LECCIONES DE ESTUDIO DE LA BIBLIA INTERNACIONAL

Adoración Verdadera

Versículo clave: “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda”
—Isaías 1:17

Escritura seleccionada:
Isaías 1:10-20;
2 Reyes 15:32-35

LAS DOCE TRIBUS DE Israel fueron elegidas y encargadas de servir como un ejemplo viviente de los principios de Dios en medio de un mundo idólatra y de rituales falsos. Las prácticas ceremoniales de Israel eran expresiones simbólicas de una verdadera y sincera adoración a Dios. Sin embargo, diez tribus separadas de las tribus de Judá y Benjamín, que fueron posteriormente conocidas como el reino de Israel, rápidamente sucumbieron a la decadencia moral. Los sacerdotes, perdieron de vista el sentido de la adoración verdadera, la suplantaron con la hipocresía; incluso permitieron el culto a los ídolos mezclados con la adoración al único Dios verdadero. La hipocresía general de Israel fue expresada a través del profeta Isaías. “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” – Isaías 29:13.

Comparando la hipocresía de Israel a las más infames prácticas de Sodoma y Gomorra, Dios dice: “Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos” (Isaías 1:10-15). De este modo define Dios la adoración falsa la cual le es ofrecida, menos de lo profundo del corazón.

Con la sola excepción de Jesús, todos los corazones de la familia humana son defectuosos, imperfectos y pecaminosos. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Es remarcado por Dios al explicar como ese corazón pecaminoso podría ser aceptado para ofrecer una adoración verdadera. “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1:16,17). La pomposidad, las oraciones ceremoniales y los sacrificios nunca pueden expiar los pecados por actitudes fraudulentas, la opresión al prójimo o la adoración hipócrita hacia Dios. La justicia de los hombres es hacer alarde de religiosidad en comparación con la justicia de Dios. Los ritos, ceremonias y ofrendas de un corazón no arrepentido ningún resultado producen, ya que son una afrenta a la dignidad de Dios. El pecador que busca el perdón de Dios desde un verdadero corazón contrito y humillado, aunque carezca totalmente de lo ritual y ceremonial, lo recibe a través de Cristo en el debido tiempo y modo de Dios. Es más razonable que Dios en primer lugar exija al pecador una verdadera voluntad de ajustarse a los preceptos Divinos. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” – Isaías 1:18.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba