ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección para 26 de junio

Dios es Victorioso

Versículo Clave: “Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad.”
– Josué 6:16

Escritura Seleccionada:
Josué 5:13-6:27

LOS ISRAELITAS AHORA estaban en la tierra de promesa y con rumbo a Jericó para conquistar la ciudad. “Como cuarenta mil hombres armados, listos para la guerra, pasaron hacia la llanura de Jericó delante de Jehová.” (Jos. 4:13) Después de que el pueblo hubiera establecido el campamento al este de Jericó en Gilgal, Josué habló con ellos diciéndoles que deberían recordar por siempre lo que Dios había hecho a su favor. “Para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa.” —vss. 22-24

Jericó era una ciudad amurallada que estaba localizada aproximadamente cinco millas del río Jordán. Batallas frecuentes en el pasado por su riqueza habían necesitado el muro que lo rodeaba. Cuando se acercó el tiempo para el comienzo del sitio de la ciudad, Dios dijo a Josué: “Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel.” (Jos. 5:2) La circuncisión es una señal del Pacto Abrahámico. (Gen. 17:7-14; Rom. 4:11) Ahora había llegado el tiempo para quitar el oprobio de Egipto. (Jos. 5:9) Era durante los años posteriores de la esclavitud egipcia que esta señal de separación había sido descuidada (Ex. 4:24-26), y este descuido continuaba durante la jornada en el desierto. Todos los hombres de guerra que salieron de Egipto habían muerto y ya era tiempo para dedicar al pueblo a conformarse a la voluntad de Dios. Después de este acontecimiento el pueblo celebró “la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó.” —Jos. 5:10

Se nos dice entonces en el relato que Josué “alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano.” (vss. 13-15) Era realmente un ángel, y el capitán de las huestes de Jehová. Mediante este mensajero celestial se lo dijo a Josué que Jehová le había dado Jericó en sus manos, y él reveló cómo esto se llevaría a cabo en el plan de Dios. Era aún otra señal milagrosa de que Dios estaba con ellos. Josué siendo un siervo fiel puso en acción el plan de inmediato.

Cada día, durante seis días consecutivos, todos los hombres de guerra marchaban alrededor de la ciudad. Después, una compañía de siete sacerdotes “llevaban siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daban siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocaban las bocinas.” (Jos. 6:3, 4) Esto debía seguirse por un soplido largo del cuerno de carnero, y un gran grito de todo el pueblo. Después de que se hicieran estas cosas, Dios dijo a Josué que “el muro de la ciudad caerá.” (vs. 5) Entonces el pueblo hizo todo lo que Dios les había dicho. Cuando habían dado la séptima vuelta alrededor de la ciudad, se pararon delante de ella, todavía tocando los cuernos de carnero, y después de un gran grito, se derrumbó el muro de la ciudad directamente en frente del arca. El muro se cayó de tal manera que el ejército de Israel era capaz de entrar fácilmente en la ciudad y completar el trabajo de su destrucción que el Señor había mandado.

Los acontecimientos que ocurrieron en cuanto a la caída de Jericó demuestran cuán importante es la fe en el Padre Celestial, y también cómo nada puede impedir la realización de los designios y de los propósitos de Dios. —Sal. 76:7-9; Isa. 14:26, 27



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