DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

El Espíritu de Dios en nuestras vidas

EL ESPIRITU DE DIOS es su poder. Para lo cristianos, los seguidores de Jesús, se trata del gran poder que de varias maneras trastoca sus vidas. A través de la Palabra de verdad el cristiano es engendrado por el Espíritu de Dios a una nueva vida. Una vida con una esperanza diferente. Adicionalmente a su bautismo en agua, ellos son bautizados por el Espíritu.

El Espíritu de Dios da testimonio de que ellos son fieles y obedientes a Dios. Si se han consagrado a Dios este mismo Espíritu les hará saber que se han convertido junto con Cristo en herederos del glorioso reino mesiánico, por el cual oramos todos los días. Los cristianos saben con certeza que si permanecen fieles en seguir tras las pisadas de Cristo ellos han de reinar y vivir con Jesús en ese reino.

El pueblo consagrado de Dios al ser sellado o ungido con el Espíritu Santo puede apropiadamente proclamar las buenas nuevas del reino de Dios. Jesús se refirió al ungimiento del Espíritu Santo cuando en un mensaje que dio en la Sinagoga en su propio pueblo de Nazaret, dijo lo siguiente:

“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca” Lucas 4:16-22

La palabra ungido tal como fue usada por Jesús significó “impartir autoridad”. Era usado según el Antiguo Testamento, cuando reyes y sacerdotes fueron ungidos e investidos en sus respectivos cargos. La ceremonia de ungimiento tenía lugar al momento de la transmisión del mando a quien iba a ocupar un cargo de responsabilidad ya sea en el reino, o en el servicio sacerdotal.

Así Jesús uso esta palabra para anunciar a los que le oían que él había recibido plena autoridad para proclamar el evangelio del Reino. Para ello Jesús citó de la profecía del Antiguo Testamento donde se profetizaba del Ungimiento del Mesías para predicar buenas nuevas. Esa profecía se halla en Isaías 61:1-3

Jesús supo por medio de la Palabra de su Padre Celestial que una de las más importantes acciones de su vida sería la de dar testimonio de la verdad ¿Cuál verdad? aquella contenida en el propósito de Dios de redimir al mundo a través de un Salvador. El hijo de Dios fue fiel a la responsabilidad que le fue puesta delante de él por su Padre Celestial. Jesús junto con sus doce discípulos “Fue por cada pueblo y ciudad, predicando y dando a conocer la buenas nuevas” (Lucas 8:1) De igual manera es también nuestra responsabilidad individual predicar la buenas nuevas del Reino de Dios, especialmente en estos tiempos cuando cunde en el mundo el temor y la confusión religiosa.

Se nos dice que Jehová ungió a Jesús para que predicase las Buenas Nuevas a los mansos, ¿Cuál buenas nuevas? aquella que treinta años atrás el ángel había anunciado dando a conocer a “todo el pueblo” que el prometido Mesías y libertador había nacido en Belén. Jesús reveló a su auditorio que ahora aquel niño había crecido y que su ministerio pronto a iniciarse habría de ser en verdad “buenas nuevas” para los “mansos”.

El, profeta Isaías también predijo que el Mesías habría de ser enviado para sanar a los quebrantados de corazón: Desde que el pecado y la muerte entraron en el mundo por medio de la trasgresión de nuestros primeros padres siempre ha habido en el mundo personas “quebrantadas del corazón”.No hay nada más poderoso para sanar a estos quebrantados de corazón que la proclamación de las buenas nuevas del reino de Dios.

Si bien es cierto muchos no tienen la fe para aceptar tal mensaje de esperanza, sin embargo para quienes sí la tienen, ¡que gran perspectiva de cambio les espera en sus vidas!

En vez de la desesperanza, el dolor o el infortunio, a ellos se les da una esperanza que permita ver las tristes experiencias del tiempo presente como meramente temporales; como un periodo de oscuridad que necesariamente antecede al amanecer de un nuevo día que habrá de gozo.

El texto que citamos (Lucas 8:1) no solo dice que Jesús anuncio aquellas buenas nuevas. Nos dicen más que eso. Nos dicen que Jesús también dio a conocer el pleno significado y alcance de su mensaje. Ello se puso en evidencia en los milagros que realizó. El Espíritu Santo lo había identificado como el Mesías prometido que habría de dar cumplimiento a los profetizados en las Escrituras. Por tanto al debido tiempo Jesús habría de ejercer todo su poder y autoridad contra los dos más grandes enemigos de la humanidad; la enfermedad y la muerte. Por un momento visualice en su mente como su intervención habrá de limpiar las lágrimas de los rostros de quienes han sufrido durante esta noche de pecado.

El capitulo 61 de Isaías declara también que el Mesías sería ungido para proclamar libertad a los cautivos, así como la apertura de prisiones. Los cautivos y los que están presos habrán de ser liberados al debido tiempo de Dios. A Jesús le fue dado autoridad para realmente llevar a cabo esto en beneficio de todos cuando el debido tiempo de Dios llegue. Como sabemos hay muchas clases de cautivos y varias formas como uno puede estar preso, Jehová no creó al hombre para que fuese un cautivo, ya sea de su ignorancia, de los gobiernos o de la muerte misma. En el glorioso Plan de Salvación, Jesús habrá de librar a todos, no importa cuál haya sido la naturaleza de su prisión.

Proclamar el evangelio envuelve más que el solo hecho de anunciar el glorioso futuro de bendiciones para todas las familias de la tierra. Isaías escribió del Mesías que él sería ungido para proclamar el año aceptable del Señor. El apóstol Pablo se refirió a este asunto cuando en 2 Corintios 6:2 escribió: “En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”.

La palabra “aceptable” como es usada por Isaías y Pablo, es muy apropiado porque la referencia hecha es a un periodo en el Plan de Divino cuando Dios aceptará otra vez los sacrificios de su pueblo, Aquel periodo empezó con el primer advenimiento de Jesús, y todavía continúa hasta nuestros días. Jesús hizo más que proclamar el mensaje de las buenas nuevas. El entregó su vida en el Calvario en sacrificio como rescate. Al llevar su mensaje a los que tenían sus oídos dispuestos él extendió la invitación para que le siguieran. El les dijo literalmente que se negarán a si mismos, cargarán con su cruz y le siguieran hasta la muerte. No fue sino hasta que el Espíritu Santo vino sobre sus discípulos en Pentecostés, que ellos comprendieron lo que aquella invitación significaba. Es un alto honor el tener parte, cualquiera ella sea, en el Plan de Dios. Esto es especialmente cierto si nos ha extendido el privilegio de imitar a Jesús en la entrega de nuestras vidas al servicio de Dios.

Refiriéndose a esto el apóstol Pablo nos habla del privilegio que tenemos de ser colaboradores Dios nos dice: “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios”. (2 Corintios 6:1). Muchos han distorsionado las palabras del apóstol para enseñar que esta vida es la única oportunidad para aceptar a Cristo y ser salvos. Sabemos sin embargo, que otras escrituras testifican abundantemente sobre el hecho que en la dispensación del reino, durante de los tiempos de restitución de todas las cosas, la humanidad tendrá plena oportunidad de aceptar a Cristo, obedecer sus leyes y alcanzar la vida eterna sobre la tierra. Pero Pablo no está aquí refiriéndose a la oportunidad cuando la humanidad tendrá la opción de vida. El se refiere a la presente etapa del Plan de Dios, durante el cual sólo unos pocos son llamados o invitados a ofrecer sus vidas en sacrificio obediente, siguiendo las pisadas de Jesús, inspirados en la esperanza de que si ellos obran así tendrán el privilegio de vivir y reinar con él, compartiendo su honor y gloria. Pablo se refiere a la “gran salvación”; la que un principio empezó a ser predicada por el Señor y fue confirmada a nosotros por aquellos quienes lo escucharon —Hebreos 2:3

Jesús no fue el único ungido por el Espíritu Santo para predicar buenas nuevas a los mansos, sus fieles seguidores participan también en este ungimiento y son igualmente por ese medio autorizados a ser ministros del evangelio. La palabra de Dios asegura que ellos compartirán con Jesús la tarea de restaurar al mundo a la vida. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Jesús explico que las mayores obras que sus seguidores habrían de hacer serían producto de su retorno al lado de su Padre. Ello significa que la obra a la que se refería él, es el futuro trabajo del reino, la obra maravillosa de ser llevada a cabo por Jesús y la Iglesia durante el milenio.

Cuando Jesús en la sinagoga de Nazaret citó la profecía de Isaías concerniente a su ungimiento por el Espíritu, el no citó aquella parte del día de venganza de nuestro Señor, El mismo se refiere a la Gran Tribulación con la que llega a su fin la presente edad. La Biblia la define como el Día de Jehová. Aquel será un período de angustia como nunca hubo. Este día de venganza no se dio en los días de Jesús, por lo que él omitió aquella parte de la profecía de Isaías que la mencionaba.

Pero ahora es diferente. Estamos en medio de un tiempo de angustia que no conoce precedentes. Bajo la guía del Espíritu Santo esta profecía se ha convertido en parte de nuestro mensaje. Esto no significa que estemos autorizados para señalar individualmente sobre quien viene la venganza de Dios, pero si podemos explicar lo que esta Gran Tribulación ha de significar.

Relacionado al “día de venganza” está la instrucción adicional de consolar a los que lloran. Millones en la tierra sufren debido a los tiempos de angustia en que vivimos. Enterarlos de lo que significa todo esto en relación al propósito de Dios debe servir de consuelo para muchos que tiene “un corazón” dispuesto. En Isaías 35:3-4 hallamos una referencia al “día de venganza”. Allí el pueblo de Jehová es instruido a fortalecer las manos débiles, afirmar las rodillas débiles, y a decirle a los que son temerosos de corazón a que sean fuertes, no temerosos; decirles que su Dios vendrá con venganza y recompensa, que vendrá y los salvará.

Es un gran privilegio el poder explicar a los que le temen a Dios y tiene sus oídos dispuestos que el tiempo en el que estamos de verdad es parte del “día de venganza”, así como lo que Dios habrá de traer salvación para su pueblo. Seguidamente el profeta Isaías describe las bendiciones del reino mesiánico, asegurando que “Los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido”. Isaías 35:10.

Que maravilloso entonces es participar con Jesús en la obra de proclamar el mensaje del reino. ¡Que felices somos al saber que el reino de Cristo se ha acercado¡. Al proclamar su inminencia nuestro mensaje debería servir para remover el temor de los corazones de la gente y darles alivio y gozo. Sabemos que esta es la voluntad de Dios para nosotros pues nos ha ungido para este propósito. No contristemos al Espíritu por fallar en el cumplimiento de esta maravillosa misión.

El mensaje de la verdad del amor de Dios, es lo más maravilloso que llegó a nuestras vidas. Todos sabemos y reconocemos que esto es así. La verdad significa todo para nosotros. Nunca nos deberíamos sentir avergonzados por el evangelio de Cristo. Es el poder de Dios para salvación. Cada uno de nosotros puede predicar el evangelio. Cada vez que damos una literatura a alguien estamos predicando el evangelio, tanto como lo hace el que está frente a un auditorio predicando la palabra. Regocijémonos en cada oportunidad para mostrar nuestro amor. El mensaje del reino es de primera importancia. Estas son formas simples como podemos todos servir a Dios.

Las verdades fundamentales Plan Divino de las edades como fueron enseñadas por los apóstoles en la iglesia temprana han sido restauradas al pueblo de Dios de estos tiempos finales de la dispensación evangélica. Ahora debemos todos estar en guardia contra las influencias anticristianas que nos rodean, influencias que están bajo el poder de Satanás y que pueden robarnos estas preciosas doctrinas.

Pablo, en Hebreos 10:23 escribió: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”, en el capítulo 3:14 dijo: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. Es a través de las doctrinas fundamentales de la Verdad que somos santificados y aproximados a Dios. Es por ello tan importante que no dejemos estos privilegios apartarse de nosotros. En la carta de despedida de Pablo a los ancianos de Efeso el dijo: “Porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios (Hechos 20:27)

¿Qué es el consejo de Dios mencionado por Pablo? Aquello que constituye ciertamente la enseñanza fundamental de la Biblia, el rescate. A fin de poder predicar el arrepentimiento hacia Dios e invitar a ejercer fe en nuestro Señor Jesucristo. Pablo indudablemente tuvo primero que explicar lo que era el rescate. La explicación que Pablo hizo del rescate cuando estaba sirviendo a sus hermanos en Efeso debió ser la misma que dio a Timoteo. El le dijo al joven discípulo lo siguiente: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Timoteo 2:5,6).

A fin de proclamar apropiadamente la verdad del rescate se hace necesario reconocer que el salario del pecado es muerte. En su ministerio el apóstol Pablo no mencionó al tormento eterno como el correspondiente salario del pecado. Pablo sí enseñó por el contrario que “el salario del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna por Jesucristo Nuestro Señor” (Romanos 2:23).

Pablo supo y enseñó que la esperanza de vida más allá de la tumba estaba basada en las promesas de Dios de restaurar a los muertos a la vida en la resurrección. El supo y enseñó que a menos que Jesús hubiese sido levantado de entre los muertos no habría esperanza de una vida futura aún para los seguidores del Señor. Citamos: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:12-14).

Pablo enseñó que Cristo era “las primicias” de la resurrección y que su seguidores durante la edad evangélica, has de ser levantado para vivir y reinar con él mil años, con gloria, honor e inmortalidad (Romanos 2:7). El supo que la inmortalidad no era inherente al ser humano y que aquellos que alcanzaran esta lo tendrían que hacer en base a la fidelidad probadas en seguir las pisadas de Jesús. “Esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53)

LA LLAMADA DESDE LO ALTO

Aquellos que son levantados inmortales en la resurrección son definidos por Pablo como partícipes de “la llamada desde lo alto”. Concerniente a si mismo Pablo escribió: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). En Hebreos 3:1 leemos: “Hermanos santos, partícipes de la llamada desde lo alto”. Así vemos que esta llamada desde lo alto es una llamada celestial. Pablo supo y enseñó que el mundo entero no estaba siendo invitado o llamado para estar con Cristo en el plano divino de vida. Es sabía que este era un especial arreglo para aquellos de esta edad (dispensación evangélica) que aceptaran la invitación de Cristo de negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguirle. El supo que el Plan de Dios para la humanidad en general sería que fuese restaurada a la vida eterna sobre la tierra.

LA PROMESA DE DIOS A ABRAHAM

Otro aspecto del Plan Divino que Pablo consideró importante está contenido en la promesa que Dios le dio a Abraham (Génesis 12:3, 22:15-18). Dios le prometió que a través de su simiente o descendencia, todas las familias de la tierra habrían de ser bendecidas. Cuando Abraham demostró su fe al ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio, Dios confirmó su promesa por un juramento. Así es como este pacto de Dios con Abraham es referido como el pacto con juramento.

En Hebreos 6:17 al 20 Pablo explica que nuestra esperanza de salvación y de estar asociados con Jesús está centrado en el pacto con Abraham. Este, según Pablo es parte del consejo de Dios. En realidad hay dos aspectos en la promesa dados a Abraham. Uno es que se debería desarrollar una simiente, el otro que las familias deberían ser bendecidas por esta simiente. Respecto a la simiente, Pablo explicó lo siguiente en Gálatas 3:16, 27, 29: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”. “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

El retorno del Señor fue una de las importantes promesas que los primeros cristianos aguardaron con esperanza. Esta esperanza nos ha inspirado y fortalecido para seguir adelante en nuestro ministerio. Pablo supo y enseñó que la recompensa para nuestra fidelidad en el servicio del Señor no se hará realidad hasta el tiempo del Señor. Mientras tanto a medida que cada uno de nosotros termina su trayectoria terrestre, permanecerá en la muerte hasta que la iglesia sea completada en número. Así como Jesús fue ungido por el Espíritu Santo para predicar las buenas nuevas, nosotros también participamos de este ungimiento. Un ungimiento que nos autoriza a llevar a cabo nuestro ministerio. Es sobre la base de las verdades fundamentales predicadas por Jesús y sus apóstoles, así como por el antiguo y nuevo Testamento, que nosotros podemos con éxito llevar a cabo nuestro ministerio. Es el glorioso evangelio que debemos proclamar y hacia el cual debemos permanecer fieles.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba