EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

El desastre del tsunami: Un mar de tristeza

EL TEXTO DE LAS ESCRITURAS “Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:8) identifica los sucesos trascendentales que las profecías determinaron que ocurrirían durante los últimos años de la actual edad del Evangelio. La palabra “dolores” ha sido traducida de la palabra griega que significa “dolor de parto” o “tribulación”. La palabra tribulación” puede ser encontrada en lugar de dolor en muchas traducciones modernas de la Biblia. Describe el creciente nivel de violencia y caos que ha ocurrido en los tiempos actuales. Muchos estudiantes de la Biblia asocian los sucesos de nuestros días con aquellas profecías que fueron escritas hace mucho tiempo. Esto es especialmente cierto desde el inicio de la Primera Guerra Mundial. Desde ese entonces, la historia de la humanidad ha estado asociada con tremendas convulsiones debido a las guerras y revoluciones en todo el mundo, que están perturbando los gobiernos y las instituciones de mucho arraigo en el planeta.

También se observa que los patrones climáticos y medioam-bientales están siendo perturbados por cambios violentos, algunos de los cuales han ocurrido en gran medida por la industrialización y contaminación a gran escala. Estos desastres naturales han aparecido en un mundo que está volviéndose cada vez más complejo. Esto es particularmente cierto debido al rápido incremento de la población, que ha venido ocurriendo desde los primeros días del siglo XX; que, a su vez, ha generado grandes concentraciones de gente. Muchas de las ciudades más grandes del mundo han sido construidas en sitios vulnerables a lo largo de las líneas costeras.

La humanidad también se ha visto afectada por el rápido incremento en las comunicaciones y el transporte durante este tiempo. A medida que el mundo crece cada vez más cerca, más gente es conciente de lo que está sucediendo en lo que alguna vez se consideraba como lugares remotos.

Un mar de Dolores

El artículo principal que reporta la muerte sin precedentes ocurrida en la región del Océano Índico del sur de Asia, el 26 de diciembre del 2004, que apareció en la revista Time (10 de enero del 2005) bajo el título “Mar de tristeza”. El subtítulo del reportaje de Michael Elliott dice: “El mundo sufre una tragedia de grandes proporciones después que un tsunami sembrara la muerte en Asia. Desde el mismo sitio, un panorama de cómo ocurrieron los hechos y si la matanza pudo haberse prevenido”.

Los sucesos devastadores acaecidos ese día ocurrieron durante la temporada de fiestas, que es una habitual época de culto y celebración entre muchas confesiones religiosas en todo el mundo. También ocurrió durante la temporada alta de llegada de turistas. Innumerables cantidades de personas de muchos países del norte de Europa y de otros lugares planifican, de manera regular, pasar sus vacaciones allí durante los meses de invierno, en busca de calor y relax. Ciertamente, ellos no se esperaban la pérdida de vidas humanas y la destrucción de propiedades que sucedió ese día.

La tragedia más grande del mundo moderno

Esta tragedia ha sido catalogada como el desastre natural más grande ocurrido en los tiempos modernos, y uno de los más destructivos en toda la historia de la humanidad. La terrible devastación a gran escala fue el resultado de uno de los cataclismos más poderosos de la naturaleza: un terremoto y su posterior maremoto o tsunami. La extendida y abrumadora pérdida de vidas y propiedades ha causado un tremendo dolor y miedo alrededor del mundo. Muchas de las confesiones religiosas están buscando respuestas de parte de sus líderes espirituales en estos tiempos de dolor nunca antes visto. Otros están preguntando por qué Dios permitiría que le suceda semejante tragedia a su creación humana.

El relato de un testigo presencial

En el reportaje de Elliott, él dice: “La causa de las muertes fue un tremendo terremoto que hizo temblar la corteza terrestre frente a la costa occidental de la isla indonesia de Sumatra, generando a través del océano ondas expansivas que se sintieron a más de 5,000 kilómetros en la costa de África Oriental, en la que murieron al menos doscientas personas. Bustami, un pescador del pueblo de Bosun en Sumatra, es uno de los que experimentó el temblor y el tsunami y sobrevivió para contarlo. Él cuenta que en algún momento después de las 7:30 de la mañana del 26 de diciembre, estaba en su bote justo frente a la costa cuando sintió que el mar se movía a su alrededor. ‘Eso debe haber sido cuando empezó el terremoto’, dice. (La hora exacta del sismo fue a las 7:58 a.m.) Aproximadamente media hora después apareció la onda expansiva, el tsunami, que devastó la región. Primero, Bustami vio que el agua se retiraba de la orilla, con los peces saltando en las playas vacías. Luego dice, ‘Escuché ese extraño estruendo proveniente de algún lugar, un sonido que nunca antes había escuchado. Yo pensé que era el sonido de bombas’. El agua se elevó detrás de él tan alto como las palmeras cocoteras de la playa y fue lanzado de su bote. ‘Se sentía como el día del juicio final’, dice Bustami quien después de aferrarse a una palmera fue finalmente rescatado por un soldado tres horas después, a casi tres kilómetros del lugar donde perdió su bote.”

Ninguna alerta

Los medios de comunicación internacionales han tratado, con mucho esfuerzo, de mantenerse al tanto del rápido paso de los acontecimientos que han seguido a esta tragedia sin precedentes. Un artículo de noticias internacionales de CNN.com del 28 de diciembre del 2004, bajo el título de “Carrera contra el tiempo para salvar a los sobrevivientes del tsunami”, reportó que “el tsunami golpeó sin ningún aviso aquellas áreas costeras, en particular Indonesia que está muy cerca del epicentro; en tanto que no existe ningún sistema de alerta para el Océano Índico de acuerdo con el director del Laboratorio de Medio Ambiente y Mar del Océano Pacífico de la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica de los EE.UU. en Seattle, estado de Washington”.

“Tales tsunamis son mucho más comunes alrededor de los países de la costa del Pacífico que en el Océano Índico. El terremoto representó la liberación de energía de una ruptura en la corteza terrestre de más de 600 millas (1,000 kilómetros aproximadamente) de largo, según el Centro Nacional de Información sobre Terremotos del Servicio Topográfico Geológico de los EE.UU. Fue el terremoto más fuerte desde 1964 e igualó a un terremoto en 1952 en Kamchatka, Rusia, como el cuarto más fuerte desde que se iniciaron las mediciones en 1899. El movimiento sacudió un año después del terremoto de magnitud 6.6 en Bam, Irán, que mató a más de 30,000 personas y dejó heridas a otras 30,000 y destruyó el 85 por ciento de los edificios en la ciudad”.

El daño extendido

En Fox News del 28 de Diciembre del 2004 se decía que “El tremendo terremoto del día domingo, de magnitud 9.0, fuera de las costas de la isla indonesia de Sumatra levantó olas de 500 milla por hora (Aproximadamente 833 Kms.) a través del Océano Índico y del Golfo de Bengala en el tsunami más mortífero que se haya conocido desde aquel que devastó la capital portuguesa de Lisboa en 1755 y que mató un estimado de 60,000 personas”. El reportaje indicó que “La cuenta también incluye muertes en Malasia, Bangladesh y las islas Maldivas. Las gigantescas olas recorrieron aproximadamente 3,000 millas( Aproximadamente 5500 Kms) hasta el este de África, causando muertes en Somalia, Tanzania y las islas Seychelles”.

“En el área de Sri Lanka, alrededor de 1,000 personas murieron o desaparecieron de un tren que fue arrancado de sus rieles cuando le alcanzaron las gigantescas olas. Los rescatistas sacaron 204 cuerpos de los ocho vagones del tren, que quedó reducido a metales retorcidos, y cremaron o enterraron esos cuerpos cerca de la vía férrea que va a lo largo de la costa”.

Reuters, que reportó desde Banda Aceh (el 30 de Diciembre del 2004) decía: “A orillas del Océano Índico, millones de personas se pelean por comida y agua limpia, con el hambre y las enfermedades como las principales amenazas que azotan a los sobrevivientes del más devastador tsunami del que se tenga registro. Muchos pueblos son ahora un poco más que escombros cubiertos de lodo, regados de cadáveres después de que un terremoto submarino de magnitud 9.0 frente a las costas de la isla indonesia de Sumatra desencadenó el tsunami. Miles de cuerpos que se descomponían con el calor tropical fueron enterrados dentro de fosas comunes”.

La segunda ola

Nancy Shute, en su artículo “Ahora la segunda ola” que apareció en el U.S. News & World Report (10 de enero del 2005), escribe: “El agua puede matar de muchas maneras. Aun cuando los rescatistas trabajaron para recuperar los cuerpos de decenas de miles de personas que murieron por el tsunami de la semana pasada, los funcionarios de salud pública y las organizaciones internacionales de ayuda estaban luchando para enfrentar la amenaza de las enfermedades originadas por el agua, que podrían ser tan mortíferas como las mismas aguas de la inundación. ‘Quizás unas 5 millones de personas no puedan acceder a lo que necesitan para vivir’, dijo David Nabarro, jefe del equipo de crisis de la Organización Mundial de la Salud. ‘Ellos no pueden conseguir agua y comida y su sistema sanitario es inadecuado”.

En marcha el enorme esfuerzo de ayuda

En la edición del 10 de enero del 2005 del U.S. News & World Report, apareció un artículo bajo el título de “Las secuelas” con el subtítulo ‘El sur de Asia llora por los muertos y trata de salvar la vida después de uno de los peores desastres naturales del mundo’. En el artículo de Bay Fang, él describe la escena de horror: “Fue una ola, fue un monstruo. Surgió de las profundidades y se tragó entera la vida en los pueblos costeros en casi una docena de países. Las grietas de la tierra se movieron el 26 de Diciembre, enviando una pared de agua que se desplazó a través del Océano Índico, lanzando botes dentro de los lobbies de hoteles, cuerpos hacia los árboles, poniendo el mundo de cabeza. Desde los lujosos balnearios en Tailandia hasta las caletas de pescadores en Sri Lanka, la cantidad de víctimas se eleva cada día, muy por encima de la ya inimaginable marca de 120,000. Al final, puede que nunca se conozca el impacto total de uno de los peores desastres naturales en la historia. Una generación de niños perdidos. Un estimado de 5 millones de desplazados. Y en el detritus de vidas, hogares y futuros destruidos, los sobrevivientes afrontan la desalentadora tarea de reconstruirlo todo”.

Además, él dice: “Está por empezar el más grande esfuerzo de ayuda en la historia en este entorno post apocalíptico; y aun para muchos sobrevivientes significará la diferencia entre la vida y la muerte. Las Naciones Unidas dice que hasta 5 millones de personas carecen ahora de acceso a las mínimas necesidades para vivir: agua limpia, comida, alojamiento, instalaciones sanitarias y asistencia médica. El miedo a las enfermedades se está expandiendo debido a los cadáveres en descomposición, y el agua contaminada hace más crítica la rapidez de los envíos. Los hospitales han colapsado y no hay electricidad. En muchos lugares, los rescatistas tienen que enterrar o quemar los cada vez más grandes montones de cuerpos antes que se dediquen a ayudar a las necesidades de los sobrevivientes”.

Buscando respuestas

Un artículo de Reuters (30 de diciembre del 2004) que reporta estos sucesos catastróficos fue titulado: “Las religiones preguntan por el terremoto: ¿Por qué hiciste esto, Dios?”. La columna fue escrita por Peter Graff de Londres. Él empieza reconociendo que: “Es una de las preguntas más antiguas y más profundas, planteada por algunas de las mentes más sabias de cada religión en el curso de la historia humana. Esta fue planteada de manera elocuente esta semana por una mujer anciana en un devastado pueblo en el estado sureño de Tamil Nadu de la India. ‘¿Por qué nos hiciste esto, Dios?’, gemía ella. ‘¿Qué hicimos para disgustarte?’”

Una prueba de fe

Quizás ningún suceso del que se tenga memoria haya enfrentado a tantas de las religiones más importantes y prominentes del mundo con tal prueba básica de fe como el tsunami que mató indiscriminadamente a musulmanes de Indonesia, hindúes de la India, budistas de Tailandia y de Sri Lanka, y turistas que eran cristianos y judíos. En los templos, mezquitas, iglesias y sinagogas en todo el orbe, los clérigos están siendo convocados para explicar: ¿Cómo un dios tan benevolente inflinge semejante horror sobre un pueblo común y corriente? Los líderes religiosos con distintas confesiones han descrito la destrucción como parte del plan de Dios y como prueba de su poder para castigar los pecados humanos. Ellos dicen que es una expresión de la desaprobación de Dios hacia el mundo. Es interesante notar la variada falta de comprensión entre estos líderes religiosos respecto de estos asuntos.

El rabí principal de Israel, Shlomo Amar, dijo a Reuters: “El mundo está siendo castigado por su maldad, su innecesario odio de unos a otros, y su falta de caridad”. Pandit Shastri, un sacerdote del enorme templo de mármol y piedra arenisca Birla Hindu de Nueva Delhi dijo que el desastre fue causado por una “gran cantidad de mal acumulado, y originado por el hombre en la tierra, e influenciado por las posiciones de los planetas”. Azizan Abdul Razak, un clérigo musulmán vicepresidente del partido de oposición islámica de Malasia, dijo que el desastre fue un recordatorio de parte de Dios de que “él creó el mundo y puede destruirlo”. Se afirma que Sheikh Ibrahim Mogra, un clérigo líder musulmán británico de Leicester en Inglaterra, dijo: “Creemos que Dios tiene el poder supremo de controlar toda su creación. Tenemos la responsabilidad de intentar atraer el favor y la misericordia de Dios y no hacer nada que atraiga su ira”.

Algunos preguntan ¿es éste el fin de los tiempos?

Muchas confesiones creen y enseñan que los desastres de esta magnitud vaticinan la hora del fin, o quizás la llegada de un Mesías. Muchos cristianos anticipan que ocurrirá el caos y la destrucción como lo predice la Biblia, y especialmente en las palabras gráficas de su revelación final, el Apocalipsis. Algunos dicen que estos grandes sucesos son los ‘signos de los tiempos’. Otros preguntan si es posible que Dios haga esta clase de cosas a su creación humana. La pregunta final también ha surgido respecto de si existe un Dios.

El clero de varias confesiones parece ser incapaz de dar una respuesta razonable a tales desastres naturales y a otros sucesos. Estos líderes deben afrontar esta clase de temas de manera continua. No solamente esto es necesario durante las épocas de grandes catástrofes, como la ocurrida durante el reciente tsunami, sino también para los pesares diarios de la vida. Sin respuestas adecuadas, la gente continuará permaneciendo en las tinieblas.

Respuestas científicas

Aquellos que depositan su confianza en algún tipo de sistema de creencia científica responden que fue simplemente un desastre natural. El hecho de que los terribles sucesos que acontecieron ese fatídico día destruyeran a personas de todas las confesiones religiosas, sugiere que estos no estaban dirigidos por Dios, y no había ninguna orden Divina en particular. Ellos dicen que esto no es algo que Dios haya hecho, y que él no ha recogido a cierto grupo de gente, en una determinada área del mundo, con un plan en particular para castigarlos. Ellos también sostienen que la tierra tiene ciertas imperfecciones que han ido desarrollándose dentro del orden natural de las cosas, y que nosotros debemos aprender a vivir con ellas. La cuestión no debería ser “¿Por qué Dios nos hizo esto?”.

Con relación a esto, es revelador observar la respuesta que fue dada a Reuters por un teólogo griego ortodoxo, Costes Kyriakides en Chipre, quien dijo “Yo personalmente no atribuyo ninguna significancia teológica a esto. Yo escucho lo que los científicos dicen. Dios es siempre el que paga los platos rotos. Nosotros le acusamos de manera completamente injustificada”.

Los desastres naturales son algo común para el hombre

Esta catástrofe en particular, tan devastadora como lo fue, no es un acontecimiento nuevo. Es solamente un suceso entre muchos otros. Cada año, innumerables cantidades de seres humanos mueren a causa de los desastres naturales de todos los tipos. Tornados, huracanes, terremotos, inundaciones y muchas otras calamidades han sido algo común para la humanidad a lo largo de la historia del mundo. Muchos otros mueren o son mutilados debido a las guerras, accidentes, pestes o hambrunas. Aquellos que no han sufrido la muerte en ninguna de estas maneras específicas, finalmente se someten a la pena de muerte a través de otros medios, así llamados naturales, tales como las enfermedades o la vejez. Nadie escapa a la muerte, todos sucumben al proceso de muerte que en algunos casos llega a una edad temprana, mientras que en otros puede esperar hasta una edad avanzada.

¿Por qué Dios permite las calamidades?

Esta pregunta ha sido discutida por gente, temerosa de Dios, de todas las confesiones quienes buscan respuestas a las cosas desconcertantes de la vida que afrontamos todos nosotros. Los principios del bien y del mal son una parte integral de las leyes de Dios para su familia humana. Mucho del sufrimiento que azota a la humanidad se debe a que estos estándares del bien y del mal son ignorados. Aunque el hombre ha sido dotado de conciencia, esa parte de su composición no está siempre dispuesta a reconocer cuáles deberían ser las acciones de bien. Además, la conciencia del hombre ha sido marcada con los niveles crecientes de inmoralidad y aprobación social que están siendo tolerados cada vez más.

Se requiere de obediencia

Las palabras de la Biblia indican que el castigo por desobedecer las leyes de Dios era la muerte, como lo que fue impuesto mediante la sentencia de muerte que fue proclamada en el Jardín del Edén. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo; De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16, 17). De esa manera, Adán y Eva fueron expulsados del jardín hacia las áreas inconclusas de la tierra, para morir. Ese castigo ha sido heredado por toda la humanidad, y es la prueba de obediencia que Dios ha impuesto sobre ésta.

Silencio, en calma

En una ocasión, durante el ministerio de Jesús en la tierra, él estuvo a bordo de un barco cuando se originó una gran tormenta. El viento y las olas empezaron a golpear el barco, y algunos de sus discípulos que estaban con él se pusieron muy nerviosos porque él se quedó dormido. “Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron -¡Maestro -gritaron-, ¿no te importa que nos ahoguemos? El se levantó, reprendiendo al viento, y ordenó al mar: - ¡Silencio! ¡cálmate! ” Marcos 4:38,39; (Nueva Versión Internacional)

Este texto de las Escrituras ilustra el mar caótico y tempestuoso que culminará en la destrucción de las actuales instituciones y el orden social de la tierra. El mar sobre el cual Jesús y sus discípulos estaban navegando representa, de manera simbólica, a las masas descontentas e inquietas de seres humanos que gritan desesperadamente debido a la tormenta. Sin embargo, también es una evidencia del gran poder que nuestro Señor ejerció sobre los elementos naturales de este mundo, en ese caso el mar.

La parte inconclusa de la tierra hacia la cual fueron expulsados nuestros primeros padres, Adán y Eva, cuando dejaron el Jardín del Edén, estará algún día en calma como resultado del grandioso poder que será activado desde las alturas por nuestro Señor. En ese entonces, él proclamará ‘Silencio, en calma’, y el viento y las olas obedecerán su voz. También, durante ese tiempo de bendiciones del reino, toda la creación llegará a apreciar las leyes de Dios, y será auxiliada en el camino de santidad a medida que ellos se esfuercen por ser obedientes.

La tierra en calma

No habrá más los calamitosos sucesos que le ocurren a la humanidad como ciertamente sucede en los tiempos actuales. Nosotros miramos hacia delante con gran anticipación a medida que se acerca la maravillosa época de las bendiciones del reino. Nosotros podemos continuar orando por que ese reino llegue pronto. “Enjuagará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apocalipsis 21:4,5).



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba