DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Fe y Buena Doctrina

“Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido”
– 1 Timoteo 4:6

CUANDO EL APOSTOL PABLO escribió al joven Timoteo a quien amaba como a su propio hijo, le hizo hincapié en la necesidad de un mayor crecimiento, comprensión y determinación en los caminos de la verdad y la justicia. Le dio buenos consejos en relación con la fe y las enseñanzas fundamentales de la Palabra de Dios. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” – 1 Timoteo 4:12,13.

NUESTRO SALVADOR

El apóstol Pedro también habló de esas verdades importantes y proclamó el mensaje del Evangelio de nuestro Señor y Salvador, quien había sufrido y muerto por nosotros. Él dijo, “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu “ (1 Pedro 3:18). El apóstol Juan afirma: “y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:3). Aun en los días de los apóstoles el mensaje puro de la verdad y la salvación para toda la humanidad estuvo siendo anunciado por falsos maestros. Juan les advirtió a los hermanos en la Iglesia primitiva, diciendo: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” – 2 Juan 7.

ALABANZA Y PREOCUPACION

La necesidad de vigilar la pureza del mensaje del Evangelio era evidente y urgente como fue hecho por Pablo en su carta a los hermanos de Corinto. “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios 11:2). Luego, les dijo: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” – 1 Corintios 15:1-3.

La recomendación fue para los que no se aferraban a las doctrinas de la pura verdad que Pablo les había enseñado. Estaba preocupado por ellos y también por los que habían sido engañados en el error. Más adelante, en su carta a Timoteo, el apóstol advirtió que tuviera cuidado sobre estas enseñanzas extrañas. “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” – 1 Timoteo 4:16.

UNA COMISION APOSTOLICA

Pablo instó a Timoteo para que elevara el nivel de enseñanza de doctrinas de sus hermanos y asimismo resistir todos los esfuerzos de aquellos que pudieran alterar el original y puro mensaje del Evangelio. Con todo su corazón, el apóstol le rogó para que comprendiera la importancia del peligro sobre la verdad del Evangelio y de la gran bendición que le fue dada al ser elegido como uno de sus defensores en la primitiva iglesia cristiana. “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén” – 1 Timoteo 6:20,21.

Haciendo hincapié en el privilegio de su propia comisión apostólica y su deseo de guardar puro el mensaje evangélico, Pablo reverentemente dio gracias y alabanza a Dios. “según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado. Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:11,12). Pablo fue consciente de la intensa oposición que Timoteo y otros hermanos encargados de salvaguardar la doctrina tendrían que enfrentar a través de la Edad del Evangelio. El apóstol habló acerca de su propia feroz oposición contra el pueblo del Señor y su mensaje de la Verdad, antes de su conversión. Hablando con sinceridad, recordó, “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” – 1 Timoteo 1:13.

PABLO COMISIONA A TIMOTEO

Como un veterano en la intensa guerra espiritual y con la vista deteriorada, Pablo encarga a su hermano menor Timoteo para llevar a cabo la defensa del precioso Evangelio de Verdad. Él dijo, “ Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” – 1 Timoteo 1:18,19.

El apóstol escribe también en relación a la comisión de Timoteo, cuando le escribió una segunda vez, diciendo: “ Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:1-4). Pablo estuvo proyectando la comisión de Timoteo mucho más allá de su época, hasta el fin de la edad. Fue así que apunta hacia adelante en el tiempo y comisiona a todos los fieles seguidores de Cristo para defender las preciosas verdades durante este largo período de tiempo.

FABULAS Y CONFUSION

Los fieles son encaminados a cultivar paciencia al aferrarse a las enseñanzas fundamentales de nuestra fe. Durante la presente edad son “exhortados con toda paciencia y doctrina”, para contrarrestar los errores de los falsos maestros y sus enseñanzas. El apóstol advierte que quienes profesan a Cristo y dejan de ser fieles, creerán en las fábulas. El resultado de tal acción dará lugar a confusión y distorsión de la fe, como un “naufragio” de nuestra fe. Fue a causa de la desintegración de la esperanza que él proclamó: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” – Hebreos 11:1.

Su amonestación se dirige en un contexto mucho más amplio para su propio tiempo, Pablo le dijo a Timoteo que la corrupción del Evangelio, ya había comenzado y debía alcanzar su plena madurez sistemática hacia el final de la edad. Advirtió que sería particularmente peligroso a los que se aferraban a las doctrinas del Evangelio. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). El apóstol se proyecta diciendo que cada vez habrá menos defensores de la doctrina de la Verdad, cuando la iglesia se acerque al final de la Edad del Evangelio. Dijo que la influencia de los falsos maestros se incrementaría rápidamente y afectaría la fe de todos los que no estudian y enseñan la doctrina como teoría personal o con los prejuicios de la tradición.

LA ARMADURA DE DIOS

El apóstol Pablo asegura a sus hermanos que la protección Divina está disponible para los que están en condición santa bajo influencia del Espíritu Santo y contra la corrupción del mensaje evangélico. Hace una semejanza de la protección de la armadura con sus diversos componentes para que los fieles los pongan en uso. “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:13-17). Además de estos seis componentes, el apóstol incluye un séptimo, sin el cual, la armadura de Dios no está completa, “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” – Efesios 6:18.

EL REGALO DE LA ORACION

La oración es la marca de la madurez espiritual, no sólo beneficia a los beneficiados, sino que también tiene un efecto santificador a todos los que son testigos de la maravillosa respuesta de Dios. Pablo ofrece un ejemplo del poder de la oración intercesora. Él escribió: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos” – 2 Corintios 1:8-11.

PRECIOSA FE

Un elemento vital en la preparación de los fieles es el compañerismo con otros que han alcanzado “una fe igualmente preciosa” y que el apóstol Pedro se refiere en el saludo de apertura de su segunda epístola. “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús” (2 Pedro 1:1,2). Solo así encontrará la nueva criatura en Cristo un corazón verdaderamente gozoso, una sonrisa de comprensión, un toque de estímulo o un abrazo de bienvenida. Sólo aquellos que han recibido el asombroso don del Espíritu Santo pueden apreciar en la nueva criatura la profundidad de gratitud a Dios por todos los beneficios en sus vidas. Como escribió el salmista: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” – Salmo 116:12.

LA SEMEJANZA DE SU RESURECCION

Los fieles seguidores de los pasos de nuestro Señor Jesús solo entienden y aprecian lo que significa ser bautizados en la muerte de Cristo y tienen la esperanza en la semejanza de su resurrección. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:3,4). Esta es la esperanza de nuestro alto llamado en Cristo Jesús. “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” – Romanos 6: 5.

PARTICIPES DE SU SUFRIMIENTO

Aquellos que siguen a Cristo en el camino del sacrificio pueden realmente comprender y se regocijan en el sufrimiento como lo mencionó el apóstol Pedro, “sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:13). Cuando nos encontramos desalentados, podríamos estar inclinados a desear nuestra última hora de sufrimiento en el camino estrecho. Sin embargo, aquellos que diligentemente se esfuerzan por ser fieles hasta la muerte no serán desanimados, escucharán las palabras del salmista David, quien escribió: “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová” (Salmo 27:14). Así también escribió: “Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra” (Salmo 37:9). Aquellos que van ha “heredar la tierra” son los fieles de la edad del Evangelio a quienes Pablo en un contexto diferente ha llamado, “los herederos de la salvación” – Hebreos 1:14.

El pueblo especial de seguidores de nuestro Señor Jesús esperan con paciencia y conocimiento de que es el Señor quien decidirá cuando nuestro proceso y prueba ha terminado. Durante la espera, los corazones de los fieles están confortados por el compañerismo de otros que poseen una preciosa fe similar. Se trata de un profundo amor mutuo que los ‘herederos de la salvación’ tienen el uno por el otro y hace soportable la espera. En ellos se cumple el mandamiento de Cristo cuando dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” – Juan 15:12.

EL PELIGRO DE LA DUDA

En general, la humanidad es escéptica a la promesa de Dios de la salvación eterna para todos a través de la sangre de Jesús. Algunos pueden tener la esperanza, pero muy poco juicio, debido a su falta de fe y confianza en nuestro amoroso Padre Celestial y su plan para la salvación de toda la familia humana. Por otra parte, toda la esperanza y la expectativa de los miembros de la iglesia se basan en la creencia y confianza en Dios, asimismo en cada una de sus promesas. La iglesia cree lo que su Señor dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Estos creyentes deben permanecer totalmente al margen del escepticismo y la ignorancia de nuestro mundo actual. El Espíritu engendrado en los seguidores de Cristo pone su confianza en Dios y sus disposiciones de gracia en su nombre. “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” – Hebreos 10:38,39.

Durante la presente edad del Evangelio, el Espíritu engendrado en la nueva criatura en Cristo Jesús debe creer en el final de su vida así como también en el principio. Aunque rodeado de un mar de escepticismo y acosado por el mundo, la carne y el diablo, tiene que seguir teniendo fe en el plan para su bienestar eterno. Leemos, “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:28,29). Para los que están en Cristo, mantener la confianza en Dios y en su palabra es una cuestión de vida o muerte. Por eso el apóstol Pablo dice: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Hebreos 3:14). Santiago también escribió: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” – Santiago 1:12.

LA LUCHA COMUN

Para asegurarse que todos sus hermanos engendrados por el Espíritu, incluidos los apóstoles, compartan una experiencia común, el apóstol Pablo expresa generosamente la naturaleza de su propia lucha, una lucha que todos los engendrados conocen y que el mundo es incapaz de comprender. “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:22-24). Una vida consagrada, permite por el poder del Espíritu Santo de Dios ver las maravillas que se encuentran más allá de la muerte. Desde el momento de su consagración viviendo en el Espíritu, todas las cosas están diseñadas para ayudar a la nueva criatura en Cristo hacia ese objetivo final. Su trabajo consiste en someterse y creer hasta el final de su caminar en consagración en esta nueva vida. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” – Romanos 8:28.

LOS FIELES

Durante la presente Edad del Evangelio, los consagrados al Señor han respondido al llamado de los apóstoles para defender las doctrinas de la Verdad y la Fe. Han resistido a las tentaciones del mundo y han manifestado ser sabios al rendirse a los propósitos de Dios. Han entendido que el desviarse daría lugar a la incertidumbre, confusión y duda. Para una nueva criatura engendrada, la duda daría lugar a la muerte espiritual, que es la voluntad de Satanás.

Esta clase de fieles creyentes escuchan las palabras de urgencia de Pablo a Timoteo para ser motivados a defender la doctrina de la fe, incluso como lo era en los tiempos de la iglesia primitiva. Las asechanzas de Satanás no han disminuido, ni su deseo de destruir la Verdad y a sus defensores. Cada nueva criatura en Cristo debe considerarse especialmente un defensor de la fe y la verdad como lo fue Pablo, como cuando expresó su deseo y aliento a Timoteo para que hiciera lo mismo. Cada uno de nosotros escuchemos también las palabras del apóstol Pedro, cuando dijo: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” – 1 Pedro 5:8.

Al considerar la importancia de la fe y la buena doctrina, leamos las palabras que Judas escribió, “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” – Judas 3.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba