EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

En las Afueras de Belén

LA NOTICIA MÁS GRANDIOSA de todos los tiempos fue anunciada en Belén. Esta noticia fue el más brillante de todos los mensajes en esta noche de pecado y de muerte en el mundo. Fue el anuncio del nacimiento de Jesús. Ningún otro suceso ha cambiado tanto el curso del mundo, ni ha dado a tantos millones de seres humanos un rayo de esperanza para el futuro. Para los seguidores de Jesús, es una esperanza muy prometedora.

Las nuevas de gran alegría

Las circunstancias asociadas con el nacimiento de Jesús fueron extrañas. Destinado a ser el “Príncipe de paz” (Isaías. 9:6) y el rey de toda la tierra; aun así, él nació en un pesebre. El mundo entero conoció poco o nada de lo que estaba ocurriendo; sin embargo, la llegada del Hijo de Dios a la tierra fue anunciada por un ángel, quien dijo a los pastores en los montes de Judea: “Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor”. Luego el ángel, junto con una “multitud de huestes celestiales” cantaron: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombre!” (Lucas 2:10-14).

¡Qué tal introducción para el mundo, y con qué autoridad fue dada! Estuvo llena de esperanza de paz y de vida para toda la humanidad: ‘buenas nuevas de gran gozo’, porque nació un salvador, uno que había llegado para salvar a la humanidad del pecado y de su castigo, la muerte. No es extraño que los ángeles cantaran: ‘Gloria a Dios en las alturas’.

Aparecen las dificultades

Sin embargo, aquel que nació para ser un rey fue pronto confrontado con dificultades. Sus padres recibieron la orden de huir con el niño hacia Egipto para salvarlo de la cólera de Herodes. Desde el comienzo de su corto ministerio, fue odiado y perseguido por los líderes religiosos de su propio pueblo. Finalmente, fue muerto en una cruz. Algunos años después, la nación a la que Jesús atendió fue despojada de su tierra en vez de entrar en una era de paz como resultado de su llegada, y el pueblo se esparció por toda la tierra y consecuentemente fue perseguido de manera implacable.

Nosotros confiamos en las promesas de Dios y no tenemos miedo. Así que cualesquiera que sean las noticias diarias, a lo largo de los días y las semanas que están por venir, podemos retroceder con convicción hacia esa fecha en Belén y recordar el anuncio que llegó del cielo, “No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo, el Señor”

Los gentiles aceptan a Jesús

Mientras tanto muchas naciones gentiles declararon aceptar a Cristo y practicar sus enseñanzas, pero a medida que ocurría, esto era solamente de nombre. En lugar de promover la paz sobre la tierra bajo la bandera del ‘Príncipe de la Paz’, ellos hicieron la guerra unos contra otros en nombre de Cristo. Las guerras más sangrientas de la Edad Media fueron protagonizadas por naciones declaradas cristianas, y algunas de ellas bajo la bandera de la cruz, como los cruzados.

Desde el nacimiento del Príncipe de la Paz, difícilmente ha habido una década en la que el mundo o parte del mundo no haya estado asolado por la guerra o por el miedo a la guerra. Ni tampoco en los siglos recientes el progreso de la así llamada civilización ha cambiado materialmente este panorama. Aun ahora, en el año 2005, mientras el mundo conmemora el nacimiento de Jesús y en vista de la tensa situación respecto del terrorismo, millones se están preguntando dónde ocurrirá el siguiente ataque terrorista.

Así por ejemplo los Estados Unidos de Norteamérica está tratando de salir de una guerra en Irak en la que el Presidente Bush se envolvió aparentemente para destruir armas de destrucción masiva. Ellos son blanco de ataques diarios por insurgentes que se oponen a las fuerzas que tratan de establecer la paz. También en Afganistán ellos están buscando a los líderes de Al Qaeda para detener los ataques terroristas en otras partes del mundo.

La falta de paz

Pero esto no significa que el propósito de la llegada de Jesús a la tierra haya fracasado o que el cumplimiento de ese propósito haya sido de algún modo retrasado. Las nubes tormentosas de la pasión humana que se ciernen hoy en día sobre el mundo angustiado y lleno de miedo son el resultado del fracaso humano. Este fracaso fue conocido previamente por el SEÑOR y predicho, y él lo ha permitido así para que la raza humana pueda llegar a darse cuenta de su necesidad de buscarlo como una manera de salir de su confusión y perplejidad.

Una de las enseñanzas básicas de la Biblia es que la ‘paz en la tierra’, proclamada por los ángeles cuando nació Jesús, debe concretarse por medio del establecimiento del reino de Cristo. Esta gran verdad fue casi completamente pérdida de vista, muy tempranamente en la era cristiana. El punto de vista gradualmente adoptado era que el reino de Cristo debería ser establecido por medio de los esfuerzos humanos, con el pensamiento de que cualquiera que sea lo que Dios haya determinado hacer por la raza humana dependía de los esfuerzos de los hombres, quienes trabajarían y lucharían en nombre de Cristo. ¡Qué poca visión de futuro hay en suponer que el gran Dios del universo, el creador del cielo y de la tierra, dependería de los débiles, imperfectos y equivocados esfuerzos de sus servidores humanos!

El mundo cristiano ha hecho lo mejor que puede para establecer el reino de Cristo y el resultado es lo que nosotros vemos hoy en día por todo el planeta. El fracaso está estampado sobre todos los monumentos levantados por la locura y el egoísmo humano. Pero para aquellos que tienen fe en las promesas y las profecías de la Biblia, el mensaje que alienta sus corazones es que Dios hará por la raza humana lo que ésta no podría hacer por sí misma.

Las promesas de Dios

Recordemos algunas de las promesas en las que Dios nos da ésta garantía. Una de ellas es la que se encuentra en la profecía de Isaías y que corresponde al nacimiento de Jesús. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6,7).

Hay dos declaraciones en esta profecía del nacimiento de Jesús que muchos no consideran apropiadamente. Una es que el gobierno allí prometido estará sobre ‘su hombro’, y la otra que el ‘celo de Jehová de los ejércitos hará esto’. Ambas declaraciones enfatizan que el SEÑOR asume la responsabilidad por el cumplimiento de esta promesa. Cristo cargará con la responsabilidad del establecimiento y funcionamiento exitoso de su reino, y el fervor de Jehová garantiza los resultados.

La cristiandad

Durante siglos los cristianos han estado tratando de establecer el reino de Cristo mediante su propio celo. Con artimañas, ellos mismos han intentado por todos los medios cargar con el peso de la responsabilidad del reino de Cristo. Por ejemplo en Europa, se unieron con el estado y llamaron a la unión el reino de Cristo, Cristiandad. Pero este arreglo no trajo paz a la tierra. En vez de eso, fomentó guerras sangrientas y crueles. El así llamado cristianismo fue propagado por medio de la espada, seguido por la santa inquisición para forzar la conversión. Éste no fue el celo del SEÑOR de las huestes sino la obra de fanáticos hambrientos de poder, cuyo fervor estuvo en contra de la voluntad y del plan de Dios.

El reino de Cristo no se establece por medio de intrigas ni diplomacia. Ni tampoco funcionará a través del equilibrio de potencias como resultado de la amenaza de destrucción en el uso de bombas nucleares. En lugar de eso, se establece por medio de la intervención directa en los asuntos de los hombres, y a pesar de todos los equivocados esfuerzos provocados por el egoísmo humano.

En la profecía de Miqueas recibimos una garantía similar. Podemos citar: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces, no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (Miqueas 4:1-4).

El reino de Dios a través de Israel

Empezando con David, los reyes de Israel reinaron como representantes de Dios teniendo como su sede de gobierno en el Monte Sión en Jerusalén (1 Crónicas. 29:23). Por ello, para el pueblo de Israel la ‘montaña de la casa del SEÑOR’ sería fácilmente comprendida como el reino del SEÑOR, funcionando a través de una casa reinante de nombramiento divino. La casa reinante de David era típica de esta montaña predicha del SEÑOR. La casa reinante típica de Dios dejó de funcionar con el derrocamiento del último rey de Judá, Sedequías. Una profecía, que fue emitida luego, declaró que no sería nunca más “hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré” (Ezequiel. 21:25-27).

El único ‘cuyo derecho es’ nació como un bebé en un pesebre en Belén. En la anunciación a María, el ángel Gabriel dijo: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lucas 1:30-33).

Esto es en conformidad con la profecía de Isaías, en la que se nos dice que Jesús se sentaría ‘en el trono de David…’ disponiéndolo y confirmándolo en juicio y justicia desde ahora y para siempre. De esa manera Jesús se convirtió en la cabeza de la casa reinante antitípica de Dios. Luego, empezando con su Primer Advenimiento, empezó la selección y preparación de una compañía convocada desde la humanidad para convertirse en los coherederos, con él, en esta casa reinante. A través del engendramiento y nacimiento del Espíritu, estos son convertidos en miembros de la Divina familia con Jesús.

Elección de la casa reinante

Durante un tiempo, la oportunidad de ser parte de esta casa real de hijos estuvo limitada a los descendientes naturales de Abraham. Estos fueron el pueblo típico de Dios hacia quienes se hicieron las promesas, y fue entre estos que Jesús dirigía su ministerio. “Más a todos lo que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Pero no respondió a este llamado una suficiente cantidad de judíos; de modo que posteriormente, por medio del Evangelio, la invitación fue extendida a los Gentiles. El trabajo de reunirlos y prepararlos para vivir y reinar con Cristo ha continuado a lo largo de los siglos. A medida que cada uno de ellos ha demostrado ser digno a través de los padecimientos, ellos se han quedado dormidos en la muerte para ser despertados en el final de la edad en la “primera resurrección”, para vivir y ‘reinaran con él (Cristo) mil años. (Apocalipsis 20:6). Así como Jesús fue levantado de la muerte por el poder de Dios en el inicio de la edad, también sus coherederos son resucitados al final, o en la cosecha, de la edad, uniéndosele para formar parte de la montaña espiritual y todopoderosa de la casa del SEÑOR que está establecida en la ‘cima de las montañas’, esto es dominando todos los asuntos de la humanidad.

Una razón por la que el hombre ha malentendido el Plan de Dios es que no ha comprendido su enorme poder. Si pensamos que él ha estado limitado a lo que los humanos impotentes son capaces de lograr en su nombre, pareciera que el Plan Divino ha fracasado. Pero por el contrario, Dios es suficientemente capaz de lograr sus propósitos, a pesar de los esfuerzos de los hombres y los demonios por impedirlo.

Un buen ejemplo de esto se da en el caso de Jesús. Él nació para ser un rey y para sentarse en el trono de su padre, David. Los gobernantes religiosos de su época lo odiaron y finalmente tuvieron éxito en darle muerte, siendo uno de los cargos en su contra el hecho de que él reclamara ser un rey. Así que ellos mataron al Rey, pero esto no impidió el Divino propósito concentrado en él. Ciertamente, fue necesario que Jesús muriera para redimir al mundo de la muerte, y Dios lo despertó de la muerte.

En la medida que esto se relaciona con las promesas de Dios que corresponden a la casa reinante de David, la significancia de esto es puesta de manifiesto por el Apóstol Pablo en un sermón predicado en Antioquia. Podemos citar: “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros resucitando a Jesús; como está escrito también en el Salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que lo levanto de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David” (Hechos 13:32-34, Isaías 55:3).

Mientras que era una buena noticia saber que había nacido el que debía sentarse en el trono de David para siempre, también era una buena noticia saber que, cuando sus enemigos lo mataron sirviendo como cómplices de Satanás en sus esfuerzos por impedir el plan Divino, Dios despertó de la muerte a este David antitípico. ¿Podemos dudar del triunfo del Plan Divino para la salvación y paz de la raza humana cuando un poder como éste puede ser utilizado para asegurar su propósito exitoso? Es por medio del ejercicio de poder tan omnipotente que la autoridad Divina será establecida en la tierra.

El establecimiento del reino de Dios

En el reino de Dios, el pueblo y las naciones del mundo desearán que se les enseñe los caminos del SEÑOR y cuando así sea, ellos nunca más aprenderán la guerra ni practicarán las artes de la guerra. Todo el tiempo y los recursos que ahora son dedicados a la industria bélica serán dirigidos hacia fines pacíficos. Entonces habrá seguridad para todos, ‘nadie los hará temer’. Hoy en día el mundo está lleno de temor. Hay temor de que los terroristas usen armas químicas, biológicas y nucleares de destrucción masiva. No hay verdadera paz ni seguridad en ningún lugar. Es como si el mensaje de los ángeles, de paz en la tierra, nunca haya sido proclamado. Esto es porque estamos viviendo el final de la edad en la que, como lo predijeron los profetas, el imperio de Satanás está siendo derribado por un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces, pero en aquel tiempo será liberado tu pueblo” (Daniel 12:1, Mateo 24:21,22).

A aquellos que no están ilustrados con las profecías de la Biblia respecto del significado del actual “Angustia de las gentes” (Lucas 21:25), les parece como si el mensaje de los ángeles. En lugar de paz en la tierra y buena voluntad hacia los hombres, como es correctamente interpretado en la Reina Valera, ahora es más frecuente citar “Paz en la tierra entre los hombres de buena voluntad”.

Esto no es lo que los ángeles proclamaron. Su mensaje fue que la paz llegaría a la tierra porque la buena voluntad de Dios hacia sus criaturas humanas se estaba manifestando en ese entonces por medio del nacimiento de Jesús, para que sea el Salvador y Rey del mundo. La buena voluntad de Dios hacia los hombres había sido demostrada en sus promesas de enviar un Salvador, y luego, mucho más cuando nació el Salvador; la buena voluntad de Dios hacia la humanidad fue nuevamente demostrada al despertar a Jesús de la muerte.

Aunque no reconocida por el mundo, la buena voluntad de Dios ha continuado a través de la preparación de los seguidores de Jesús para vivir y reinar con él en su reino. Nuevamente se muestra, a través de la resurrección de la muerte de estos, que ellos podrían asociarse con Jesús para distribuir las bendiciones del reino de paz y vida hacia los pueblos de todas las naciones.

Se manifiesta la buena voluntad de Dios

La buena voluntad de Dios se manifiesta a través del ejercicio del control gubernamental sobre toda la humanidad. Esto será por medio de ese gobierno que fue predicho sobre el hombro del Príncipe de la Paz.

A través de ese gobierno largamente prometido, el pueblo tendrá la certeza de tener paz y seguridad, y dada la oportunidad, por medio de la obediencia, de ser restaurado hacia la perfección y vivir eternamente. Todo esto será como resultado de la buena voluntad de Dios hacia sus criaturas humanas; porque, como podemos leer: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba