DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Nuestro Servicio Razonable

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”
– Romanos 12:1.

EN LA ESCRITURA SAGRADA DESTACADA el apóstol Pablo está amonestando a los hermanos consagrados a tener una mayor fidelidad en su pacto de sacrificio. Para ser fieles a nuestro compromiso, es necesario que nos rindamos a la voluntad del Padre Celestial. Esto significa dejar de lado nuestro yo, ofrecer nuestra fuerza física, tiempo y talentos, que sean utilizados en el servicio del Señor cuando se presente la oportunidad o como él nos dirija. La fidelidad puede incluir actividades en la predicación del mensaje de la Verdad de muchas maneras que sea posible. Esto puede incluir el ministrar a aquellos que tienen deseos de oír, el visitar a los enfermos y olvidados.

UN SACRIFICIO VIVO

Nuestra vida consagrada es un “sacrificio vivo”, porque desde la perspectiva de Dios hemos tenido el beneficio de la sangre de Cristo aplicada sobre nuestro nombre. Esto significa que la condena de Adán ha sido levantada de nosotros y que ahora estamos caminando en una vida perfecta para ofrecernos en sacrificio como Jesús lo hizo. El sacrificio es santo y aceptable sólo por la aplicación de la sangre de Cristo. Tal sacrificio es un “culto racional” y de esta manera el cumplimiento de una buena conciencia hacia nuestro amoroso Padre Celestial y nuestro Señor Jesucristo.

En nuestras experiencias cotidianas, debemos tratar de seguir los pasos de Jesús, que es necesaria en la preparación para ser parte de la familia real. Estas experiencias diarias fueron también realizadas por Jesús, el apóstol Pablo escribió: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” – Hebreos 5:8,9.

APRENDIENDO LA OBEDIENCIA

¿Por qué fue necesario para Jesús aprender la obediencia? Sabemos que fue un hombre perfecto y siempre obediente a su Padre Celestial. Esto ocurrió desde el momento de haber sido engendrado por el Espíritu Santo y bautizado en el Jordán. A partir de allí, tenía que ser juzgado y probado. En su carta, Pablo usó la palabra “obediencia”, que significa ser sumiso, él también utiliza la palabra ‘sufrir’, que sugiere resistencia. Esto puntualiza que Nuestro Señor Jesucristo, había aprendido a ser sumiso por las muchas experiencias que el Padre Celestial permitió que recayeran sobre él.

Estas experiencias le llegaron en condiciones y circunstancias muy difíciles, su última prueba de la obediencia resultó en su muerte en la cruz. La forma de Jesús “en la perfección” es que sus experiencias cristalizaron su carácter e hizo posible que Dios lo resucitara de la muerte exaltándolo a la Divina Naturaleza. El propósito del sufrimiento de Jesús es confirmada por el apóstol Pablo: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” – Hebreos 2:10.

LLENO DE AFLICCIONES

Hablando de sí mismo, Pablo revela sus sentimientos más profundos en su carta a los hermanos Colosenses. “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” – Colosenses 1:24. El Apóstol Pablo tuvo en mente las muchas experiencias difíciles que había sufrido a manos de los judíos y otros detractores, como se esforzó para servir y animar a los hermanos. Es evidente que Pablo se regocijó en el privilegio de ser partícipe de los sufrimientos de Cristo, que fueron sobrellevados en el curso de su ministerio a la iglesia. Por lo tanto, le fue contado por justicia.

Los seguidores de los pasos de Jesús deben ser partícipes de los sufrimientos de Cristo para que puedan compartir con él la Gloria del Reino. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” – Romanos 8:16,17.

Es sólo a través del sufrimiento, que la iglesia está habilitada para perfeccionar la nueva mente, para aprender a ser sumisa en circunstancias difíciles, para el desarrollo de los frutos y gracias del Espíritu Santo. Si tuviéramos que tratar de superar todas estas cosas con nuestras propias fuerzas, sin duda sería un fracaso. Los discípulos contemplando estos asuntos, en una ocasión interrogaron a Jesús. “Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” – Marcos 10:26,27.

Al igual que el apóstol Pablo, también nosotros debemos tratar de confiar plenamente en el poder de Dios, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” – 2 Timoteo 1:7,8.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba