DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA |
Miembros en Particular
(Segunda parte)
LECCIONES DE ROMANOS 12
El apóstol Pablo examina este tema de Romanos capítulo 12 en una forma muy personal. Es un capítulo que debería ser muy familiar y de especial atención para conducirnos en nuestra vida cristiana, desde la consagración hasta el final de nuestra vida. Deseamos recoger algunos puntos de este capítulo. En el primer versículo, vemos representada la consagración; la presentación de nuestros cuerpos en un “sacrificio vivo” marca el comienzo de nuestro caminar cristiano. El segundo versículo sugiere que de acuerdo a la consagración se lleva a cabo la transformación de nuestras mentes, palabras y acciones, lejos de los deseos carnales, esperando la voluntad del Padre Celestial en nuestras vidas. En el tercer versículo, el apóstol sugiere que antes de que esta transformación se inicie, debemos cultivar un concepto adecuado de nosotros mismos. Es sólo sobre la base de una sincera humildad de corazón y mente que esta transformación puede ocurrir.
Comenzando con el versículo cuatro, el apóstol empieza a desarrollar una forma de acción que se aplica en la vida de un cristiano; el requerimiento del segundo versículo es ‘la renovación’. Si desarrollamos lo que el apóstol describe como lo mejor de nuestra capacidad personal, es necesario aplicar acciones para romper toda barrera de orgullo, egoísmo, maldad, palabras no adecuadas, negligencia, críticas negativas, desaliento, miedo, desinterés por el bienestar de nuestros hermanos y de la Iglesia. Todo esto se puede realizar y aplicar en nuestras vidas siguiendo las sencillas instrucciones que el apóstol ha escrito en este capítulo. La idea es lograr la transformación de nuestras vidas, nadie más puede hacerlo por nosotros. Participemos activamente en esta labor de fe y que sea una forma de motivación para realizarlo.
El Señor nos ha colocado en estas circunstancias, porque hay algo muy especial y singular que él desea que hagamos y puede hacerse mucho mejor en las circunstancias particulares en la que nos encontramos. Si somos “fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Romanos 12:11), abrirá las ventanas de los cielos, y derramará sobre nosotros bendición hasta que sobreabunde (Malaquías 3:10). Encontraremos las oportunidades para servir al Señor y a los hermanos, si realmente nos comprometemos a aplicar las palabras de las lecciones aquí enseñadas; de esta manera nuestras vidas se convertirán en apasionadas, estarán muy ocupadas en la estrecha relación con nuestro Padre Celestial, nuestro Señor Jesús y con los miembros del cuerpo. Sin embargo, no hay que buscar grandes cosas como a veces se piensa equivocadamente. No tenemos que hacer un gran trabajo con el fin de ser observados por el Señor. La ‘gran cosa’ que podemos realizar podría ser una motivación al orgullo, un deseo de ser visto y reconocido por los demás.
También debemos tomar en cuenta las palabras de Romanos 12:16, “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión”. La actitud mental no debe ser elevada y altiva, sino condescendiente con las personas humildes, la escritura es clara. El Señor quiere que demos todo lo que podamos de nuestro ser con humildad. En nuestro medio ambiente del vivir diario y nuestras circunstancias de la vida, el Señor nos está preparando cuidadosamente a cada uno de nosotros a través de la experiencia.
Él está cincelando, dándole forma, puliendo, lavando, limpiando la escoria, preparando cuidadosamente a cada uno de nosotros, como piedras preciosas que en última instancia, puedan ser capaces de reflejar su gloria y luz en todas las edades venideras. Salmo 139:15 dice: “ No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra”.
MIEMBROS UNOS DE LOS OTROS
En los versículos cuatro y cinco de Romanos 12, notarán que cada uno de nosotros ha sido colocado en el cuerpo de una manera muy especial, con dones y responsabilidades diferentes uno del otro. Sin embargo, el apóstol dice, “y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). Es imposible expresar una relación más estrecha de los sentimientos, “y todos miembros los unos de los otros”. La idea que figura aquí es que cada uno de nosotros somos parte de todo el cuerpo y también mutuamente dependientes de las demás partes del mismo.
No siempre apreciamos esta dependencia mutua. A veces buscamos el compañerismo de aquellos que son más activos y sobresalientes en nuestras congreaciones, descuidando a otros, aquellos quienes podemos pensar que son menos maduros. Tal vez los más tímidos que se sientan en la fila de atrás y no escuchamos de ellos muy a menudo; o bien aquellos que no tiene facilidad de palabra, teniendo dificultad para comunicarse, por eso tomamos el camino más fácil evitándolos. No deberíamos discriminar a algunos miembros de la iglesia. Pueden tener una debilidad que es particularmente desagradable para nosotros. Podríamos olvidar que nuestra relación no es conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Independientemente de cualquiera de estas cosas, tengamos un punto de comunicación con todos en la iglesia, es decir el cuerpo de Cristo. Digámosles que nos preocupamos por ellos y que los amamos. Ellos serán muy bendecidos y alentados por nuestro compañerismo, preocupación, interés y porque en el tiempo vamos a descubrir sus necesidades. La unidad y el amor que fluye entre todos será de beneficio mutuo, porque somos miembros unos de otros.
SIRVIENDO A LA IGLESIA
En los versículos seis y siete de Romanos 12, Pablo identifica algunos que tienen la capacidad del don de profecía (enseñanza). Los que tienen esta capacidad deben utilizarlo en beneficio de la iglesia. ‘Si anhelamos un ministerio, vamos a esperar por nuestro ministerio’. ‘Si tu don es servir a los demás, sirve bien’. La idea es ofrecer nuestro servicio, no sólo a aquellos a quienes queremos servir, sino servir a todo el cuerpo. Continuamos con el versículo siete, “el que enseña, en la enseñanza”. En un estudio de la Biblia es importante que el líder tenga la calificación “apto para enseñar”. Esta es una condición expresada en la Escritura (1 Timoteo 3:2). Y sin embargo, una de las mejores formas de enseñar es fomentar la consideración de la Palabra en la congregación. Este enfoque sirve dos propósitos. En primer lugar, se alentará a los hermanos al estudio privado en su preparación para la reunión y en segundo lugar, el programa estimulará el pensamiento y la concentración en el estudio bíblico por parte de todos los presentes. Creemos que el Señor ha bendecido estos métodos para la prosperidad espiritual de la iglesia.
Romanos 12:8 dice: “El que exhorta, en la exhortación”. Otra traducción dice así: “Si nuestro don es el de estimular la fe de los demás vamos a fijarnos en ello”. Algunos tienen un talento especial para animar a otras personas. ¿Quién entre nosotros no necesita ser estimulado de vez en cuando? Tenemos que alentar a quienes tienen un papel activo en las labores del movimiento de Estudiantes de la Biblia. Queremos ver a miembros en nuestra iglesia que realicen los servicios fielmente en nombre del cuerpo de Cristo y asimismo alentarlos. Vamos a extender este pensamiento a todos los miembros de la iglesia y sentir una profunda responsabilidad de alentar a cada uno de ellos.
UN PROCESO DE TODA LA VIDA
A lo largo del capítulo 12 de Romanos, observamos muchas otras advertencias dirigidas por el apóstol en todo lo relacionado con nuestra responsabilidad cristiana de unos hacia otros y en particular como miembros del cuerpo. Este pulido, cincelado y formación es un largo proceso. Es de esta manera que a causa de las barreras de nuestra carne caída y porque nuestro Padre Celestial ha ordenado que esto sólo puede lograrse mediante la plena cooperación de la voluntad y un corazón humilde en cada uno de nosotros. Dios ha decidido que nuestra personalidad moral debe estar presente en este trabajo y ser responsables en su ejecución. Sin embargo, él se complace al adoptar medidas antes de continuar nuestro desarrollo en esta maravillosa relación de amor que debemos mantener entre nosotros y todo el cuerpo de Cristo.
Vemos las huellas de nuestra naturaleza humana caída que todos tenemos en alguna medida. Vemos fallas en los demás y sin duda en nosotros mismos. Seamos más decididos en ayudar a los demás. Alentemos a los demás para superar estas debilidades a través de una relación muy estrecha de amor, compasión y perdón cuando sea necesario. En realidad todos somos parte del cuerpo y miembros en particular. Todos los que son del Señor son gente amada, muy especial para el Padre Celestial y todos deben ser igualmente muy especiales para cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo.