Es una alegría dar a conocer las buenas nuevas del reino y entregar nuestras vidas a favor de los hermanos. Es por esta labor de amor que demostramos a nuestro Padre celestial la autenticidad de nuestro deseo de conocerle y servirle. Debe ser una gran razón de dar gracias que nos han dado oportunidades de demostrar que estamos dedicados a su servicio y al cumplimiento de su voluntad en nuestras vidas.

La fe nos permitirá mover las montañas de dificultades que podrían impedirnos alumbrar nuestra luz para el beneficio de otros. Queremos una fe que no nos permitirá esconder la luz de verdad debajo de un almud con el espíritu de indiferencia.

ALABANZA Y GRATITUD

La alabanza y la acción de gracias se asocian estrechamente en la Biblia. La acción de gracias es una expresión de apreciación a Dios por todas las bendiciones ricas que él derrama sobre nosotros cada día. Podemos expresarle nuestra acción de gracias en la intimidad de nuestras propias mentes y corazones y en la presencia de su pueblo. Además, podemos alabar a Dios en nuestras oraciones y también podemos alabarle dando a conocer las virtudes de su carácter glorioso.

Pedro escribió: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” —1 Ped. 2:9

Demostramos las virtudes del Señor hablando de sus obras maravillosas indicadas en las doctrinas preciosas del plan divino. Le alabamos dando testimonio a su amor, como ejemplificado en el don de su Hijo, y a lo que este don inefable significa para nosotros ahora y aún significará en cuanto a las bendiciones y las alegrías que pronto vendrán a toda la humanidad.

Mientras que es apropiado expresar nuestro agradecimiento al Señor en nuestras oraciones y alabarle por su bondad, también demostramos nuestro aprecio por todo lo que él ha hecho a favor de nosotros por medio de la fidelidad en hacer su voluntad. Damos gracias a Dios por su cuidado amoroso cuando manifestamos por nuestra actitud que tenemos fe en sus promesas de gracia de ayudarnos en todos los tiempos de necesidad. Es una rica bendición que el Señor derrama sobre aquellos que se entregan totalmente al cumplimiento de su voluntad. Nuestras palabras de acción de gracias carecerían de significado vital si nuestros corazones no fueran entregados totalmente al Señor y no confiaran en él completamente para suministrar todas nuestras necesidades.

Pablo escribió: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” —Fil. 4:4-9

Tengamos la oportunidad de dar muchas gracias a nuestro amoroso Padre celestial que nos ha llamado de la oscuridad y a la luz admirable de la Verdad. El Apóstol Pablo lo expresó bien en nuestra escritura seleccionada. “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” —Col. 3:17



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba