DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

El Poder de la Palabra de Dios
(Segunda parte)

LOS CIELOS SE ABRIERON

Al inicio del ministerio terrenal nuestro Señor Jesús durante su primer Advenimiento, el Espíritu Santo le reveló aspectos en relación con la Palabra de Dios. Esto se muestra en el trato del Padre Celestial con su Hijo amado. Fue en el río Jordán, cuando Jesús tenía treinta años de edad que el Espíritu Santo descendió sobre él, “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” – Marcos 1:9-11.

El Evangelio de Marcos registró aspectos sobre asuntos celestiales y espirituales que fueron revelados a Jesús; verdades relativas al último propósito del Padre Celestial. Fue en este momento de su vida que Jesús se presentó en consagración a su Padre, cumpliendo así la profecía acerca de él y que fue escrita por el salmista, “Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón” – Salmo 40:7,8.

Jesús fielmente se presentó ante el Padre Celestial y aceptó hacer su voluntad como había sido predicho en las Escrituras del Antiguo Testamento. Lo que había sido escrito concerniente a él, fue luego revelado cuando los cielos se abrieron el Padre mostró su agrado. A partir de entonces, comprendió con claridad las diversas profecías que habían sido escritas por los profetas, que servirían para guiarlo y finalmente dar su vida en sacrificio de acuerdo a la voluntad del Padre.

LOS DISCIPULOS

En todas las ocasiones durante los tres años y medio de su ministerio, Jesús enseñó a sus discípulos las grandes verdades que le habían sido reveladas. Sin embargo, gran parte de lo que trataba de explicarles fue mucho más allá de su capacidad de comprensión, porque aún no habían recibido el Espíritu Santo. Un ejemplo de esta falta de entendimiento fue su negativa a creer que iba a ser detenido y condenado a muerte como Jesús lo mencionó. Este punto es especialmente significativo, porque una de las verdades más importantes establecidas en las Escrituras del Antiguo Testamento era que el Mesías prometido tenía que padecer y morir por los pecados del pueblo. Los discípulos entendieron estas verdades mucho mejor cuando recibieron el Espíritu Santo de Dios.

Jesús se daba cuenta de las dificultades que tenían sus discípulos en la comprensión de sus enseñanzas; en la noche antes de ser crucificado, les explicó: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre” – Juan 16:12-16. En estos versículos de la Escritura, el Espíritu Santo hace referencia a tener cuidado de aquellos quienes pueden inducir al error. Es importante entender que toda la Verdad viene del Padre Celestial y no de cualquier otro individuo.

Los discípulos aún no habían recibido el Espíritu Santo y no entendían la promesa de Jesús, como se puede observar en su reacción inmediata. Leemos en el relato de Juan: “Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla” – Juan 16:17-18.

Si bien es cierto que los discípulos no entendieron mucho de lo que Jesús les dijo, estas verdades bajo la influencia del Espíritu Santo fueron recordadas más adelante y comprendidas. Es así que Jesús preparó las mentes de sus discípulos para la maravillosa revelación de los planes y propósitos de Dios.

DESPUES DEL PENTECOSTES

En Pentecostés, la promesa de Jesús acerca del Espíritu Santo se cumplió en sus discípulos y un cambio maravilloso se realizó en ellos, su capacidad de comprender la dimensión del Plan Divino. Recordemos la manera de Pedro cuando se opuso a la idea de que Jesús fuera condenado a muerte. Pensaba que estaba completamente fuera de armonía a la voluntad de Dios para con el Maestro. Creía que Jesús era el Mesías y que estando muerto no podría realizar todas las cosas maravillosas que habían sido predichas acerca de él.

Después de la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés, Pedro predicó un sermón en el que hablaba de Jesús habiendo resucitado de los muertos y citó una de las profecías relativas tanto a la muerte y resurrección de nuestro Señor. “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” – Hechos 2:24. “Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia” – Hechos 2:25-28.

Esta y otras profecías de la muerte de Jesús habían estado siempre en las Escrituras del Antiguo Testamento, pero Pedro no había entendido su significado real hasta que recibió la iluminación del Espíritu Santo. El ministerio revelador de Dios comenzó con los seguidores de Jesús, como había sido con el propio Maestro cuando se dio a sí mismo al Padre Celestial en el río Jordán.

Para los apóstoles de Jesús y sus fieles seguidores, el Espíritu Santo se convirtió no sólo en un poder revelador, sino también en inspirador. Las enseñanzas de Jesús y los apóstoles fueron iluminadas por el Espíritu Santo de Dios en lo referente al gran Plan de las Edades. Esto también ocurrió con los escritores del Antiguo Testamento, la diferencia es que no necesariamente entendieron lo que escribieron.

LA PALABRA INSPIRADA DE DIOS

Las palabras inspiradas de Dios fueron reveladas para la iluminación de su pueblo durante la presente Edad del Evangelio. Los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento son de gran valor e importancia, porque todos contribuyen al propósito del Señor de instruir y alentar a su pueblo consagrado, quienes se están preparando para ser los gobernantes espirituales en el próximo Reino Mesiánico. Podemos estar seguros que la Palabra de Dios logrará su propósito y nos prosperará en todas las cosas.

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída” – Isaías 55:11-13.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba