LECCIONES DE ESTUDIO DE LA BIBLIA INTERNACIONAL |
Viviendo bajo nuevas reglas
Versículo clave: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” Escritura seleccionada: |
TODOS LOS DISCÍPULOS A QUIENES Jesús les estuvo hablando en el contexto de la lección de hoy día eran judíos. Ellos estaban muy familiarizados con las diversas leyes, mandamientos y ceremonias bajo las que estaba la nación de Israel desde los días de Moisés, cuando, primero, Dios les dio su Ley en el Monte Sinaí. Cuán apropiado fue que sobre otro monte, Jesús aprovechara la oportunidad de explicar sobre algunos de los aspectos de la Ley de ellos y de cómo ellos estaban relacionados con lo que Dios les requeriría en ese momento como seguidores de su Hijo, y sobre una ley ‘superior’ que la que fue dada a Moisés. En nuestro Versículo Clave, Jesús califica muy sabiamente lo que está por decir al afirmar que de ninguna manera él llegó para ‘destruir’ la Ley que habían recibido con Moisés. Lo cual era completamente cierto. Era una Ley perfecta y, como tal, requería de un ser humano perfecto para acatarla. Aun hasta hoy en día, nadie ha sido capaz de reivindicarse la perfección que se necesita para cumplir con los estrictos requerimientos de la Ley. Sin embargo, Jesús fue un ser humano perfecto, y continuando en nuestro Versículo Clave, dice que uno de sus propósitos al llegar a la tierra fue cumplir o acatar esa misma Ley, que nadie había sido capaz de hacer. Como él dice en el siguiente versículo: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:18).
Luego de haber hecho estas afirmaciones, Jesús se dirigió al objetivo real de su lección. Él señala que la medida por la que sus discípulos determinarían su éxito en acatar la ley de Dios no se encuentra simplemente en su habilidad para acatar la carta de los mandamientos de una manera exterior. Antes bien, la verdadera medida de la obediencia de un discípulo hacia Dios se muestra en los pensamientos más profundos de la mente y en las intenciones del corazón. Refiriéndose nuevamente a los numerosos mandamientos de la Ley, él dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.” “Además, habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.” “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente.” “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.” (Mateo 5:21,33,38,43).
Bajo la superior ley de Cristo, los mandamientos anteriores toman un nuevo significado. Por ejemplo, no solamente es un pecado matar sino que Jesús dice que ahora “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al Gehenna.” (Mateo 5:22). No solamente hacer juramentos al Señor, Jesús dice cuál debe ser nuestra actitud. “Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios.” “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (vers. 34,37). Nosotros no deberíamos requerir más la estricta justicia del ‘ojo por ojo’, sino más bien mostrar espíritu de tolerancia. “Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarle la túnica, déjale también la capa.” (vers. 39,40). Nunca más deberíamos odiar a nuestros enemigos, por lo tanto Jesús dice: “Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecís a los que los maldicen, hacer bien a los que os aborrecen, y orad por lo que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (vers. 44,45).
Cuando a Jesús le preguntaron sobre cuál era el gran mandamiento, él respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento, y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:36-40).