ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección para el 18 de abril
Testigos de una Nueva Vida
Versículo Clave: “Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” Escritura Seleccionada: |
LA LECCION DE HOY es el relato de las apariciones de Jesús a sus discípulos después de su resurrección. Sus once discípulos estaban reunidos en Jerusalén, algunos ya lo habían visto después de su resurrección. Los once estaban discutiendo sus diversos encuentros individuales con el Señor resucitado, entonces Jesús se apareció en medio de ellos y dijo: “Paz a vosotros” (Lucas 24:36). Aparentemente había aparecido de la nada y como resultado los discípulos estaban aterrados y turbados – Lucas 24:37.
Jesús, trataba de convencerlos que era él, su Maestro, entonces les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies” (Lucas 24:39,40). No pensemos que Jesús había resucitado como un ser humano. Esto no fue posible, ya que había abandonado para siempre la vida humana por el sacrificio como rescate por el padre Adán y su raza. Él era ahora un ser espiritual, había resucitado a esta condición por el gran poder de Dios. Como un ser espiritual podría tomar la forma de un ser humano, aparecer como carne y sangre. Así lo hizo en este caso para ganar su confianza y confirmar que se trataba efectivamente de él, su Señor y Maestro. También tenía el poder de aparecer y desaparecer en medio de ellos al instante, lo cual inicialmente los había asustado.
Como los discípulos lentamente iban ganando confianza en este hecho y reconociendo que era en realidad Jesús, él les hizo una petición extraña: “¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos” (Lucas 24:41-43). Como un ser de espíritu resucitado, Jesús ya no necesitaba alimentos terrestres para su sustento, pero nuevamente deseaba inculcar en las mentes de sus discípulos que era Jesús. No cabe duda que los discípulos lo habían visto tomar sus alimentos muchas veces durante su ministerio terrenal y estaban muy familiarizados con sus hábitos. Verlo comer, utilizar los gestos que les había sido tan familiar para ellos cuando lo observaron en muchas ocasiones anteriores, fue sin duda la evidencia más convincente para los discípulos que era el mismo Jesús.
Después de haber convencido a los discípulos quien era, Jesús comenzó a enseñarles. En primer lugar, les recordó: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día” (Lucas 24:44-46). Luego, dijo a los discípulos que una gran obra de predicación pronto comenzaría, en la que tendrían un papel importante. Esta predicación sería, “en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). Para realizar la predicación, era necesario que los discípulos recibieran el Espíritu Santo de Dios. El versículo clave da las instrucciones de Jesús para que se mantengan en Jerusalén, a fin de que puedan recibir este “poder de lo alto”. Este importante evento tuvo lugar, tal como Jesús lo había prometido, diez días más adelante, en el día de Pentecostés – Hechos 2.