LECCIONES DE ESTUDIO DE LA BIBLIA INTERNACIONAL

Ceder al Señorío de Cristo

Versículo clave: “diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!”
—Lucas 19:38

Escritura seleccionada:
Lucas 19:28-40; Apocalipsis 1:1-8

ESTAS ESCRITURAS nos recuerdan las maravillosas palabras: “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13,14). Así como los ángeles cantaron y se alegraron en este cuadro del plan Divino de salvación, también pueden hacerlo todos aquellos que tienen fe en el resultado final y se alegran con regocijo indecible. Estas palabras declararon el trabajo que Jesús cumpliría durante su vida, que en última instancia traería la más alta gloria y honor a Dios, su Padre. Después de la alabanza a Dios, llegan las consecuencias sobre la tierra, es decir la paz, la paz con Dios. Esta paz viene desde una restauración de la raza humana por voluntad Divina. Esto fue en verdad una profecía del propósito de Dios al traer por medio de su Hijo, el levantamiento de la maldición del pecado y muerte, el establecimiento de paz y alegría sobre la tierra.

Esta profecía aún no ha sido cumplida. El nacimiento del Salvador era un paso hacia ello; la muerte sobre la cruz era el otro; la resurrección y su ascensión fueron otros pasos; la selección de la iglesia es otro; el reino de Dios entonces completará la profecía.

Los acontecimientos bíblicos describen la entrada triunfal del Señor Jesús en Jerusalén. “Toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto” (Lucas 19:37). Ellos habían observado cuando Jesús había despertado a Lázaro del sueño de la muerte, “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él” (Juan 11:45). Ellos “echaron su mantos” como una señal de honor al Rey (Lucas 19:35). En algunas ocasiones cuando la gente quería que Jesús fuera un rey, él no aceptó. En esta oportunidad sabía que su hora había llegado, en vez de impedirlo, lo permitió con entusiasmo montando sobre un asno y pasando sobre una alfombra de mantos.

Algunos pensaron que era el momento de la glorificación de Jesús y quizá sintieron que esto les conduciría a su propia glorificación. Tres años y medio de trabajo y enseñanza pública que testificaron de la verdad y de ser el Mesías culminando aparentemente en un triunfo. Esto animó las esperanzas de sus discípulos y a muchos en el pueblo de Israel que esperaban la gloria pronosticada por los profetas y que pronto debía ser realizada. Según el pacto de Dios con sus padres, el Evangelio del reino debía ser entregado primero a los judíos (Hechos 3:25,26). Dios sabía de antemano que como nación no lo apreciarían, ni aceptarían. No mucho después de este tiempo feliz, por la influencia de los falsos maestros gritarían: “¡Crucifícale, crucifícale!” – Juan 12:1,12,13; 19:6,7.

¿Por qué entonces Jesús usó esta forma de asumir la autoridad como Rey cuándo él conocía que esto pasaría? Según las enseñanzas del Apóstol Pablo, esto fue hecho como parte del desarrollo de eventos que presagiarían “lo que ha de venir” (Colosenses 2:17). Su entrada triunfal en Jerusalén pronosticó la llegada de Cristo como Rey al final de la presente Edad del Evangelio. ¡Por las señales que acompañan a la Segunda Venida de Nuestro Señor, el pueblo de Dios debería unir sus voces para proclamar: ¡’Bendito sea el Rey que viene en el nombre del Señor’ su reino pronto será establecido!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba