DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Haced esto en Memoria

“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”
– Lucas 22:19

AL FINAL DE SU MINISTERIO TERRENAL, JESÚS dio instrucciones a sus discípulos para preparar un aposento alto y celebrar la Pascua judía, que comenzaría después del atardecer el 14 de Nisan. Él sabía que esta sería la última vez que se sentaría a la mesa con ellos a celebrar lo que él mismo cumpliría ese mismo día y también en favor de toda la familia humana, para ser declarado a su debido tiempo.

INSTITUCION DE LA PASCUA

Cuando se instituyó la Pascua en la tierra de Egipto, a los judíos se les dio instrucciones para la selección del cordero en el sacrificio, el tiempo en que sería matado y comido con pan sin levadura y hiervas amargas. La escritura dice: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año” – Éxodo 12:1,2.

Este fue el primer mes del nuevo año judío. “Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero” – Éxodo 12:3,4.

Cada hogar representó a la familia de la fe. “El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer” (Exodo 12:5-7). Cada casa estuvo ‘bajo la sangre’, la cual representa el estar bajo la preciosa y antitípica sangre de Jesús.

PASÓ POR ENCIMA DE LOS PRIMOGÉNITOS

En relación con la muerte del cordero de sacrificio y la colocación de la sangre en la puerta de cada casa, tuvo que pasar un momento dramático para los primogénitos, los que permanecieron en sus hogares y bajo la sangre del cordero sacrificado. La escritura dice, “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis” – Exodo 12:12-14.

UNA RELACION PERSONAL

La Pascua se observó durante la noche en Egipto, cuando la sangre de un cordero salvó de la muerte a los primogénitos de Israel pasando por encima de ellos. Esto también anunciaba en gran manera lo que pasaría a través de la clase antitípica, el primogénito nuestro Señor Jesús, a los creyentes consagrados durante la presente edad del Evangelio. Estos han sido salvados de la muerte por la sangre preciosa del Cordero de Dios quienes serán bendecidos durante el futuro Reino Glorioso de Cristo.

El Señor se convirtió en el abogado de esta antitípica clase de primogénito después de su resurrección. En relación con esta categoría especial de miembros de su cuerpo durante esta época de sacrificio aceptable, el apóstol Juan dijo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). El tipo de Pascua ilustró lo que sería realizado por el antitípico primogénito, la muerte de nuestro Señor como el Cordero de Dios.

CONSUMIDO POR AMOR

Ahora comprendemos mejor el significado cuando nuestro Señor habló a sus discípulos mientras estuvo sentado con ellos en la última noche de Pascua. Leemos: “Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” – Lucas 22:13-16.

Jesús estaba a punto de morir después un prolongado y humillante sufrimiento por los pecados de la humanidad. El amor que tenía era ferviente al grado que sólo el Espíritu presente en esta Edad del Evangelio puede comprenderlo. Es esta comprensión de tal fuerza que se suma a la declaración del apóstol Juan: “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” – Juan 13:1.

A través del salmista vemos una visión de este amor y escuchamos la voz de nuestro Señor por sí mismo como el antitípico Cordero de Dios. “Porque me consumió el celo de tu casa; Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí” (Salmo 69:9). El Señor Jesucristo fue finalmente consumido en sacrificio por las cosas que sufrió por causa de su iglesia, -el antitípico primogénito de esta Edad del Evangelioy que posteriormente se hizo manifiesto a la familia humana.

EN MEMORIA DE MI

Sentado con sus discípulos y observando la celebración de la Pascua anual de Israel en Jerusalén por última vez, Jesús les pidió que la hicieran en memoria de su muerte y amor hacia ellos, les dio instrucciones explícitas para realizarla. El apóstol Pablo, al escribir a sus hermanos de Corinto, transmitió estas instrucciones: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” – 1 Corintios 11:23-25.

La expresión “hacerlo en memoria de mí” significa que la ceremonia celebrada por Jesús era la introducción a sus discípulos en aquel momento sustituyendo la celebración de la Pascua de Israel. Que estaba a punto de convertirse en obsoleta ese mismo día en la cruz en el Calvario, cuando diera su propia vida. Continuando con su epístola a los hermanos de Corinto, San Pablo dice claramente el propósito y la función del nuevo memorial del Señor. Él escribe, “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” – 1 Corintios 11:26.

COMUNION POR INVITACION

Antes, en su primera epístola a los Corintios, el apóstol Pablo escribió, “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16,17). Aquí, el aspecto de asociación, comparte la participación en los sufrimientos de Cristo, se introduce por la palabra que se ha traducido «comunión» y es una derivación del término ‘común-unión’. El cuerpo de Cristo se compone de muchos miembros y es caracterizado como “un pan”. No todos están invitados por Dios a la adhesión en ‘un pan’. Esta invitación ha sido claramente expresada en el Evangelio de Juan, con las palabras de Jesús. Él dijo, “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” – Juan 6:44.

Durante la presente Edad del Evangelio, quienes son invitados por el Padre Celestial a Cristo pueden compartir con él la inevitable taza de sufrimiento que llega a todos los que son de Dios para conocer el nivel de la Verdad y justicia. El apóstol Pablo habla de Jesús, “el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:4). Por lo tanto, al comer del pan y beber del fruto de la vid en este aniversario de la muerte de nuestro Señor, damos una confirmación simbólica de nuestro voto de consagración a Jesús y también la dedicación de nuestra vida lo más fielmente posible siguiendo su ejemplo.

Nosotros no participamos en el derrotero del sacrificio de Cristo sólo durante la noche en la observancia del Memorial, más bien lo hacemos diariamente durante todo el curso de nuestra peregrinación terrenal. Como ya participamos de los símbolos que conmemoran la muerte de nuestro amado Señor, recordemos que cuando se estableció el primer Memorial con los apóstoles, ellos fueron sus invitados especiales. Desde entonces, se ha observado especialmente por la selección de invitados, todos los cuales han entrado en el camino angosto de sacrificio hasta la muerte.

DETERMINACION RENOVADA

Durante este aniversario de la muerte de Jesús y como parte de los emblemas del memorial, tengamos en cuenta el verdadero significado de lo que ellos representan. Debemos centrarnos en el significado de la muerte de nuestro Señor y la paz que tenemos en el conocimiento que hemos sido invitados para entrar en la semejanza de su muerte. Es un gran privilegio reunirnos en espíritu con los demás integrantes de la fe, quienes también han escuchado y aceptado la invitación del Maestro para participar en su bautismo hasta la muerte. “El les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados” (Mateo 20:23). El apóstol Pablo explicó: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6:3). Sin embargo, tenemos la gran esperanza, “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” – Romanos 6:5.

Cuando comemos de este pan y bebemos de la copa, hagámoslo con profundo reconocimiento de la gracia y el privilegio que se ha extendido hacia nosotros de ser partícipes con Jesús. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Nuestro reconocimiento de este glorioso privilegio de la comunión en los sufrimientos de Cristo, puede ser expresado mejor en la celebración del Memorial durante este aniversario con una renovación de nuestra determinación de cumplir nuestros votos de consagración.

Por eso podemos afirmar que ni el desaliento, el cansancio, ni sentimientos de indignidad nos obstaculizarán. Podemos buscar a nuestro amoroso Padre Celestial, pedir perdón cuando y donde sea necesario. Esto nos anima a estar en oración con el Padre y recurrir a su poder de limpieza. Cuando participemos de los emblemas de la muerte de nuestro Señor, hagámoslo reverentemente, en recuerdo de todo lo que él ha realizado para nosotros y en el momento oportuno para todos los de voluntad obediente durante su reino de justicia. No olvidemos, “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” – 1 Juan 2:2.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba