DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

¿Que estás buscando?

EL MUNDO HABLA de alguien que persigue una esperanza que nunca podrá hacer realidad como si estuviera tratando de encontrar el cofre de oro al final del arco iris. Pero el cristiano espera hacer realidad su esperanza y sabe que hay un ‘cofre de oro’ al final de su ‘arco iris’. El Apóstol Pablo describe su esperanza en estas palabras: “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” Romanos 2:7.

BUSCANDO LA INMORTALIDAD

Cuando algunas personas que son humildes escuchan este llamado, se quedan estupefactos pensando en semejante interés y amor sin límites de parte de Dios para con ellos. ¿En qué consiste esta gloria? Es una gloria de naturaleza y una gloria de carácter. Al cristiano se le promete la misma naturaleza que Dios tiene, la naturaleza Divina, que es la más alta de todas las naturalezas espirituales. No es extraño que Pedro, cuando se refiere a éstas, las llame “…preciosas y grandísimas promesas para que por ellas llegáis a ser partícipe de la naturaleza divina…”. 2 Pedro 1:4.

El cristiano que se somete completamente, día tras día, a la voluntad del Padre, acercándosele en oración en busca de gracia para que le ayude en todo momento de necesidad, manteniendo su mente llena con las Escrituras, encuentra que “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Cuando finaliza este trabajo de transformación por el Espíritu Santo y el cristiano despierta en la primera resurrección con la naturaleza Divina, el carácter desarrollado en este lado del velo será transferido hacia el nuevo cuerpo, como aparece en Judas 24: “Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría.”

La gloria mencionada en Romanos 2:7 está representado por el Sumo Sacerdote en el Día de Expiación, como se describe en Levítico 16, cambiándose las prendas de sacrificio por las prendas de gloria y de belleza (Levítico 16:23,24; ver también Levítico 9:23). Jesús, la cabeza, y la Iglesia, su cuerpo, serán los reyes, sacerdotes y jueces para la humanidad, a medida que ellos se ocupan de las bendiciones de restitución. Esto va en armonía con Apocalipsis 20:6: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, si no que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”

El Apóstol Pablo dice que nosotros estamos buscando la inmortalidad. Solamente la naturaleza Divina es inmortal. Es una vida que es a prueba de muerte y que no depende de otras fuentes para su continuación. Jesús lo describe en Juan 5:26: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo a tener vida en sí mismo.” En 1 Juan 3:2 podemos leer: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.” Así como Jesús es ahora inmortal, así mismo también sus seguidores tendrán inmortalidad cuando despierten en su semejanza.

Aquellos quienes pertenecen a esta clase de iglesia y son fieles al llevar a cabo su consagración recibirán la vida eterna como se menciona en Romanos 2:7. En Hebreos 7:16, Pablo habla de Jesús como el que tiene el “poder de una vida eterna”. ¡Qué bendición será tener por siempre la posesión completa de las facultades de uno mismo y que nunca sean disminuidas por la edad o las enfermedades!

LAS BUENAS ACCIONES

¿De qué manera buscamos las bendiciones de gloria, honor e inmortalidad? El apóstol nos dice que es por medio de las ‘buenas acciones’. Estas buenas acciones consisten de fidelidad, en armonía con Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”

Pero nos dice que estas buenas acciones deberían suceder con paciente resistencia. En Hebreos 12:1, Pablo nos da la ilustración de un corredor. “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Tal corredor no corre de manera insegura sino a un ritmo constante.

Cuando varios corren en una carrera, algunos lucen cansados cerca de la meta; otros se ven fuertes y vigorosos. En nuestra pista espiritual, hay algunos que crecen cansados de las buenas acciones y pierden su primer amor y fervor, mientras que otros están activos y alertas, buscando maneras y medios para servir al SEÑOR hasta la misma meta.

EL EJEMPLO DE SAÚL Y DE AGAG

Los atletas corredores dejan de lado cualquier peso de modo que puedan correr y no tener nada que les dificulte correr tan rápido como sea posible. Los pesos podrían representar los grandes defectos que nosotros podríamos arrojar si solamente aumentáramos el esfuerzo para hacerlo. Esto nos recuerda la historia que involucra a Agag, el rey de los Amalequitas, como lo registra 1 Samuel 15:9,13,14, y 17: “Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron. (…) Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová. Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es éste que yo oigo con mis oídos? (…) Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido rey sobre Israel?”

Los Amalequitas representan de mejor manera los pecados de la carne, todos los cuales están condenados a la destrucción, también algunos placeres, no pecaminosos en sí, pero que interfieren con nuestra consagración. Puede haber alguno que sea exquisito y deseable para la carne, y hay la tentación de perdonarlo por el momento con la excusa de que después, desde luego, será destruido. Esto es representado por Saúl perdonando a Agag porque él lo quería mucho. Él tenía la voluntad de destruir a los otros Amalequitas y a los peores animales, pero él quiso guardar las cosas exquisitas para su goce. ¡Esta es una lección para todos nosotros que debemos hacer una completa destrucción de los malos pensamientos y de los actos del cuerpo, tanto como seamos capaces! Samuel pudo escuchar el balido de las ovejas, y de esa manera si nosotros no nos esforzamos de consagrarnos completamente, el SEÑOR tendrá conocimiento de estos pecados ocultos que estamos tratando de retener.

SUBYUGANDO LOS ACTOS DE LA CARNE

En Romanos 8:13 podemos leer: “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” En el ejercicio de la mente nueva, la Nueva Criatura, el Espíritu debe subyugar y reducir la gratificación de los deseos carnales siempre que, y donde quiera que, ellos estén en conflicto con nuestro voto de consagración.

Cuando hacemos nuestro pacto de sacrificio, se considera a la vieja voluntad como muerta, pero hay un deseo constante por parte de la vieja criatura de surgir de esta condición de muerte y reafirmarse por sí misma. Esto requiere una vigilancia continua por parte de la Nueva Criatura, y de aquí que el Apóstol Pablo dice en 1 Corintios 9:27: “Si no que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” Pablo enumera algunos de estos actos de la carne en Colosenses 3:8, diciendo: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.”

Esto significa una muerte lenta y prolongada para la vieja criatura como lo explica Pablo en Gálatas 5:24: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” En 2 Corintios 7:1, Pablo usa otra metáfora y se refiere a esta subyugación de los actos del cuerpo como un continuo trabajo de limpieza, diciendo: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”

Es cierto que en cuanto a las malas tendencias del cuerpo, el Espíritu está para subyugarlas. Por otro lado, en cuanto al uso de los variados miembros del cuerpo en el servicio de Dios, el Espíritu está para estimularlos; como se puede leer: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11).

A la vieja criatura se le considera muerta, pero a la Nueva Criatura se le considera como si estuviera viviendo una figurada vida de resurrección. Nuestros objetivos, esperanzas y ambiciones están dirigidos ahora hacia objetivos celestiales y justos, y en todo acto de vida nosotros estamos buscando hacer la voluntad de Dios. Pablo escribió: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:1,2).

REDIMIENDO EL TIEMPO

Si la nueva mente está para estimular al cuerpo mortal en el servicio del SEÑOR, nosotros encontraremos necesario ‘redimir’ el tiempo. “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.” (Colosenses 4:5). Nosotros tenemos veinticuatro horas para vivir cada día. Una cierta cantidad la debemos pasar en dormir, en comer, en el cuidado de nuestra apariencia personal, en trabajar en una oficina o en una fábrica y en el cuidado de nuestras casas. ¿Pero cuánto de ese tiempo que queda lo dedicamos a esfuerzos que valen la pena para desarrollar nuestros temperamentos, para adorar a nuestro Dios, para servir a los hermanos y servir de testigos para el plan del SEÑOR? Es sorprendente cuánto tiempo podemos redimir, si así realmente lo planeamos.

Nosotros podemos cometer el error de tratar de lograr muchas cosas. Podemos planear tener más trabajo, más reuniones, más esfuerzos de testimonio y más estudio de la Palabra de Dios que nuestra energía física pueda permitir. Luego, podemos desalentarnos porque estamos exhaustos antes de que podamos conseguir todas las cosas que habíamos planeado. Un hombre que tiene una viña siempre tiene cuidado de no tener demasiados racimos de uvas en una sola rama, porque él sabe que si hubieran muchas uvas en la rama éstas serían pequeñas y verdes. La rama no puede hacer madurar completamente muchos racimos de uvas. Él sabe que es mejor tener pocas uvas y tenerlas todas maduras cuando crezcan. De modo que él poda algunos de los racimos de uvas para conseguir mejores resultados. La lección para nosotros es no planear hacer demasiado. Es mejor hacer pocas cosas y hacerlas bien, que hacer muchas y solamente hacerlas a medias.

Nuestros socios en los negocios a veces nos preguntan por qué estamos siempre tan felices. La razón es que estamos caminando por la vía de la consagración, y en esa senda hay plenitud de júbilo. Tenemos mucha felicidad haciendo lo que el mundo piensa que son tonterías. En una convención de Estudiantes de la Biblia, uno de los funcionarios de la universidad en donde se llevaba a cabo la convención dijo: “Nunca he visto a tanta gente estar tan feliz por nada”. Pero para nosotros las cosas espirituales no son ‘nada’, sino que son bendiciones reales del SEÑOR. Por ello, nosotros concentramos todos nuestros esfuerzos en la fraternidad con los hermanos y en el estudio de la Palabra de Dios de manera que podamos complacerlo lo mejor.

MANCHAS EN LAS VESTIDURAS

Aquellos que están buscando ‘la gloria, el honor y la inmortalidad’ son instruidos por las Escrituras en vigilar sus pensamientos, palabras y acciones, y corregirlas cuando no estén en armonía con las advertencias de la Palabra de Dios. Cuando fuimos absueltos para vivir, se nos dieron, figurativamente hablando, las vestiduras de la rectitud de Cristo representando la absolución para vivir a través de la fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo, nuestro Redentor. El Apóstol Santiago dijo: “La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpios de la corrupción del mundo.” (Santiago 1:27 NVI).

Las manchas en las vestiduras de la rectitud representarían los pecados a causa de la falta de cuidado, no los pecados voluntarios. Los inevitables pecados adánicos están cubiertos con las vestiduras de la rectitud, pero los pecados que son parcialmente voluntarios en los que la nueva mente no estuvo tan alerta como debió estarlo, o porque había fallado en ir al trono de gracia en busca de ayuda para sobrellevarlos, son parcialmente cubiertos por las vestiduras, esa parte que se debe a la debilidad adánica. Pero la parte que se debe al descuido se muestra como una mancha en las vestiduras.

Para estos pecados parcialmente voluntarios, nosotros debemos ir al SEÑOR y pedir su perdón especial. De esa manera, removemos las manchas de nuestras vestiduras. Debemos ser rápidos en ir al trono de gracia para dominar nuestro cuerpo, y en nuestros corazones crecer en amor, humildad y simpatía.

Las fallas se convierten en peldaños para desarrollar el carácter cristiano. Esto va en armonía con 1 Corintios 11:31, en donde se nos dice: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.” Nosotros deberíamos examinar continuamente nuestros pensamientos, palabras y acciones, y corregir nuestras propias faltas y defectos tanto como sea posible. Entonces el SEÑOR no tendrá que darnos pruebas especiales. Seremos rápidos en observar la guía del SEÑOR y conformarnos nosotros mismos a su voluntad en las pequeñas cosas así como también en las grandes cosas de la vida.

Estamos gustosos de que el SEÑOR nos esté juzgando de acuerdo con las intenciones de nuestro profundo corazón, porque es nuestro ferviente deseo hacer su voluntad en todos nuestros asuntos. Cuando David fue elegido para ser ungido como rey, el SEÑOR le dijo a Samuel: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, y Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:7). El corazón de David estaba con el SEÑOR.

Otros no pueden leer nuestros corazones, pero el SEÑOR sí. En un museo de ciencias hay una caja que contiene una muestra interesante, pero está en una esquina oscura donde los objetos de la caja pueden ser solamente vistos de manera tenue. Pero hay un interruptor que los visitantes al museo pueden presionar. La luz eléctrica en la caja se enciende. Luego, todo en la caja puede ser visto claramente. Así también, el SEÑOR puede presionar un botón figurativo y ver claramente todos motivos internos de nuestros corazones.

Busquemos decir siempre nuestras palabras de manera amable. Esto lo podemos hacer si continuamente buscamos mantener nuestros corazones puros y nuestras lenguas continuamente dominadas, de la manera en que el Apóstol Santiago nos exhorta a hacerlo. Si no estamos vigilantes, la vieja criatura que da paso a las tendencias de maldad y odio, se reafirma en palabras crueles.

A medida que buscamos la gloria, el honor y la inmortalidad por medio de la paciente prolongación en las buenas acciones, es un gran alivio darse cuenta que la bendición de Dios está con nosotros en nuestro batallar contra el mundo, la carne y el diablo. En Salmos 17:8 podemos leer: “Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo las sombras de tus alas.” Sabemos cuán rápido actuamos para proteger nuestros ojos de algún daño posible. Cuán bueno es saber que el SEÑOR, del mismo modo, está listo para protegernos de los daños espirituales, para vigilar todos nuestros asuntos y para dominarlos por nuestro eterno bienestar.

JUNTOS COMO TEJIDOS

Leemos sobre la afectuosa amistad que existió entre Jonatán y David. “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligado con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.” (1 Samuel 18:1). Ésta es una buena representación de la afectuosa amistad que existe entre el pueblo de Dios en la actualidad. La palabra ‘tejer’ nos recuerda de cómo una chompa está hecha de lana, tejida por agujas. Así el pueblo de Dios está cercanamente ligado en lazos de amor.

En Hebreos 13:20,21, el apóstol se refiere a la manera en que nosotros estamos tejidos: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de Él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

Es por esa razón que tenemos la misma esperanza y estamos caminando por el mismo camino estrecho, de modo que disfrutamos de estar juntos en nuestras reuniones. Nosotros disfrutamos hablando acerca de las cosas que nos unen. En Malaquías 3:16,17 (NVI) se lee: “Los que temían al Señor hablaron entre sí, y Él les escuchó y les prestó atención. Entonces escribió en su presencia un libro de memorias de aquellos que temen al Señor y honran su Nombre. ‘El día que yo actúe ellos serán mi propiedad exclusiva —dice el Señor Todopoderoso. Tendré compasión de ellos, como se compadece el hombre del hijo que le sirve’.”

El pueblo del SEÑOR es valioso para él y disfruta fraternizando con ellos. También hemos aprendido que el pueblo del SEÑOR es como las piedras preciosas. Las piedras preciosas son escasas, deben ser buscadas y ser lavadas del lodo antes de ser preparadas para reflejar la luz. Cuando son pulidas, reflejan bellamente la luz que cae sobre ellas. Y así nosotros encontramos en los hermanos los sentimientos más nobles. Ellos están reflejando continuamente la luz del amor cristiano que se les muestra por medio del Espíritu Santo, como resultado de vivir cerca del SEÑOR. Si nosotros ahora tenemos tanto placer al confraternizar con los santos de Dios en este lado del velo, ¡Oh, qué alegría será pasar la eternidad con ellos y con el Señor Jesús, mientras estamos dedicados al gran trabajo del milenio de prodigar bendiciones sobre la humanidad!

Jesús a menudo oraba a su Padre Celestial. Él obtenía fuerza espiritual, consolación y alivio de estas temporadas de comunión secreta con Dios. Éstas eran temporadas de valiosa comunión en las que él podía abrir su corazón hacia el Padre como ninguno; cuando él podía contarle todas sus penas, angustias y miedos; y cuando el Padre se le manifestaba a través de señales de amorosa aprobación y gracia vigorizante.

Él es nuestro ejemplo. Como Jesús, nosotros aprenderemos a obedecer en las circunstancias adversas, a través del sufrimiento. Él estuvo tentado en todos los lugares como nosotros lo estamos, aunque sin pecar. Así sabemos que tenemos un Sumo Sacerdote que puede ser tocado con los sentimientos de nuestras dolencias. Al someternos completamente a este Sumo Sacerdote, nosotros tenemos la completa seguridad de su amor, de su superior sabiduría y su gracia, y de su presteza para ayudarnos. Sabemos que el amor de Dios hacia nosotros, sus hijos, es tan grande que él estará con nosotros en las verdaderas aflicciones.

Así, con la ayuda comprensiva y cordial de nuestro gran Sumo Sacerdote, nosotros podemos continuar por el estrecho camino, ese camino que nos lleva al glorioso premio que tanto deseamos y que buscamos de todo corazón, el premio del Gran Llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Confiando en la ayuda del SEÑOR, no debemos cansarnos en nuestras buenas acciones, sino que en lugar de eso, a través de la continua paciencia de buenas acciones obtendremos, a la debida hora del SEÑOR, “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” (Romanos 2:7).



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba